Hoy da la impresión de que el mandamiento mayor de la «ley» en lo que se conoce como «nueva cristiandad» es «dialogarás sobre todas las cosas teniendo como objetivo final seguir dialogando». Es un diálogo que no busca llegar a la Verdad Objetiva sino que se recrea en si mismo como si el único objeto fuera precisamente no expresar esa Verdad en tanto que siempre habrá alguien que no la acepte y, por tanto, supondrá el reinicio del diálogo.
¿Creen que exagero?....¿Creen que hago juego de palabras?....; Reflexionemos sobre los que HOY sucede en el seno mismo de la cristiandad, y sin temor alguno hagamos examen de conciencia personal y también proyectado de manera auto-crítica en la Iglesia. La pregunta es: ¿Donde está la el anuncio a la CONVERSIÓN de los corazones?; ¿Es más importante que las mentes dialoguen a que los corazones se conviertan?; ¿No parece sino que la Iglesia en gran parte ha renunciado a predicar la conversión de las almas frente a la exigencia secularista de adaptarse a las «nuevas situaciones» (o sea nuevos pecados)?
Da la impresión, y ha de reconocerse lamentablemente, que el primer impulso de la pastoral católica ante el PECADO no es el aliento a su reconocimiento, arrepentimiento y conversión, no. Eso parece DESTERRADO y, lo que se percibe en primer término, sin duda alguna, es el DIÁLOGO con la situación de pecado (a la que se califica de forma suave para no herir sensibilidades) para buscar al mismo una SALIDA PASTORAL que eclipse por completo una formación católica de garantía en aras a la regeneración del Alma y su regreso al Hogar del Padre. Esa joya del Evangelio de Lucas que es la Parábola del Hijo Pródigo se ha secularizado de tal modo que hoy, en el siglo XXI, se la somete a una nueva lectura: El hijo pródigo HOY no tendría necesidad de volver a la casa del Padre, porque el Padre (según la hermenéutica de HOY) ya habría viajado antes al país de los cerdos para buscar una justificación al pecado de su hijo y, de ese modo, celebrar entre puercos el banquete de la Eucaristía sin necesidad de que el pecador se arrepintiera de nada.
Un diálogo encaminado a la Verdad no sólo no es malo sino del todo es deseable. Pero un diálogo que coloque al mismo nivel la verdad y la mentira, el vicio y la virtud, el pecado y la Gracia, la fe verdadera y las ideologías....etc sólo sirve para llegar a una única conclusión: el destierro de la Conversión, ya que la Conversión Sincera (no hay otra posible) supone el fin del diálogo y los que pretendan hacer del diálogo un fin en si mismo asumirán la Conversión como el fracaso de su mismo fin. Hagamos votos para que la predicación de la CONVERSIÓN (como hizo Cristo, que pasó la vida alentando el arrepentimiento y dialogando más bien poquito) revierta la situación y destierre de una vez el «dialoguismo» ideologizado que ha infectado ya gran parte de la llamada «neo-evangelización».
Santiago González, Sacerdote