El 1 de diciembre la agencia francesa I-Media realizó una entrevista al representante de la Santa Sede ante la ONU, Mons. Celestino Migliore. Una de las preguntas, concretamente la tercera, iniciaba recordando que Francia tenía la intención de presentar una propuesta para pedir la “despenalización” de la homosexualidad en el mundo para luego formular la interrogante directamente: “¿Cómo reacciona ante esta propuesta?”.
Mons. Migliore respondió: “Todo aquello que va en favor del respeto y de la tutela de las personas es parte de nuestro patrimonio humano y espiritual. El Catecismo de la Iglesia Católica dice, y no desde hoy, que en el trato con las personas homosexuales se debe evitar todo marco de injusta discriminación. Pero aquí la cuestión es otra. Con una declaración de valor político, firmada por un grupo de países, se pide a los Estados y a los mecanismos internacionales de actuación y control de derechos humanos agregar nuevas categorías protegidas por la discriminación. Por ejemplo, los Estados que no reconocen la unión entre personas del mismo sexo como “matrimonio” serán puestos a la caza y hechos objetos de presión”.
Una gran cantidad de medios de comunicación en el mundo recogieron esta parte de la entrevista y desplegaron titulares totalmente ajenos al contenido de la respuesta. Así, las primeras páginas en prensa escrita o digital y las entradillas televisivas y radiofónicas en no pocos países oscilaban entre que el Vaticano se adhería a la pena de muerte para los homosexuales u, otras menos radicales aunque ciertamente dolosas, que el Vaticano quiere meter en la cárcel a los homosexuales. O lo que es lo mismo, se ha hecho pasar a la Santa Sede como autora de la penalización de la homosexualidad en base a sacar de un contexto las declaraciones del nuncio ante la ONU.
Las reacciones en el mundo político no se han hecho esperar. Los grupos activistas gays también han comenzado una caza mediática en los numerosos portales de internet que manejan y en las declaraciones que han hechos y siguen dando.
De hecho, el crescendo reaccional ha hecho que el portavoz de la Santa Sede, el jesuita Federico Lombardi, haya emitido una declaración al respecto en la que afirmó: “Obviamente nadie quiere defender la pena de muerte para los homosexuales, como algunos quisieran dar a entender”. “Los conocidos principios del respeto de los derechos fundamentales de la persona y del rechazo de toda injusta discriminación –reconocidos claramente por el Catecismo de la Iglesia Católica– excluyen evidentemente no sólo la pena de muerte, sino todas las legislaciones penales violentas o discrimininatorias en relación con los homosexuales”, declaró.
¿Y qué dice concretamente el Catecismo al respecto? “Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba”. Y más adelante recuerda: “Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta” (Cf. CIC 2358).
Nuevamente estamos de frente a un caso de tergiversación de la información, un hecho muy socorrido en los temas religiosos, sobre todo si tienen que ver con la realidad católica. La respuesta, que en su contenido no tiene ninguna alusión que huela a ataque contra un grupo concreto, se ha interpretado como tal. Una lectura pausada y atenta lo confirma.
A mediados de este mes de diciembre, la Asamblea General de las Naciones Unidas examinará una declaración propuesta por la Unión Europea y otros países que desean la “despenalización” de la homosexualidad en todo el mundo. Un diplomático francés –Francia tiene la presidencia en turno de la Unión Europea–, Rama Yade, se está ocupando de llevar adelante la iniciativa, según declaraciones de la misión francesa ante la ONU a la agencia de noticias ANSA.
No obstante que menos de 50 países miembros de la ONU han anunciado su apoyo a este proyecto, mientras que más de 150, entre ellos la Santa Sede, no lo han hecho, es justamente al Vaticano en el que se quiere buscar el chivo expiatorio por el que parece no prosperará la iniciativa.
¿Y es que no resulta positiva una despenalización de la homosexualidad como medio para la no discriminación? Como dejó ver Mons. Migliore y declaró el mismo padre Lombardi, “no sólo se busca despenalizar la homosexualidad, sino introducir una declaración de valor político que puede derivarse en sistema de control, según los cuales, toda norma –no solo lega, sino también relativa a la vida de los grupos sociales o religiosos– que no ponga exactamente en el mismo nivel toda orientación sexual podría ser considerada como contraria al respeto de los derechos del hombre”, lo que “puede convertirse en instrumento de presión o discriminación ante quien, sólo por poner un ejemplo muy claro, considera que el matrimonio entre un hombre y una mujer es la forma fundamental y originaria de la vida social”.
Es decir, se quiere hacer una relectura de la Declaración de Derechos Humanos a la luz de la orientación sexual lo que conllevaría recortar la libertad de expresión y religiosa para quienes piensen distinto sobre la homosexualidad.
Esta vez, como tantas otras, la justa preocupación del Vaticano se ha convertido en motivo de polémica instrumental y de ataques inútiles. Una falta de lectura atenta de la fuente original ha desencadenado algo que, seguramente, se sumará a las muchas leyendas negras que tiene la Iglesia. No estaría de más preguntar si alguno ha leído las declaraciones y si conoce lo que un documento oficial de la Iglesia, piensa sobre las personas homosexuales. Quizá así la nueva inquisición no pondrá a la Iglesia católica en el índice de instituciones vejadas.
Jorge Enrique Mújica, L.C.