Este artículo lo escribo nada más terminar la ceremonia pública oficial de toma de posesión, por segunda vez, de Barack Hussein Obama como presidente de los Estados Unidos de América. Por tanto, espero que los lectores me perdonen si las reflexiones que siguen no están ordenadas lógicamente de la mejor manera posible, pero creo que vale la pena hacer algunas observaciones sobre lo que acabo de ver por televisión.
En primer lugar, salta a la vista hasta qué punto este país es religioso: Dios fue invocado explícitamente al comienzo de la ceremonia. Quizá, la pregunta que debemos plantear es de qué modo los políticos que Le invocan creen que este país es religioso. Sus esfuerzos por evocar a la Divinidad sin ofender a los que creen en otro Dios son tan torpes que llegan a parecer ridículos.
Sin embargo, y sin previo aviso, en medio de este piélago religioso, se invocó a la Santísima Trinidad. Fue durante la oración de un obispo griego ortodoxo patriarca de Norteamérica (a menos que fuese un actor vestido de obispo ortodoxo). Estuvo espléndido y probablemente estaba convencido de que le habían elegido para desarrollar el papel del prelado ortodoxo que se enfrenta al emperador en la historia del anticristo de Vladimir Soloviev.
Esta pluralidad de oraciones es un reflejo de la increíble diversidad entre los ciudadanos de este país. En efecto, se podría decir que esta jornada fue la celebración de la diversidad de los americanos a todos los niveles de la actividad humana. La prueba a superar para ser invitado a asumir un rol público en la ceremonia de toma de posesión era tener una concepción «correcta» sobre la homosexualidad, el matrimonio gay y los demás «derechos homosexuales».
El pastor evangélico de una «megaiglesia» de Atlanta, que debía haber recitado la oración final, tuvo que retirarse de la ceremonia a causa de un sermón que pronunció hace algunos años. Algunos pasajes de aquel sermón no gustaron a los líderes del movimiento gay por ser críticos con lo que se supone que es el verdadero principio de la unidad americana, es decir, la aceptación acrítica de TODAS las diferencias, excepto la de tener y expresar dificultades sobre cómo debe concebirse esa diferencia.
El modelo del ciudadano perfecto viene representado por el poeta, bello y sensible, elegido para escribir y leer el poema oficial para la ocasión. Un hispano, nacido en España de madre cubana exiliada, emigrado a los Estados Unidos, abiertamente gay y que, obviamente, vive con su compañero en Maine.
El día de la toma de posesión coincidió (¡sorprendente coincidencia!) con el aniversario de Martin Luther King jr., cuyo sueño de un país justo, noble y pacífico guió el movimiento por los derechos civiles hasta dar la vida por ello. El presidente Obama reveló que su sueño es el de sostener y facilitar la peregrinación americana por el camino indicado por el hilo que une a Thomas Jefferson, Abraham Lincoln, Martin Luther King y el poeta hispano.
Una visión estimulante, pero ¿hay espacio ahí para un católico que se adhiere con alegría a todas las enseñanzas de la Iglesia? Estoy seguro de que sí, que nuestra misión es salvar, a través de nuestra experiencia de la verdadera fe en Cristo, las palabras que llevan esta peregrinación a la auténtica libertad.
Mons. Lorenzo Albacete, sacerdote
Publicado originalmente en Páginas digital