He leído en estos días en InfoCatólica la reseña de un conferencia de Prensa dada en nombre de la Asociación España Laica por tres dirigentes de ella. Para empezar hay una foto de ellos con una bandera republicana detrás, por lo que quiero recordar lo que hubiese sucedido si esta Conferencia se da en tiempos de la República, con una bandera rojigualda detrás. En efecto la Ley de Defensa de la República del 21 de Octubre de 1931 (han leído bien dice 1931, no 1936) decía así: “Art. 1º. Son actos de agresión a la República y quedan sometidos a la presente Ley:
VI. La apología del régimen monárquico o de las personas en que se pretenda vincular su representación, y el uso de emblemas, insignias o distintivos alusivos a uno u otras”.
Las sanciones no eran precisamente suaves: “Art. 2º. Podrán ser confinados (residencia forzosa) o extrañados (desterrados), por un período no superior al de vigencia de esta ley, o multados hasta la cuantía máxima de 10.000 pesetas (el salario de varios años), ocupándose o suspendiéndose, según los casos, los medios que hayan utilizado para su realización, los autores materiales o los inductores de hechos comprendidos en los números I al X del artículo anterior”.
Esta Asociación, nos dicen “es una asociación laicista española que asume el laicismo como condición indispensable de cualquier verdadero sistema democrático y que defiende el pluralismo democrático como condición indispensable de cualquier verdadero sistema democrático y que defiende el pluralismo ideológico en pie de igualdad como regla fundamental del Estado de Derecho y el establecimiento de un marco jurídico adecuado y efectivo que lo garantice y lo proteja frente a toda interferencia de instituciones religiosas que implique ventajas o privilegio”.
El sentido obvio de “el laicismo como condición indispensable de cualquier verdadero sistema democrático”, es que para ser demócrata hay que ser laicista y todo lo que no sea laicismo no es democracia. En pocas palabras, los creyentes, aunque seamos partidarios de un Estado laico, si bien no laicista, no somos por tanto demócratas.
¿Cuál es la diferencia? El principio elemental laicista es la total separación entre Iglesia y Estado y el rechazo de cualquier subvención a las entidades religiosas porque ello contraviene el principio de igualdad entre los ciudadanos. Esto por supuesto afecta a la educación, donde hay que ir a la escuela única, pública y laica, debiendo estar la clase de religión absolutamente fuera del aula. Además, yo, laicista, tengo derecho a defender mis ideas, que no están emponzoñadas por creencias religiosas. En cambio, Vd. creyente, no puede defender las suyas, porque están infestadas por sus creencias religiosas y por tanto no son democráticas. Pero como contra el hecho no valen argumentos, es indiscutible que ha habido grandes políticos democráticos católicos, como los fundadores de Europa, Adenauer, De Gasperi, Schumann, quienes llevaron a la política sus ideas, valores y convicciones cristianas de reconciliación y de amor al prójimo. Incluso la bandera de Europa es una bandera mariana (no de Rajoy, sino de la Virgen María). En cambio el Estado laico sabe que una educación en valores democráticos, no supone confrontación con la Iglesia, sino buenas relaciones y colaboración mutua, porque como dijeron los socialistas alemanes cuando llegaron al poder después de la Segunda Guerra Mundial: “El Estado alemán no tiene suficiente dinero para hacer, lo que con muchos menos medios, hacen las Iglesias (católica y protestante)”.
Como educador que he sido he tenido que aguantar la matraca de los laicistas, especialmente en el terreno educativo. Pero creo que la mejor expresión de los valores democráticos se encuentra en la Declaración de Derechos Humanos de la ONU del 10 de Diciembre de 1948 que dice en su artículo 26 & 3: “Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”, mientras el artículo 27 & 3 de nuestra Constitución precisa: “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”. Preguntoen consecuencia: ¿qué es más democrático, reconocer el derecho de los padres a que se eduque a sus hijos conforme a sus convicciones, o, por el contrario, oponerse a ello?
No es por nada, pero estoy convencido que, al menos en cuestiones educativas, los laicistas no son demócratas, sino totalitarios, postura de la que me convencí cuando leí la Encíclica de Pío XI del 14 de Marzo de 1937 “Mit brennender Sorge” “Con profunda preocupación”, contra los nazis, y llegué a la conclusión que en lo referente a la educación los nazis y los laicistas dicen lo mismo.
Pedro Trevijano.