Fue el filósofo alemán Nietzsche quien se hizo bastante célebre por su contundente frase de «Dios ha muerto» (ya en el siglo XIX expresada), cuyo «fondo de intención» ha sido y sigue siendo analizada por los estudiosos del pensamiento moderno. Modestamente creo (y no soy doctor en filosofía) que ese maestro «de la sospecha» lo que hizo fue constatar como la ideología de la Ilustración (motor de la revolución francesa de 1789) había conseguido la perversa sustitución de «DIOS» (tanto en el centro del Universo como en el interior del corazón humano) por la del «hombre» (entendido éste como demiurgo de su propia felicidad). A través de la asunción de la doctrina Kantiana la «diosa razón» (representada por una mujer ufana de su impureza) había obtenido su diabólica victoria frente a la Fe de los hijos de Dios que, a partir de ahora, empiezan a confiar más en sus propias cualidades antropológicas que en la Divina Providencia.
La «muerte de Dios» anunciada por Nietzsche abría la puerta, ya a inicios del siglo XX, a la misma muerte del SER, desde en momento en que se abría paso la filosofía personalista (basada en Hegel y su idealismo panteísta) que iba a sustituir ahora la «esencia» (inmutable) por el «sentimiento» (variable y pasajero). De manera que, a partir de entonces serían engañadas en esta falsa «religión» en primer lugar las élites intelectuales para, a partir de la segunda mitad del siglo XX, el virus contagiara al resto del pueblo creyente. El «modernismo» (conjunción de todas las herejías, como enseñaba San Pío X) era precisamente la versión teológica de la suma dada por el racionalismo kantiano y el idealismo hegeliano, y, dicho en «cristiano» (con perdón), los efectos en el interior de la cristiandad no se hicieron esperar:
1: La filosofía Tomista, basada en verdades que proceden de Dios (única Verdad), es sustituida por la filosofía personalista, que parte del ser humano en vez de partir de Dios.
2: El método DEDUCTIVO se convierte radicalmente en método INDUCTIVO, para la teología y para la misma vida pastoral.
Este ataque letal contra el SER se produce en forma de pinza (externa a la Iglesia e interna a la misma):
- Externamente a través del liberalismo democrático que reduce la Verdad y el Bien a la decisión en CONSENSO de una mayoría, real o manipulada. El liberalismo impone el estilo materialista de vida donde el ser humano deja de creer en lo trascendente para confiar sólo en lo aparente.
- Internamente a través del modernismo teológico, se configura el llamado «Espíritu del Concilio» que interpreta en clave liberal y personalista el mismo Vaticano II para implantar en el seno de la Iglesia una nueva concepción de la fe basada en la adecuación de Cristo al sentir huamano en lugar de la llamada a la conversión de los corazones humanos a la Voluntad de Dios expresada en la Palabra de Cristo e interpretada legítimamente por el Magisterio de la Iglesia durante 20 siglos.
La conjunción de ambos venenos se hace causa común sobre todo desde los años 60 y muy especialmente en el «mayo francés de 1968» cuando nace la posmodernidad marcada de un sentimentalismo ideológico que encaja perfectamente con el secularismo católico de doble raíz luterana y orientalista. Hoy, casi medios siglo después, el resumen «simple» de lo escrito se puede mostrar en un ejemplo ya tópico en nuestras comunidades: cuando un sacerdote (no modernista) recuerda a un feligrés que «tal cosa ES Pecado», el oyente absorto responde «será pecado para la Iglesia pero yo lo SIENTO de otra manera»……..¿Les suena a todos ustedes?…..; hace pocos días escuché a un participante del Sínodo de la Familia que NO conviene decir a nadie que viva en pecado que eso SEA pecado……
Pues, lo dicho en el título del artículo: «El SER ha muerto»….¡Viva el Sentimentalismo»; y si este «funeral» contara con el aplauso de jerarquías de la Iglesia…..habrá que aludir al Evangelio:
«Cuando llegue el Hijo del Hombre, ¿encontrará Fe sobre la tierra?» (Lucas 18)
P. Santiago González