Yo no puedo dar a nadie lecciones sobre el aborto porque no estoy precisamente orgulloso de algún episodio de mi pasado relacionado con este asunto. No me gusta la hipocresía y procuro que lo que escribo yazca sobre lo que vivo.
Pero es evidente que un bebé no es el cuerpo de una mujer sino una vida nueva que la mujer lleva dentro; y que tiene que custodiar desde ese primer momento. El bebé es una vida en el vientre materno tal como lo será cuando su madre dé a luz.
No existe el «derecho» de matar a nadie, ni de interrumpir una vida, por usar ese eufemismo. Que luego cada cual actúe como pueda es algo en lo que ni puedo ni quiero meterme, pero como sociedad no podemos crear debates estériles partiendo de premisas falsas porque unas cuantas señoras estén amargadas y todo lo que tocan quieran convertirlo en muerte.
No tenemos derecho a matar ni a morir. Tenemos derecho a la vida y a protegernos de la muerte. La libertad no es morir sino seguir vivo. Tenemos el derecho, y el deber, de rebelarnos contra el yugo feminista, contra su profunda estupidez y su impotencia destructiva. El feminismo es un odio y como todo odio abraza a la muerte cuando llega a su extremo.
Que una mujer tenga que pensárselo 7 días antes de abortar es una magnífica idea, aunque tal vez se lo tendría que pensar 7 minutos antes de acostarse con el primero que pasa. La primera condición de la libertad es la responsabilidad, y no hacerle pagar los platos rotos de nuestros actos al más débil. Ni hemos retrocedido 20 años, ni el aborto es un derecho de la mujer, ni tampoco la vida de su bebé es suya aunque la lleve dentro.
Las comparaciones que ha hecho la izquierda porque el día en que se aprobó la Ley Gallardón era el aniversario del asesinato del almirante Luis Carrero Blanco han sido del todo inexactas. No es tenga que entristecernos que aquella muerte significara un progreso y esta ley un retroceso, sino que tiene que alegrarnos que ETA ya no mate y que la por fin superada ley de Zapatero también deje de hacerlo: puestos a hacer juegos de palabras, la derecha siempre lo hacemos con más gracia.
Si quieren otro les diré que, con la ley de los socialistas, María habría podido abortar sin pensarlo cuando al principio José no se creyó que Dios la hubiera fecundado. Y nos habríamos quedado sin Historia. Gracias a que todavía no existía Zapatero, el miércoles podremos celebrar con júbilo y esperanza el Nacimiento de todos los nacimientos.
Salvador Sostres
Publicado originalmente en Guantánamo, diario El Mundo