Ser padres no es un derecho, es una posibilidad y si me apuran un destino que tienen los hombres y mujeres que se casan o se juntan. Las personas tomadas de una en una no tienen "derecho" a ser padres o madres; se es padre y madre de un modo natural, y lo ideal es que sea dentro del ámbito de una familia para que el bebé crezca protegido por una consistente estructura moral y espiritual.
En este sentido, que una o dos lesbianas quieran ser madres es un capricho. Ni es un derecho, porque en ningún caso la paternidad es un derecho, ni es en su caso concreto ninguna posibilidad natural; y tiene la ministra Mato toda la razón del mundo cuando argumenta que "la falta de varón no es un problema médico" y por lo tanto excluye a las lesbianas de los programas de fertilidad de la sanidad pública.
La sanidad pública no está para pagar los caprichos de nadie. Los hijos los tienen los hombres y las mujeres, y a poder ser los hombres y mujeres casados, y por mucho que la corrección política se empeñe en su propaganda en querernos hacer creer que es lo mismo la unión de dos mujeres o de dos hombres que la de un hombre y una mujer, ellos son los primeros que saben que se engañan. Por mucho que a cualquier unión civil se le llame matrimonio, el matrimonio es un sacramento de la Iglesia en unas condiciones muy claras y todo lo demás son interesadas y lamentables distorsiones del lenguaje.
Que cada uno viva como y con quien quiera, que cada cual organice con tranquilidad y libertad su vida a su manera. Pero ser padres no es un derecho sino un don y una cosa es ayudar a unos padres con algún tipo de disfunción o colapso y la otra repartir hijos a todo el mundo como si fueran caramelos.
Tiene gracia que después de tantos años de colectivos de gays y lesbianas quejándose de que su condición sexual fuera considerada una enfermedad, se indignen ahora porque la ministra Mato haya dicho que la falta de varón no es un problema médico. ¿En qué quedamos?
El progresismo con sus estupideces ha tratado de desfigurar la estructura jerárquica de la realidad y el orden natural de las cosas. Pero hay una jerarquía, y hay un orden, y no es un hombre o una mujer quien tiene derecho a ser padre o madre sino que son los hijos los que tienen derecho a tener un padre y una madre, una familia sólida y estructurada donde cada miembro cumpla con su rol y se produzca de una manera razonable y ordenada la necesaria transmisión de los valores en los que se basa la Humanidad, nuestra cultura cristiana y el modo de vida irrenunciable del occidente fértil y libre.
El Estado no está para hacer experimentos y ser padre es algo más que un capricho, algo más serio. Es más padre, y muestra más madera para serlo, el que pensando en los derechos y el bienestar del futuro bebé no insiste en tenerlo si considera que no le puede ofrecer el contexto adecuado, que aquel o aquella egoísta que sólo piensa en sus deseos y pasa por encima de todo, incluso de los derechos y del bienestar de su hipotético hijo, para finalmente tenerlo.
Salvador Sostres
Publicado originalmente en Guantánamo, diario El Mundo