Publicamos un breve ensayo de monseñor Michel Schooyans ("De la casuística a la misericordia- ¿hacia un nuevo arte de agradar?"), dedicada al eclipse de la moralidad católica, perseguida por teólogos y pastores de la Iglesia. Monseñor Schooyans es profesor emérito de la Universidad de Lovaina (Bélgica), miembro de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales y consultor del Pontificio Consejo para la Familia. Es autor de numerosos libros y ensayos sobre bioética, demografía, políticas globales de las Naciones Unidas. A petición personal de Juan Pablo II, que lo quería como colaborador de la Santa Sede, también escribió un Via Crucis para las familias (2001).
Los casos de conciencia contra la verdad revelada
Se podría pensar que la casuística está muerta y enterrada. Las controversias del siglo XVII, definitivamente superadas. Pocos son los que leen las Cartas Provinciales y a los autores que Pascal criticaba (1623-1662).
Estos autores son los casuistas, es decir, los moralistas que se esfuerzan por resolver casos de conciencia sin sucumbir al rigorismo. Releyendo las Cartas, nos impresiona la notable semejanza entre una disputa del siglo XVII y las posiciones defendidas hoy por pastores y teólogos que aspiran a cambios radicales de la pastoral y la doctrina de la Iglesia. El reciente Sínodo sobre la Familia (octubre de 2014 – octubre de 2015) ha puesto en evidencia un espíritu de lucha reformista que hoy permite comprender mejor las Cartas Provinciales. ¡Pascal está empezando a ser conocido bajo una luz inesperada! Las siguientes páginas simplemente buscan despertar la curiosidad del lector y ayudarlo a descubrir un nuevo “arte del placer”.
El tesoro de la Iglesia
El Sínodo sobre la familia ha puesto en evidencia –como si hubiese sido necesario- un profundo malestar en la Iglesia. Puede tratarse de una crisis de crecimiento, pero también de debates recurrentes sobre las cuestiones de los “divorciados recasados”, los “modelos de familia”, el papel de la mujer, el control de la natalidad, la gestación subrogada, la homosexualidad, la eutanasia. Es inútil cerrar los ojos: la Iglesia está cuestionada en los fundamentos. Éstos se encuentran reunidos en la Sagrada Escritura, en la enseñanza de Jesús, en la efusión del Espíritu Santo, en el anuncio del Evangelio por parte de los apóstoles, en la comprensión cada vez más aguda de la Revelación, en el asentimiento de la fe de la comunidad creyente. Jesús ha confiado a la Iglesia la misión de acoger estas verdades, para hacer resplandecer su coherencia, para hacer memoria de ellas. La Iglesia no ha recibido del Señor la misión de cambiar estas verdades ni la misión de reescribir el Credo; es la custodia del tesoro; debe estudiar estas verdades, explicarlas, profundizar su comprensión e invitar a todos a adherirse a él por la fe.
A partir de los Hechos de los apóstoles, la Iglesia reconoce y proclama ser una, Santa, católica y apostólica. Estas son sus "Notas" distintivas. La Iglesia es una, porque tiene sólo un solo corazón, el de Jesús. Santa, porque llama a la conversión al Señor, a la oración; a la contemplación del Señor. El hombre no tiene poder para santificarse a sí mismo, pero todos son llamados a responder a la llamada universal a la santidad. Es católica, porque ha recibido del Espíritu Santo el don de lenguas: es universal. Comprensión de las lenguas significa unidad en la diversidad, como fruto del Espíritu Santo. La iglesia es apostólica, es decir que está fundada sobre los apóstoles y profetas. La sucesión apostólica significa que existe un vínculo ininterrumpido que nos conecta con la fuente misma de la doctrina de los apóstoles.
Para ofrecer al mundo la buena noticia que ha venido a traer, el Señor ha querido asociar a su obra a hombres que escogió para que permanecieran con El y fuesen a enseñar a todas las Naciones (cf. MC 3, 13-19). Estos hombres son testigos de las palabras que recogieron de boca de Jesús mismo y de los signos que Él ha obrado. Estos testigos fueron llamados por el Señor para garantizar, de generación en generación, la fidelidad a la doctrina que Él mismo ha impartido. A ellos compete el deber de profundizar la comprensión de los testimonios que se refieren a Él y de autenticar la tradición.
