Cuando estaba a punto de enviar mi artículo semanal he leído un artículo firmado por Antonio Paniagua en mi periódico local que me ha hecho casi dar un bote en la silla. Con el titular “Rouco y otros diez cardenales plantan cara al Papa Francisco” continúa como subtítulo “Publican un libro que cuestiona la apertura de la Iglesia en los asuntos de permitir comulgar a los divorciados y el acercamiento a los gais”-
El artículo se inicia así: “Once cardenales, entre ellos el cardenal Antonio María Rouco han unido sus fuerzas para impugnar en toda regla uno de los puntales del magisterio del Papa. Los purpurados expresan su oposición al deseo de Francisco de abrir las puertas de la Iglesia a los divorciados vueltos a casar.
Los prelados díscolos aseguran que el matrimonio homosexual atenta contra la ley de Dios y aseguran que las rupturas matrimoniales son una pandemia. Las críticas a la nueva línea impuesta por Jorge Mario Bergoglio llegan en un momento inoportuno a pocos días que comience el Sínodo de la Familia, en el que debatirán estas y otras cuestiones.
No es que el Vaticano bendiga las bodas gais, pero al menos, como se puso de manifiesto en el anterior sínodo, entiende que los homosexuales tienen ‘dones y cualidades que ofrecer a la comunidad cristiana’. La andanada de los once cardenales es un síntoma más de la contestación interna a la postura del Pontífice…”.
Creo que es difícil escribir más errores en menos espacio. Empecemos por la excomunión de los divorciados:
San Juan Pablo II, en su Exhortación Apostólica “Familiaris Consortio” dice: “exhorto vivamente a los pastores y a toda la comunidad de los fieles para que ayuden a los divorciados, procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la Iglesia, pudiendo y aun debiendo, en cuanto bautizados, participar en su vida. Se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar a los hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios. La Iglesia rece por ellos, los anime, se presente como madre misericordiosa y así los sostenga en la fe y en la esperanza.
La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura, reafirma su praxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez” (nº 84). En pocas palabras no hay ni ha habido excomunión, pero sí no admisión a la comunión eucarística.
Volviendo de Estados Unidos el Papa en el avión ha dicho: “¿El divorcio católico? Eso no existe. O no hay matrimonio o es indisoluble”.
Sobre el problema homosexual: el cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco, en carta del 20 de Junio del 2010 a las Carmelitas Descalzas de Buenos Aires, se opone a la consideración de la unión homosexual como matrimonio, porque está en juego la identidad y la supervivencia de la familia, así como la vida de tantos niños que serán discriminados de antemano privándolos de la maduración humana que Dios quiso se diera con un padre y una madre. Ello además supone un rechazo frontal a la ley de Dios, grabada en nuestros corazones. Incluso afirma: “No seamos ingenuos; no se trata de una simple lucha política, es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una ´´movida´´ del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios”. En lo que estoy de acuerdo es que muchos de ellos tienen ‘dones y cualidades que ofrecer a la comunidad cristiana’, en especial aquéllos que tratan de vivir cristianamente en castidad . No nos olvidemos que el ser humano disfruta de libertad y responsabilidad.
Los cardenales aseguran que las rupturas matrimoniales son una pandemia. Dice la “Gaudium et Spes” en el Concilio Vaticano II: “Sin embargo la dignidad de esta institución (el matrimonio y la familia) no brilla en todas partes con el mismo esplendor, puesto que está oscurecida por la poligamia, la epidemia del divorcio, el llamado amor libre y otras deformaciones; es más el amor matrimonial queda frecuentemente profanado por el egoísmo, el hedonismo y los usos ilícitos contra la generación”.
En pocas palabras me parece muy curiosa una contestación en la que los contestatarios dicen lo mismo que el contestado, y dicen lo mismo porque los cardenales y el Papa se mantienen fieles al Magisterio de la Iglesia.
Pedro Trevijano, sacerdote