No existe nada que descalifique más que la incoherencia. A un incoherente no se le puede seguir porque todos se dan cuenta de que no va a ningún lado. Y eso está ocurriendo hoy en la Iglesia. No se puede predicar el sexto mandamiento y que haya obispos pederastas o curas que vivan amancebados. Por fin parece que a eso se le va poniendo coto y acaba de caer otro obispo, éste chileno, que andaba por donde no debía. Y ya van unos cuantos. Da la impresión de que la doble vida clerical, reprobable siempre y más cuando se abusa de menores, tiene los días contados. Ya todos saben que eso puede costar el cargo. Y el miedo, una vez más, guarda la viña.
No me voy a referir hoy a cuestiones sexuales sino a otra incoherencia muy extendida y contra la que todavía no se actúa o se hace tarde y mal. Y es la de obispos, sacerdotes, religiosos y monjas que se ponen por montera la doctrina de la Iglesia y sostienen, en dogma o en moral, lo contrario de lo que la Iglesia afirma. Sin que normalmente ocurra nada. Y cuando algo pasa y un autor es censurado por sus opiniones vemos con asombro como es recibido en espacios eclesiales para sostener desde ellos lo que la misma Iglesia ha declarado no conforme a sus creencias.
En estos momentos están en el candelero dos autores españoles sobre los que la Iglesia se ha manifestado desautorizándoles. Torres Queiruga y Tamayo. El segundo es además un crítico radical de la institución a la que un día sí y otro también pone de chupa de dómine. El teólogo gallego tiene prevista una gira en Argentina acogido por maristas y religiosos de La Salle con actuaciones en Rosario, San Isidro y Buenos Aires. El arzobispo de Rosario ha desautorizado la intervención en su diócesis pero los otros dos obispos hasta el momento no saben ni contestan.
Y Tamayo iba a pronunciar una conferencia en la parroquia de Sant Medir de Barcelona que el cardenal Sistach ha prohibido por segunda vezpues la misma parroquia ta bién le había invitado el año pasado. Hizo bien el arzobispo catalán negando una de sus iglesias a Tamayo. Pero ¿y el párroco tan renuente a secundar al obispo que invita un año después al mismo que el cardenal había desautorizado un año ante, ¿se va a ir de rositas? Así, con la incoherencia en el poder, no se puede seguir.
Francisco José Fernández de la Cigoña
Publicado originalmente en La Cigüeña de la Torre