Cuando escribo este artículo aún no se sabe quién ha ganado las elecciones norteamericanas, aunque es probable que sí se sepa cuando sea publicado. Eso, para el objetivo que me propongo, es una ventaja. Porque de lo que quiero hablar no es de Obama ni de McCain, sino de Bush y de lo que hubiera podido ocurrir con su paso por la Casa Blanca si no se hubiera empeñado en llevar adelante su programa bélico en Irak. Sé que hay quien dice que fue un acierto y que la historia le dará la razón. Lo que yo sé es que Juan Pablo II le desaconsejó que emprendiera ese camino. La Iglesia suele tener muy buena información y estoy convencido de que si allí hubieran existido las supuestas armas nucleares que sirvieron para justificar la guerra, el Papa no se habría opuesto como lo hizo. Pero Bush no hizo caso y ha quedado marcado por la cuestión de Irak, desaprovechando la ocasión para avanzar en cuestiones que ilusionaron a muchos de sus votantes, como la defensa de la vida, de la familia y la puesta en marcha de un "capitalismo humanitario".
¿Qué nos espera ahora? Economía y guerra han estado centrando la campaña electoral norteamericana, sin que unos y otros se hayan dado cuenta de que ambas cuestiones se han convertido en problemas graves porque hay otro problema, aún peor, subyacente: la pérdida del sentido ético en la persona y en la sociedad. Y si esto no se resuelve, todo lo demás será ir tirando a base de parches, hasta que ya no se pueda más. La Razón
Santiago Martín, sacerdote