Como a un servidor en algún lugar ya le han etiquetado de ultracatólico, denominación que en ciertos medios infalibles se corresponde con quien simplemente exprese posiciones acordes con el magisterio eclesial ordinario o se le ocurra defender al Papa o mostrar filial acatamiento a la jerarquía, no va a perder nada por comentar ciertas manifestaciones que ha expresado el profesor Arcadi Oliveres con motivo de esa reunión de unas decenas de gente bienintencionada y de una docena de liberados (entiéndase en la peor acepción del vocablo) que es el Congreso de la Juan XXIII.
El profesor Oliveres hace algunas afirmaciones dudosas y otras rigurosamente ciertas. Es dudoso que la Iglesia jerárquica esté más preocupada por el aborto o por los matrimonios gay que en responder a la crisis. Es exagerado hasta la falsedad afirmar que la Iglesia jerárquica es responsable, por acción y omisión, de esta crisis (en realidad, sólo le faltó a don Arcadi la responsabilidad por pensamiento y palabra).
Ahora bien, Oliveres dice algo muy acertado: «Habría que saber dónde pone la Iglesia sus dineros. Y en ocasiones lo hace en instituciones escandalosas desde el punto de vista financiero.» Esto es demostrable. ¿Quieren un ejemplo? Yo se lo doy: Justícia i Pau, institución que el profesor Oliveres conoce bien por ser el Presidente de la Junta de Gobierno. Años atrás colaboré con un grupo local de una ciudad vallesana. Ya ven, todos tenemos un pasado, incluso los ultracatólicos. Se organizaban unas reuniones de oración por la paz, se enviaban cartas a la prensa con motivo de ciertas cuestiones sociales, etc. Un intento legítimo y bondadoso, probablemente poco efectivo, por mejorar nuestro mundo («por concienciar», decíamos entonces). Hoy, ciertamente, soy bastante escéptico respecto a los resultados que este tipo de acciones, dejando aparte la oración que nunca se pierde y cuyos frutos inmediatos ignoramos, consiguen.
Pero vayamos al asunto. Justícia i Pau reconoce en su página web que recibe apoyo económico para su funcionamiento del Arzobispado de Barcelona. Les sugiero que consulten la memoria de Actividades de la asociación en el ejercicio 2011 y en concreto la cuenta de Explotación. Comprobarán, por ejemplo, que del total de ingresos (278.240), la mitad (139.029) procede de subvenciones públicas (en el 2007 era peor: el 64% de los ingresos). Del total de gastos (272.720), más de la mitad se les va en personal (141.422); son cuatro personas y probablemente no todas a jornada completa, o sea que mal pagados no parece que estén. Además, teniendo en cuenta el resto de gastos de funcionamiento, quedan sólo para gastos de sensibilización e incidencia (lo que debería ser el fin de la asociación) 92.674 € (poco más de una tercera parte). Incluso podríamos mencionar la contribución de la entidad a los perversos mercados financieros: cuatro mil eurillos de gastos bancarios.
A un servidor le puede parecer escandaloso que con tan pésima gestión la Junta de Gobierno que preside el señor Oliveres haya renovado en el cargo al director de la asociación. O que el señor Oliveres hable tan alegremente del IBI como privilegio de la Iglesia, cuando la Ley de Mecenazgo del año 2002 extendió tal exención a todas las entidades sin ánimo de lucro, incluida Justícia i Pau. Yo quiero suponer que el señor Oliveres no es responsable, ni por acción ni por omisión, de la crisis. Pero...¿qué legitimidad hay que darle a las palabras de quien preside una entidad que en la práctica funciona sólo gracias a mamar de las ubres de la Administración y del Arzobispado?
Un servidor no vería con malos ojos una declaración episcopal sobre la crisis. Y uno puede entender, hasta cierto punto, que si te invitan a hablar en el Congreso de la Juan XXIII, tendrás que decir cosas que halaguen los oídos de los participantes, que para eso van, para escuchar lo que quieren oír, para proporcionarse mutuo consuelo y percibir que no navegan heroicamente (es un decir, ya me entienden) solos en mitad de la tormenta. Pero tampoco entiendo que haya que darles carnaza de forma tan descarada.
Publicado originalmente en "Desde mi celda"