La comodidad es el origen del mal. No hemos venido al mundo a estar cómodos sino a hacer las cosas bien. Hay un orden y una jerarquía. Algo que debemos. Una luz que nos ha traído hasta aquí.
El fin de trayecto de la comodidad es hacer tus necesidades en la esquina, que siempre es más cómodo que ir al váter. Es más cómodo divorciarse que pensar bien con quién te casas, y que tener paciencia y profundizar en la verdadera dimensión del amor. Es más fácil abortar que pensar un poco antes de dar rienda suelta a tus instintos más primarios.
Cuando todo es comodidad, todo es relativismo. Cuando todo es relativismo, la vida no vale nada y es hasta más cómodo morirse que aguantar el dolor o las circunstancias más amargas.
El socialismo ha querido convertir en derecho, o en conquista social, cada comodidad, cada claudicación, y presentar como una victoria de la libertad lo que no ha sido más que la degradación del alma y de la vida.
Por mucho que la izquierda insista en su propaganda demagógica y relativista, y acomodaticia, la libertad no es divorciarse sino fortalecer el vínculo superando juntos las dificultades y los desafíos; la libertad no es abortar sino darle a tu cuerpo un trato digno y vivir el amor del modo más intenso y profundo; la libertad es esforzarse en hacer las cosas bien y no desparramarse de cualquier manera. Insistir en la vida, aferrarse a ella y tratar de concretar tu deseo de un mundo mejor.
Ni la comodidad es un lujo ni la libertad un derecho. Tantos años de propaganda izquierdista han arrastrado a una estremecedora cantidad de pobre gente a la debilidad mental de creer que bien y mal no existen, que algo se les debe y que cualquier forma de exigencia o de rectitud son el fascismo. No hay peor totalitarismo que el pensamiento único de la corrección política, que la bromita siempre estúpida de los que nada se toman en serio, ni siquiera la vida (sólo hay que ver con qué pasión hablan del aborto y de la eutanasia).
No. No hemos venido al mundo a estar cómodos. Hemos venido al mundo a borrar las huellas del pecado original y a dar esperanza; a hacernos dignos de los dones que nos han sido concedidos y a tratar de estirar un poco más allá los límites de la Humanidad.
Existe el bien y existe el mal, la culpa y la piedad. La izquierda nos desactiva como personas y nos vuelve masa amorfa y acrítica. Existe el alma. Y con ella nos rebelamos contra la siniestra maquinaria.
Salvador Sostres
Publicado originalmente en Guantánamo, Diario El Mundo