La presencia en España del cardenal Bertone, ha sido calificada de «visita privada», quizá porque responda a la invitación que le hizo el Episcopado español en octubre. El objetivo era dar una conferencia sobre derechos humanos a los obispos. Sin embargo, como no podía ser de otra manera por tratarse del secretario de Estado del Vaticano, su agenda se ha llenado de actos del más alto nivel político (reuniones con el Rey, Zapatero y Rajoy, entre otros). Estas entrevistas son una muestra del empeño de la Santa Sede por mantener abierta una vía de diálogo con el Gobierno, a pesar de su programa laicista. Lo ha hecho siempre así y lo sigue haciendo, incluso con países donde el ataque a la Iglesia es muchísimo mayor que en España; un ejemplo, la visita del propio Bertone a Cuba en febrero del año pasado.
No se trata de halagar ingenuamente al Gobierno hostil para ver si cambia, sino de practicar aquello de que todo se puede decir con una sonrisa, en este caso diplomática. Ni mucho menos se trata de que el Vaticano esté desautorizando a la Conferencia Episcopal. La diplomacia no es obstáculo para que la Iglesia mantenga con el Gobierno otro tipo de diálogo, el que corresponde a los obispos, presididos por el cardenal Rouco. Cuando el Ejecutivo insiste en llenar de contenidos una asignatura como Educación para la Ciudadanía que, según el propio Supremo ha sentenciado, van contra los derechos de los padres; cuando se prevé la introducción del aborto en el capítulo de los derechos humanos; cuando se está avanzando en la elaboración de una ley de eutanasia, está claro que hay que mantener firmeza. Bertone hace su parte, Rouco la suya y las dos son necesarias. Ambos buscan el mismo objetivo por caminos que son complementarios y así lo entienden los dos. Hay que rezar para que lo consigan.
Santiago Martín, sacerdote