La enseñanza del Señor comporta una dimensión moral exigente. Esta enseñanza invita ciertamente a una adhesión de razón a la regla de oro, que los grandes sabios de la humanidad han meditado durante siglos. Jesús lleva esta regla a la perfección. Pero la tradición de la Iglesia incorpora preceptos de conducta propios, en cuya cima está el amor a Dios y al prójimo. «En todo traten a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes: ésta es la Ley y los Profetas "(Mt. 7, 12). Este doble mandato es la referencia básica para el proceder cristiano. Éste está llamado a abrirse a la iluminación del Espíritu, que es amor, y a corresponder a esta iluminación de fe a través del amor (cf. Gal. 5, 6).
Entre éste –el amor– y aquella –la fe– el vínculo es indisoluble. Si -y esto es la enseñanza de la Iglesia- este enlace está roto, la moral cristiana se hunde en diferentes formas de relativismo o escepticismo. Uno llega entonces a conformarse con opiniones fluctuantes y subjetivas. Se establece una brecha entre la verdad y la acción. Ya no hay referencia a la verdad, ni a la autoridad que la garantice. La moral cristiana no es ya dada por Dios a los hombres. Se llega a pensar que el hombre incluso no necesita amar a Dios para salvarse a sí mismo, ni necesita creer en Su amor. Quebrada por una cesura fatal, la moral ve abrirse de par en par la puerta para el legalismo, el agnosticismo y el secularismo. Las reglas de vida enseñadas por los Profetas, por el Señor, por los Padres de la Iglesia poco a poco se van apagando. Predominan a partir de entonces las prescripciones de los especialistas de la ley, herederos de los escribas y fariseos. La moral se convierte así en una forma de positivismo gnóstico reservado para los iniciados. Este conocimiento no encuentra “legitimidad” sino en las decisiones puramente discrecionales de aquellos a los que se concede el privilegio de enunciar una nueva moral, privada de toda referencia fundamental a la verdad revelada.
En su enseñanza, San Pablo nos invita a evitar las trampas de una moral privada de enraizamiento en la Revelación. Así es cómo exhorta a los cristianos:
"No os conforméis a este siglo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que podáis discernir la voluntad de Dios, lo que es bueno, aceptable y perfecto" (Rm. 12, 2)
"Así que ruego que vuestro amor abunde aún más y más en conocimiento y en todo tipo de discernimiento, para que podáis distinguir siempre lo mejor" (Fil. 1,9 ss; cf. 1 Tim. 5,19-22)
El regreso de la Casuística
Es ahora entonces, cuando se puede percibir el retorno de la casuística, que debería permitir a los moralistas examinar y resolver los casos de conciencia. Algunos moralistas están empeñados en proporcionar soluciones que satisfagan las necesidades de quienes recurren a su iluminación. En estos casuistas de ayer y de hoy, los principios fundamentales de la moral son opacados por los juicios a menudo divergentes que emiten estos serios consejeros espirituales. El desinterés por la moral fundamental ha dejado el campo libre a la creación de un derecho positivo que prohíbe en los códigos de comportamiento todo lo que se refiera a normas fundamentales de moralidad. El casuista o neocasuista se ha convertido en legislador y juez. Cultiva el arte de confundir a los fieles. La preocupación por la verdad revelada y accesible a la razón pierde su interés. A lo sumo, interesará a las posiciones "probables". Gracias al probabilismo, una tesis podrá dar lugar a interpretaciones contradictorias.
El probabilismo permitirá sugerir ora el calor, ora el frío, los pro y los contra. Se olvida la enseñanza de Jesús: "cuando usted hablen, digan 'sí' o ‘no'; todo lo demás viene del Maligno" (Mt 5, 37; Jn 5,12; cf. 2 Cor 1, 20). Sin embargo, cada neocasuista se mueve según su propia interpretación. La tendencia es hacia la confusión de las tesis; a la duplicidad, a la doble o triple verdad; a una avalancha de interpretaciones. El casuista tiene un corazón dividido, pero tiene la intención de seguir siendo amigo del mundo (cf. Jn. 4, 4-8).
