Es rogar a otro para que dé o haga algo, por justicia o por gracia. Jesucristo santificó el acto de pedir, en términos nunca igualados: «Pidan, y se les dará». ¿Rey de la demagogia populista? Maestro, más bien, de sabiduría humanista. Si uno pide es porque necesita que otro le dé. El niño-hijo no puede autoalimentarse, autovestirse, automedicarse, autoeducarse, autodefenderse. Su indigencia atrae como imán a la potencia sustentadora de vida: el padre. El llanto del niño-hijo que pide pan es una oración. Aun un padre malo se conmueve al oírla y encuentra modo de dar lo que el niño-hijo le pide: pan. No piedras incomibles ni culebras venenosas: pan para la vida.
Pero el Padre de Jesús, también Padre nuestro, es bueno y sabe dar cosas buenas a quienes se las pidan. Esas cosas buenas están íntegramente contenidas en el Padrenuestro. «Santificado sea tu nombre»: su nombre es Amor. La primera petición enseñada por Jesús es que nosotros, santificados por la fe bautismal, testimoniemos el mismo amor con que el Padre nos ama: abrazando a justos y pecadores, amigos y enemigos. «Venga a nosotros tu Reino»: el Reino del Padre es Justicia, Paz y Alegría de Amar.
Pedimos pan, el pan de cada día, es decir sin acumular ni acaparar ni especular, sólo lo suficiente y necesario para hoy, para mí, para los indigentes que lo recibirán gratuitamente de mi mano. Junto con el pan, en sugerente yuxtaposición, pedimos el perdón de cada día. El perdón es tan vitalmente necesario como el pan. Aun más necesario. Podemos sobrevivir días sin pan. No podemos seguir viviendo sin perdonarnos cada día, antes que el sol se ponga sobre nuestra ira.
Pedimos no caer en la tentación: el astuto engaño que presenta el mal como atractivo bien, y el bien como insoportable mal. Petición que supone inteligencia para discernir y fortaleza para resistir. Y al final, pedimos ser liberados del Maligno: del mentiroso, del soberbio, del envidioso, del insidioso, del violento, del desesperadamente triste y entristecedor de los demás.
El gozne articulador, soporte y garante de estas seis peticiones filiales está en el medio: «Hágase, Padre, tu voluntad, así en la tierra como en el cielo». Esta petición contiene una autoexigencia descomunal. Quien la formula está diciendo en serio que renuncia a hacer lo que le gusta o parece, para enfocarse sólo en lo que Dios Padre le dé a conocer como voluntad suya. Y por la vida de Jesús sabemos que esa amorosa voluntad paternal procura vida y gozo a sus hijos mediante un cáliz amargo y una dolorosa cruz.
En el pedir cristiano no hay lugar para el engaño. Se pide gracia para poder entronizar la justicia y multiplicar el amor. Y el que te da, te pedirá inocultable cuenta del don que recibiste.
Publicado originalmente en Diario Financiero, blog del P. Raúl Hasbun