Ahora parece realmente inútil tratar de releer la respuesta del Papa, intentar explicar que la misma –aunque confusa– habla de las personas con orientación homosexual y no del movimiento gay; que habla de pastoral y acompañamiento y no de reclamos políticos; que en la referencia al Catecismo se supone que todos entienden lo que dice el Catecismo sobre el asunto. Es absolutamente inútil, porque el mensaje –resultado de la Conferencia de prensa en el vuelo de regreso desde Armenia– ya ha aparecido en todos los medios internacionales: «El Papa: la Iglesia debe pedir perdón a los gays».
Podríamos sentarnos aquí y discutir durante días, que no cambiaríamos la historia: incluso quien sólo casualmente se ha enterado a través de un periódico, o mediante un sitio web, en un noticiero de radio y televisión, ya ha recibido y digerido el mensaje: la Iglesia siempre se ha portado mal con los gays y ahora debe pedir disculpas (que, traducido al lenguaje mundano, significa secundar todas las peticiones del movimiento gay).
Lamentablemente estamos ante el acostumbrado cortocircuito comunicativo, fruto de ruedas de prensa en que no se cuenta con las preguntas de antemano para preparar las respuestas. También parece innecesario repetir esto, ya que ha pasado tantas veces, que honestamente no pueden atribuirse esos hechos al azar. Inevitablemente, en conferencias de prensa de este tipo, a preguntas difíciles que requerirían respuestas ponderadas y precisas sobre los términos empleados, les llegan respuestas aproximadas y a menudo confusas, típicas de una conversación coloquial. Un gozo para los periódicos, que se han asegurado un titular efectista, motivo de desorientación y confusión para los fieles normales.
Pero además de las disculpas a los gays, en el viaje de regreso de Armenia se produjo otro momento extremadamente crítico en la respuesta del Papa sobre Lutero, presentado como un «reformador» que quizás se equivocara un poco en las formas pero que también tuvo razón sobre muchas cosas. En concreto, el Papa dijo: «hoy, luteranos y católicos, con todos los protestantes, estamos de acuerdo en la doctrina de la justificación: en este punto tan importante, no se había equivocado». En realidad la cuestión es más compleja: la declaración conjunta católica-luterana de 1999 no ha resuelto todos los problemas relacionados con la doctrina de la justificación. Pero es cierto que se trata de asuntos que son difíciles de explicar en dos líneas de respuesta a un periodista que preguntaba si no habría llegado el momento de rehabilitar a Martín Lutero.
Lo mismo que en la historia de las disculpas a los gays. La periodista norteamericana pregunta si el cardenal Marx tiene razón (uno de los 9 cardenales que asiste el Papa en la reforma de la Curia) al decir que «la Iglesia católica tiene que pedir disculpas a la comunidad gay por haber marginado a estas personas», y si la masacre de Orlando no se debía también al odio alimentado por la comunidad cristiana.
¿Habría leído el Papa lo que el cardenal Marx había dicho la semana pasada en Dublín en una conferencia? Probablemente no, a juzgar por su respuesta, que parte del recuerdo de la primera Conferencia de prensa, aquella del famoso «¿quién soy yo para juzgar?». No tenía mucho que ver con las declaraciones de Marx, que no sólo había dicho que la Iglesia debía pedir perdón, sino que parte de su disculpa sería reconocer lo positivo de las uniones homosexuales, discurso que ya había dado en el Sínodo de 2014, causando escándalo a varios de sus hermanos. Tampoco se puede decir que el cardenal Marx sea un caso aislado en esta posición, pues incluso en Italia hemos visto sostener posturas similares en los más altos niveles eclesiásticos.
Ciertamente no podemos pensar que el Papa esté de acuerdo con este enfoque, no sólo porque es opuesto al Catecismo sino también por lo que varias veces ha dicho él mismo sobre la ideología de género.
En cambio, debemos decir de una vez por todas que a estos monseñores no les importa tanto el destino de las personas con estas tendencias como la legitimación de la homosexualidad. De lo contrario pensarían en pedir disculpas, en todo caso, a las personas gays que son ignoradas en su necesidad de curar la herida del origen de su tendencia, a quienes, en lugar de ello, se les insta a persistir en conductas antinaturales.
El hecho es que, sea cual sea la intención del Papa, en un momento en que tantos obispos y sacerdotes están siendo hostigados por anunciar la verdad sobre la sexualidad humana y sobre las relaciones entre hombre y mujer, la opinión pública es llevada a pensar que el Papa está en contra de ellos. No cabe duda de que esto les resulta conveniente a algunos en el Vaticano, pero si hay alguien entre sus colaboradores que realmente estime al Papa, que al menos le haga darse cuenta de lo que está sucediendo.
Publicado en La Nuova Bussola Quotidiana el 28/06/2016