Poco a poco se marchitarán las reglas de conducta establecidas por la voluntad de Dios y transmitidas por el Magisterio de la Iglesia. Por lo tanto se puede cambiar la calificación moral de los actos. Los casuistas no se conforman con endulzar esta calificación; quieren transformar la propia ley moral. Esta será la tarea de los casuistas, de los confesores, de los directores espirituales, a veces de algunos obispos. Todo el mundo deberá tener la preocupación de agradar. Por lo tanto, debe recurrir a las componendas, adaptar su discurso a la satisfacción de las pasiones humanas: no es preciso rechazar a nadie.
La calificación moral de un acto no depende de su conformidad con la voluntad de Dios como nos muestra la Revelación. Depende de la intención del sujeto moral y esa intención puede ser modelada y formada por el director de conciencia que “acompaña” a sus asistidos. A los efectos de agradar, el Director tendrá que aflojar el rigor de la doctrina transmitida por la tradición. El pastor tendrá que adaptar sus palabras a la naturaleza humana, y a que las pasiones conducen naturalmente al pecado. De allí la progresiva supresión de referencias al pecado original y la gracia. Es evidente la influencia de Pelagio (monje de origen bretón, siglo v): el hombre debe salvarse a sí mismo y tomar en sus manos su destino. Decir la verdad ya no es parte del rol del casuista. Estos deben cautivar, presentar un discurso fascinante, hacerle el juego a la salvación fácil, encantar a los que aspiran a "oír novedades” (cf. 2 Tm 4, 3).
En resumen, el eclipse de la moral revelada abre el camino a la inauguración de la casuística y crea el espacio favorable para el establecimiento de un gobierno de las conciencias. Se restringe el espacio para la libertad religiosa, que la Escritura propone a los pequeños hijos de Dios, y que es inseparable de la fe en el Señor.
Entonces debemos examinar algunos ejemplos de los sectores en donde el trabajo de los casuistas de hoy se evidencia con más claridad.
Así, en nombre de la compasión, el divorcio, el aborto y la eutanasia serán también aceptados por la Iglesia
El gobierno de las conciencias
Con la llegada, en la iglesia, de los gobernadores de las conciencias, podemos percibir la proximidad entre la concepción casuística del gobierno de la ciudad y la concepción que se encuentra, por ejemplo, en Maquiavelo, en La Boëtie o en Hobbes. Sin decirlo o sin darse cuenta, lo neo-casuistas son en todos los aspectos herederos de estos maestros del arte de gobernar a los siervos, arte que se encuentra en los autores citados.
El dios mortal, el Leviatán, determina lo que es correcto y lo que es bueno; decide lo que las personas deben pensar y querer. Él, el Leviatán, es quien señorea la conciencia, el pensamiento y la acción de todos sus súbditos. No debe rendir cuenta a nadie. Debe dominar las mentes de sus súbditos y establecer el “bien” que se debe perseguir y el "mal" que debe evitarse. Toda la autoridad política tiene en definitiva su origen en este dios mortal, que es el gobernador de las conciencias. Junto con los tres autores citados, los neo-casuistas se alistan tras los teóricos de la tiranía y del totalitarismo. ¿El ABC del poder totalitario no consiste acaso fundamentalmente en someter las conciencias, y en alienarlas? De esta manera, el casuista ofrece un salvoconducto a cualquiera que quiera establecer una religión cívica única y fácilmente controlable, de modo que las leyes discriminen a los ciudadanos.
¿Adaptar los sacramentos?
Para mantener a todos felices, hay que "adaptar" los sacramentos. Tomemos el caso del Sacramento de la Penitencia. El desinterés del que hoy es objeto este sacramento se comprende por el “rigorismo” del cual los confesores han dado pruebas desde hace ya tiempo. Esto, al menos, es lo que asegura el casuista. Hoy en día, el confesor debe aprender a hacer que este Sacramento complazca a los penitentes. Pero edulcorando la severidad atribuida a este sacramento, el casuista desvía al penitente de la gracia que Dios concede. La neo-casuística aleja al pecador de la fuente divina de la misericordia, a la que debemos volver.
