Cuando al escritor Juan Manuel de Prada se le preguntó en algún momento sobre qué pensaba respecto al liberalismo, respondió que «el liberalismo es el caldo de cultivo que la derecha aliña, creando las condiciones sociales, económicas y morales óptimas para el triunfo de la izquierda, que es la que mejor ha sabido vender las falsificaciones de la libertad inventadas por el liberalismo». En consecuencia, es el mismo liberalismo quien termina cimentando el camino para que la izquierda lo atraviese sin problemas, consolidando su ideario «progre».
Liberalismo y socialismo progresista se parecen más de lo que a primera vista pudiera notarse. Un ejemplo claro es lo que hoy sucede al interior del bloque opositor «Chile Vamos», principalmente con Evópoli, quienes buscan la posibilidad de que la discusión sobre el aborto quede abierta, con el objetivo de poder abarcar más electores. Así, un tema de magna importancia como es la vida humana de un indefenso e inocente, queda relegado y no tratado en el documento fundacional del bloque opositor, esa al menos fue la intención.
Felipe Kast, diputado y presidente de Evópoli, sostiene que está contra el aborto, pero afirma –al mismo tiempo– que sería un error no considerar tener las puertas abiertas a quienes piensan distinto. Ahí está el punto clave del liberalismo: ceder en aspectos morales graves para llegar al poder, olvidando derechos tan importantes como el de la vida misma, considerado por la doctrina constitucionalista como el derecho más importante de todos, porque es la prerrogativa necesaria para el ejercicio de todos los demás derechos.
Este derecho no solo tiene una función negativa en cuanto a su protección (un «no matarás»), sino que también un aspecto positivo, de promoción de ésta, desde la misma concepción hasta la muerte natural. Por lo tanto se esperaría, como mínimo de un bloque opositor al actual Gobierno, que sea fuerte y decidido en el derecho a la vida, tema tan relevante para el destino de una patria.
Pero el virus liberal se introduce de variadas maneras, y este es un ejemplo de cómo el socialismo y el liberalismo son dos caras de una misma moneda. Buscan el progreso material de la sociedad, con soluciones distintas evidentemente, pero con un ethos similar: la limitación de la perfectibilidad humana a lo exclusivamente materialista.
El liberalismo acabó engendrando la libertad enloquecida del dinero, que fue lo que a la postre trajo el comunismo en el siglo XX y, si bien el problema es que la función del gobernante era proteger al pueblo del dinero, lo que está ocurriendo en nuestro tiempo es que los gobernantes protegen al dinero del pueblo.
Evópoli se ha ido convirtiendo –de la mano de Felipe Kast– en un referente liberal para el país, junto con Amplitud. Con todo lo dicho anteriormente, la pregunta es: ¿en qué se diferencia un «socialista abortista» de un «liberal abortista» que oculta la defensa de la vida de un ser humano para ganar más votos? Probablemente en poco, a fin de cuentas.
El bien común busca el máximo desarrollo posible, material, físico y espiritual de la persona humana. Es una de las funciones y deberes del Estado, inclusive reconocido por nuestra Constitución en su artículo 1°. Poner el acento en el progreso de un país solo desde una perspectiva numérica o económica tiene como consecuencia que liberalismo y socialismo caminen de la misma mano.
Gonzalo Carrasco A.
Publicado originalmente en Viva Chile