Este domingo se manifestó en Madrid un grupo de feministas solicitando el aborto libre y fuera del Código Penal. Vuelven a los tópicos antisociales, anticientíficos y antijurídicos de siempre. Y es que socialmente existe un claro interés en defender la descendencia, pues es la garantía de la pervivencia de la sociedad. Científicamente es evidente que el embrión no es parte de la madre, pues de hecho lo primero que hace es generar unas proteínas para defenderse de los glóbulos blancos de la gestante, que pretenden expulsarlo como «cuerpo invasor» que es. Por tanto, el derecho no puede otorgar a nadie, ni siquiera a la madre, la facultad de decidir sobre la vida de otro.
El abortismo es la forma más abyecta de totalitarismo, pues no es que prive a algunos de sus derechos, sino que priva de forma temporal (hasta la concepción) a todos de la consideración misma de persona. Impide así a los afectados (los niños por nacer) de cualquier posible defensa frente a los abusos (aborto, experimentación, etcétera). Nos despoja de nuestra dignidad innata, derivando nuestros derechos del reconocimiento arbitrario de nuestra personalidad jurídica una vez nacidos, y no, como corresponde, de nuestra pertenencia al género humano.
Como el rostro del abortismo es tan cruel, lo camuflan bajo las consignas populistas de la ideología de género. Así pretenden que la prohibición del aborto es fruto del patriarcado, cuando es justo lo contrario, pues no en vano en Roma el pater familias era el titular del derecho a decidir sobre la vida de su hijo (la vitae necisque potestas). Sostienen que es un límite a su libertad de conciencia, cuando ellas no respetan siquiera la vida del no nacido.
Las feministas han hecho popular el término «violencia de género», y el aborto no es más que su forma más sangrienta. La violencia de género se funda en la indefensión de la víctima, la clandestinidad de la agresión, y la creencia del verdugo de que tiene algún derecho sobre la mujer. ¿Y que es el aborto sino eso?
Se nos dirá que hay mujeres que abortan por desesperación, e incluso por ignorancia, pero eso no es motivo para despenalizarlo. Muchos delitos graves se cometen por desesperación o ignorancia, y por eso existen las eximentes y las atenuantes, pero no la despenalización, que sólo procede para actos objetivamente buenos. Y nadie puede defender que el aborto sea un hecho objetivamente bueno.
En conclusión, estas feministas lo que pretenden es acabar con nuestra civilización, fundada en el reconocimiento de la dignidad del hombre, para retrotraernos a la barbarie. En nuestra mano está luchar por la civilización o rendirnos sin más a la sinrazón.
Javier Mª Pérez-Roldán, abogado de familia- Presidente del Centro Jurídico Tomás Moro
Publicado originalmente en La Razón