Las consecuencias de esta desviación deliberada son paradójicas y dramáticas. La nueva moral conduce el cristiano a hacer inútil el sacramento de la penitencia y, por lo tanto, la Cruz de Cristo y su Resurrección (cf. 1 Cor 1, 17). Si este sacramento no es aceptado como uno de los eventos más importantes del amor misericordioso de Dios para con nosotros; si ya no es percibido como necesario para la salvación, pronto no habrá más ordenaciones de obispos o sacerdotes para la absolución sacramental a los pecadores. La escasez y eventual desaparición de la ofrenda sacramental del perdón por el sacerdote llevará a cabo y de hecho ya ha provocado otras desapariciones, incluida la ordenación sacerdotal y la Eucaristía. Y así sucesivamente sucederá con los sacramentos de la iniciación cristiana (bautismo y confirmación), y con la Unción de los enfermos, para no hablar de la liturgia en general...
Sin embargo, para los neo-casuistas no hay más revelación que deba recibirse ni tradición que deba transmitirse. Como ya se ha señalado, "¡lo verdadero es lo nuevo!". Lo nuevo es la nueva señal de la verdad. Esta nueva casuística conduce a los cristianos a hacer tabla rasa del pasado. Por último, la obsesión por complacer a todos empuja a los casuistas a un retorno a la naturaleza, a aquella que era precedente al pecado original.
La cuestión de "recasarse"
La enseñanza de los neo-casuistas nos hace recordar la condescendencia de la que dieron buena prueba los obispos ingleses en la confrontación con el Rey Enrique VIII. De nuevo resurgen las preguntas, aunque varían las modalidades de condescendencia. ¿Quiénes son estos clérigos de todo orden, que tratan de complacer a los poderosos de este mundo? ¿Leales o rebeldes? ¿Cuántos pastores de todos los rangos quieren forjar alianzas con los poderosos de este mundo, aunque hoy de modo solapado, sin tener que jurar públicamente lealtad a los "valores" del mundo? Tratando de facilitar el "recasamiento" los neo-casuistas dan vía libre a todos los actores políticos que socavan el respeto por la vida y la familia. Con ellos, las declaraciones de nulidad serían tan fáciles como los matrimonios repetidos y con modalidades variables.
Los neo-casuistas tienen gran interés en los casos de divorciados “recasados". Como en otros casos, la forma que ofrecen es un buen ejemplo de la “táctica del salami” (cf. Mátyás Rákosi, 1947). Según ésta, se acuerda en ir presentando en cortes o “rebanadas” lo que no se podría digerir nunca en bloque. Observemos el procedimiento. Primer corte: en el punto de partida, por supuesto, se hallan las referencias a la enseñanza de las escrituras sobre el matrimonio y la enseñanza de la Iglesia sobre el asunto. Segundo corte: uno insiste en buscar una solución para "acomodar" esta enseñanza. La tercera etapa, bajo forma de interrogación: ¿los divorciados “recasados”, se hallan en un estado de pecado grave?
La cuarta rebanada es la entrada en escena del director de conciencia, que ayudará a los divorciados "vueltos a casar" a "discernir", es decir, a elegir lo que más les convenga en su situación. Este director de conciencia debe entender y perdonar. Debe demostrar compasión, pero ¿qué compasión? Para el casuista, de hecho, cuando se procede a la calificación moral de un acto, la preocupación por la compasión debe prevalecer sobre las acciones objetivamente malas: debe ser flexible, adaptarse a las circunstancias. La quinta rebanada de salami, es que todo el mundo puede discernir, personalmente y con libertad de pensamiento, lo que mejor le conviene. De hecho, en el camino, la palabra “discernimiento” es equívoca, ambigua. No debe ser tomada con el significado paulino de las Escrituras. Ya no se trata de buscar de Dios, sino de discernir la elección más conveniente, que maximizará “las cosquillas en las orejas” que provocan las novedades evocadas por San Pablo (2 Tim 4, 3).
El asesinato
El asesinato presenta otro caso que merece nuestra atención. Nos centraremos aquí en un caso de desviación de la intención. Ya en la casuística clásica del s. XVII el homicidio podría proceder del deseo de venganza, que es un delito. Para evitar esta calificación penal, se necesitaba desviar esta intención criminal –de tomar venganza– y asignar el homicidio a otra intención moralmente admisible. En lugar de invocar la venganza como motivación, se invocaba por ejemplo, el deseo de defender el honor, que era considerado como moralmente digno.
