El pasado lunes, 27 de enero, PSN, I-E, BILDU y ARALAR-NaBai aprobaron una declaración institucional reprobando las palabras del Cardenal Fernando Sebastián sobre la homosexualidad («deficiencia que puede recuperarse con un tratamiento adecuado»).
El socialista Lizarbe hablo de que «hay que tener respeto a las personas». Nuin, de Izquierda Unida, señaló que «estas declaraciones deberían estar tipificadas y sancionadas» en el Código Penal. Maiorga Ramírez (Bildu) calificó la declaración como «absolutamente inaceptable» y «homófoba», además de que «contraviene principios fundamentales de libertad, decencia y modernidad» y está «fuera del sentido común». Para Aierdi, de Geroa Bai, las palabras del Cardenal Sebastián «se califican por sí solas» y son «propias de otro tiempo, de otra época».
¿Es de recibo que en una sociedad puedan dar lecciones de respeto a las personas quienes son herederos de los regímenes más criminales que ha habido en la historia? Realmente, es un chiste macabro que socialistas, comunistas o marxistas tengan que llevarnos por el camino del amor al prójimo.
Permítasenos apelar a la memoria de nuestras señorías y de quienes sienten complejo ante sus lecciones. Citamos al comandante Ché Guevara: «A Guanahacabibes se manda a la gente que no debe ir a la cárcel , la gente que ha cometido faltas a la moral revolucionaria de mayor o menor grado… es trabajo duro, no trabajo bestial».
No sabemos si les sonará Guanahacabibes a los antihomófobos ni a los que tienen complejo de homófobo. Pero «este campamento fue el precursor del confinamiento sistemático, a partir de 1965 en la provincia de Camagüey, de disidentes, homosexuales, victimas del SIDA, católicos, Testigos de Jehová, sacerdotes afro-cubanos, y otras escorias por el estilo, bajo la bandera de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP)» (Álvaro Vargas Llosa, The New Republic «La máquina de matar: El Che Guevara, de agitador comunista a marca capitalista».
¿Se puede aguantar semejante abuso? ¿Puede aceptarse este ejercicio de cinismo e hipocresía?
José Miguel Navarro