En medio de un clamoroso silencio de los medios que suelen mostrarse entusiasmados con lo que llaman «la revolución de Francisco», el Papa ha pronunciado dos importantes discursos sobre el matrimonio, la familia y el valor de la vida humana, en menos de cuarenta y ocho horas. Francisco ha denunciado que estamos en un tiempo en que se juega y se experimenta con la vida, y ha advertido que eso constituye «un pecado contra Dios Creador». ¿No daría esto al menos para un humilde titular de la gran prensa? Porque el Papa no se ha limitado a repetir la doctrina, de sobra conocida y que siempre ha enseñado Jorge Bergoglio como hijo y como pastor de la Iglesia. Esta vez, con su genio personal y su capacidad comunicativa, ha perfilado una estocada a la cultura del utilitarismo que niega cualquier significado que no sea el de la pura arbitrariedad del poder. «¡Cuidado!: jugar con la vida es un pecado contra el Creador».
En un discurso a la Asociación de Médicos Católicos Italianos, el Papa ha denunciado que hoy la «calidad de la vida» suele vincularse a las posibilidades económicas, al bienestar, a la belleza y al goce de la vida física, olvidando dimensiones más profundas. Y ha sostenido que, en realidad, la vida humana siempre es sagrada y siempre es «de calidad». La siguiente denuncia, que tampoco ha encontrado eco en los medios, se refiere a la «falsa compasión» que consiste en facilitar el aborto, en procurar la eutanasia o en producir un hijo, considerándolo como un derecho y no como un don que ha de ser acogido. La compasión evangélica, por el contrario, consiste en hacerse cargo de las necesidades del otro, acompañándolo en su camino.
Pese a lo que transmiten todas las terminales del nihilismo, «no existe una vida más sagrada que otra, ni cualitativamente más significativa que otra». Y refiriéndose al aborto y la eutanasia, ha señalado que en la antigüedad y en la modernidad la palabra asesinato significa exactamente lo mismo. Por eso ha invitado a los médicos católicos a realizar el oficio del Buen Samaritano, inclinándose sobre las heridas de todos, y asumiendo las consecuencias sociales de este compromiso. Se ha referido el Papa explícitamente, con claridad y delicadeza, a la objeción de conciencia, como una posibilidad para la que los médicos deben estar disponibles, como expresión de su compromiso con el valor de toda vida humana.
Pero hay un segundo discurso, de parecida sagacidad y contundencia, que se refiere al matrimonio y a la familia. Lo ha pronunciado ante los participantes en el Coloquio Internacional sobre la complementariedad entre hombre y mujer, promovido por la Congregación para la Doctrina de la Fe. Francisco ha hablado de «una cultura de lo provisional que rechaza el matrimonio como compromiso público y ha denunciado la falsa «bandera de la libertad» que algunos enarbolan, pero que en realidad «conducen a la devastación espiritual y moral de innumerables seres humanos».
El Papa ha señalado que «la crisis de la familia ha dado origen a una crisis de la ecología humana», y ha advertido que la cultura social, incluida la católica, está siendo demasiado lenta a la hora de reaccionar ante este desafío, dado que «la familia permanece como el fundamento de la convivencia y la garantía contra la exclusión social». En este sentido ha pedido no caer en la trampa de analizar el significado y valor de la familia mediante conceptos ideológicos: «no se puede hablar de familia conservadora o familia progresista, ¡la familia es familia!, y tiene fuerza en sí misma». Un tema que sin duda retomará Francisco en septiembre de 2015 en Filadelfia, ya que ha confirmado personalmente su presencia en el Encuentro Mundial de las Familias.
Ni de estas cosas, ni de la proclamación del derecho de los niños a crecer con un padre y una madre que favorezcan su crecimiento y maduración afectiva, se han dado por enterados los medios, incluidos algunos católicos. Curioso. En todo caso, para los creadores de revoluciones virtuales y para los que amenazan con el apocalipsis doctrinal, deberían ser de obligada lectura. Y para todos los fieles sencillos, que necesitan la fortaleza y la sabiduría del Sucesor de Pedro.
José Luis Restán
Publicado originalmente en Páginas Digital