Vamos a ver cómo se aplica esta desviación de la intención a otro caso, contemporáneo. Se argumenta de la siguiente manera: el aborto es un crimen. La Sra. X quiere abortar a su hijo; este bebé no es deseado. Pero el aborto es un crimen moralmente inadmisible. Se desvía entonces la intención para que la intención inicial se cancele. ¡No pretende deshacerse de un niño engorroso! En lugar de ello y en vez de su intención original, se sostiene que en este caso el aborto es moralmente permisible porque por ejemplo el objetivo essalvar la vida de los sujetos enfermos, conseguir medicinas con piezas anatómicas en buen estado y precio. La intención determina la calidad moral del acto. Así que usted puede complacer a una gama más amplia de los beneficiarios a quienes los casuistas no dejan de pregonar la "generosidad" y "libertad de espíritu".
Es bien sabido lo que enseña la iglesia sobre el aborto. Desde el momento en que se constata la presencia del ser humano, la Iglesia enseña que la vida y la dignidad de este ser deben respetarse, hasta la muerte natural. La doctrina de la Iglesia sobre esta cuestión es coherente y está atestiguada por la tradición. Esta situación frustra a algunos neo-casuistas. Por lo tanto acuñan un nuevo término: la humanización del embrión. Hay, dicen, humanización del embrión si hay una comunidad que da cabida a este embrión. Es la sociedad la que humaniza al embrión. Si la sociedad niega esta humanización, se podrá legalizar la eliminación del embrión. En ausencia de esta humanización por parte de la sociedad, el embrión no tiene ningún derecho que pueda ser invocado ni, por tanto, ninguna protección legal. Si la sociedad se niega a humanizar el embrión, no puede ser un asesinato, puesto que no se reconoce la realidad humana de este embrión. Porque para que haya asesinato sería necesario que haya sido posible la concesión de su humanización por una ley positiva, ¡sin la cual no es no hay ni muerte ni homicidio!
En los ejemplos citados la táctica del salami viene en ayuda de los neo-casuistas. Al principio, el aborto es ilegal, luego se lo presenta como algo excepcional, luego llega a ser raro, luego tolerado, después legalizado, finalmente forma parte de las costumbres. Quienes se oponen a estos abortos son menospreciados, amenazados, relegados al ostracismo, condenados. Esta es la manera de destruir el derecho y las instituciones políticas. ¡Tengamos en cuenta que, gracias a la casuística, el aborto es tolerado primero en la Iglesia y luego en el Estado! ¡El derecho positivo asume el papel de la nueva moral! Es lo que se ha podido ver en Francia, en el debate sobre la legalización del aborto. Este es un escenario que podría extenderse a todo el mundo. Gracias a los esfuerzos de neo-casuistas, el aborto podría ser declarado un nuevo "derecho humano" a escala universal.
Eutanasia
También el tema de la eutanasia merece una mención. Esta práctica se extiende cada vez más en los países occidentales, tradicionalmente cristianos. Los demógrafos con frecuencia destacan el envejecimiento de la población de estas regiones del mundo. La esperanza de vida al nacer ha aumentado casi en todas partes. En principio, el envejecimiento es en sí mismo bueno. A lo largo de los siglos, en todo el mundo, los hombres han luchado contra la muerte precoz. A principios del siglo XIX, la esperanza de vida al nacer era a menudo del orden de 30 años. Hoy en día, la misma expectativa de vida es alrededor de ochenta años.
Esta situación, sin embargo, plantea problemas de todo tipo. Mencionemos uno: ¿quién pagará las pensiones? “Eutanasiar” al viejo engorroso y caro seguramente obtendría ahorros significativos. Por lo tanto se dice que debemos ayudar al anciano costoso a "morir con dignidad". Dado que es políticamente difícil retrasar la edad en se llega al retiro laboral, se reducirá la esperanza de vida. El proceso está ya en marcha en algunas partes de Europa. Esto supone ahorros significativos: reduce los costos de salud, productos farmacéuticos y especialmente masiva reducción de las pensiones a pagar. Debido a que al pensamiento políticamente correcto repugna un plan tan austero, debe cambiarse la intención para aprobar una ley que legalice la eutanasia.
¿Cómo se debe proceder? Desarrollando un discurso piadoso, centrado en la compasión. Debe ser aceptable para todas las categorías de personas afectadas por este programa. A estas personas, hay que hacer que se adhieran a un programa que tenga por objeto dar la muerte "en buenas condiciones" y "con dignidad”. ¡La muerte “con dignidad” será el pináculo de la calidad de vida! En lugar de auspiciar tratamientos paliativos y rodear con afecto a los enfermos, abusarán de su fragilidad, y se les engañará sobre el tratamiento mortal que se le va a infligir. Los neo-casuistas permanecerán como vigilantes para comprobar la conformidad del acto homicida con la ley positiva que "autoriza" el regalo de la muerte. La colaboración de capellanes particularmente joviales será apreciada grandemente para autenticar la compasión significada en la muerte obsequiada como un regalo.
El partido que quiere desmantelar la moralidad en el nombre de pietismo
Las discusiones ocurridas con ocasión del Sínodo la familia ha puesto de manifiesto la determinación de un grupo de pastores y teólogos que no dudan en socavar la cohesión doctrinal de la Iglesia. Este grupo funciona como un poderoso partido, internacional, rico, organizado y disciplinado. Los miembros activos del partido tienen fácil acceso a los medios de comunicación; a menudo operan abiertamente. Funcionan con el apoyo de algunas de las más altas autoridades de la Iglesia. El principal objetivo de estos activistas es la moral cristiana, a la cual reprochan una gravedad incompatible con los "valores" de nuestro tiempo.
Es necesario encontrar caminos que conduzcan a la Iglesia a su propio gusto, reconciliando su moral con las pasiones humanas. La solución propuesta por los neo-casuistas comienza con el cuestionamiento de la teología moral fundamental, luego con el oscurecimiento natural de la luz de la razón. Las referencias a la moral cristiana revelada en las Escrituras y en las enseñanzas de Jesús son desviadas de su significado originario. Los preceptos de la razón son considerados como susceptibles de ser cuestionados indefinidamente: el probabilismo conlleva obligaciones. Primero debe ser reconocida la voluntad de aquellos que son lo suficientemente poderosos como para imponer su voluntad. No se vacilará en hacerse “uncir junto a los incrédulos” (cf. 2 Cor. 6, 14).
Este voluntarismo moral será lo suficientemente amplio como para ponerse al servicio del poder político, del Estado, pero también del mercado, de las altas finanzas, del derecho, etc. Concretamente, habrá que complacer a los líderes políticos corruptos, a los campeones de la evasión de impuestos y la usura, a los médicos abortistas, a los comerciantes industriales de píldoras, a los abogados dispuestos a defender los casos menos defendibles, a los agrónomos enriquecidos con productos transgénicos, etc. La nueva moral se extenderá insidiosamente en los medios de comunicación, en las familias, en las escuelas, en las universidades, en los hospitales, en los tribunales.
Así se ha formado un cuerpo social que niega el primer lugar a la búsqueda de la verdad, pero que es muy activo donde encuentre conciencias para gobernar, asesinos para tranquilizar, sinvergüenzas para liberar, ricos para complacer. Gracias a esta red, los neo-casuistas pueden ejercer su control sobre los engranajes de la Iglesia, influir en la elección de candidatos para los altos cargos, tejer alianzas que ponen en peligro la existencia misma de la Iglesia.
¿Hacia una religión de pietismo?
1. Lo más preocupante en los casuistas es el desinterés por la verdad. En ellos encontramos un relativismo, e incluso un escepticismo que hace que en la moral debemos actuar según la norma más probable. Tenemos que elegir la norma que, en esas circunstancias, sea considerada más placentera para esa persona, para ese director espiritual, para ese público. Esto vale tanto para la sociedad como para los hombres. Todos deben hacer su elección, no en función de la verdad, sino dependiendo de las circunstancias. Las mejores leyes son las que más agradan, y al mayor número de personas. Asistimos a la expansión de una religión de pietismo, e incluso a un utilitarismo individualista, porque la preocupación por complacer a los otros no deja de ser el complacerse a uno mismo.
2. Con el objeto de complacer, los casuistas deben estar a la moda, estar atentos a las noticias. Los Padres de la Iglesia de las generaciones anteriores y los grandes teólogos del pasado, incluso reciente, son presentados como inadecuados para la situación actual de la Iglesia; deben ser superados. Para estos casuistas, la tradición de la Iglesia debe ser por así decir, filtrada y sometida a un cuestionamiento radical. Nosotros –asegura con gravedad el neo-casuista– sabemos lo que la iglesia debe hacer ahora para atraer a todo el mundo (cf. Jn. 9). El deseo de agradar se dirige particularmente a los ganadores. La nueva moral social y política debe tener cuidado con estas personas. Tienen un nivel de vida a proteger o mejorar; deben mantener su rango. ¡Y tanto peor por los pobres que no tienen los mismos cargos mundanos! Por supuesto que también los pobres necesitarán ser complacidos, pero debe admitirse que son menos "interesantes" que las personas influyentes. ¡Uno no puede complacer a todo el mundo!
La moral de los casuistas en última instancia se asemeja a una gnosis destilada en círculos seleccionados; a un saber de tipo esotérico que abastece a una minoría de personas que no advierten en absoluto la necesidad de ser salvados por la Cruz de Jesús. El pelagianismo raramente ha sido tan próspero.
3. La moral tradicional de la Iglesia siempre ha reconocido que existen actos objetivamente malos. Esta misma teología moral también reconoce y desde hace largo tiempo, la importancia de las circunstancias. Esto significa que para la calificación de un acto se debe tener en cuenta las circunstancias en que se realizó el acto y los grados de responsabilidad; es lo que los moralistas llaman la imputabilidad. Los casuistas de hoy minimizan la importancia de la moral tradicional y amplifican dramáticamente el papel de las circunstancias. A continuación, la conciencia es empujada al engaño, porque se deja desviar tras el deseo de placer.
Como puede verse en los medios de comunicación, los casuistas a menudo están fascinados por un mundo destinado a desaparecer. Demasiado a menudo olvidan que con Jesús, un mundo nuevo ya ha comenzado. Recordamos el punto central de la historia humana: "las cosas viejas pasaron, he aquí que hay una nueva realidad" (Ap. 21, 5). Oímos incluso a San Pablo: "Renovaos por medio de la transformación espiritual de vuestra mente y revestíos del nuevo hombre creado según Dios en justicia y santidad que proceden de la verdad" (Ef. 4, 22-23).
4. La acción de los casuistas hoy no sólo afecta a la enseñanza moral de la Iglesia. Esta acción afecta toda la teología dogmática y, en particular la cuestión del Magisterio. Este punto es a menudo muy poco subrayado.
La unidad de la Iglesia está en peligro allí donde proponen proyectos específicos, a veces demagógicos, de descentralización, en gran parte inspirados en la Reforma luterana. ¡Se dependería entonces de los príncipes de este mundo, más que reforzar la unidad en torno al Buen Pastor!
La santidad de la Iglesia está en peligro allí donde los casuistas explotan la debilidad de los hombres y predican una devoción fácil y el olvido de la Cruz.
La catolicidad está en peligro donde la Iglesia se aventura en el camino de Babel y subestima la efusión del Espíritu Santo, el don de lenguas. ¿No es Él mismo, el Espíritu, quien reúne a la diversidad de los que se unen a la misma fe en Jesús, el Hijo de Dios?
La apostolicidad de la Iglesia está en peligro, allí donde en nombre de una malentendida exención, una comunidad, un “partido” es liberado de la jurisdicción del obispo y se considera dependiente directamente del Papa. Muchos neo-casuistas están eximidos de la comunidad de esta manera. ¿Como dudar de que esta exención debilita a todo el Colegio episcopal?
Mons. Michel Schooyans
Referencias bibliográficas:
CARIOU, Pierre, Pascal et la casuistique, Paris, PUF, colección Cuestiones, 1993.
Papa Juan Pablo II, carta encíclica Veritatis Splendor, Vaticano, 1993.
Testamento de Nouveau, TOB [Traducción ecuménica de la Biblia], ediciones numerosas.
Pascal, Les Provinciales, texto a cargo de por Jacques Chevalier, París, La Pléiade, 1954.
Pascal, Les Provinciales, edición revisada por Jean Steinmann, París, Armand Colin, 1962.
Prólogo de Pascal, Les Provinciales, por Robert Kanters, Lausanne, Éd. Rencontre.1967.
Wikipedia: se halla muy buena documentación sobre Pascal, casuístico, provincial.