La carta que dos religiosas del Lumen Dei han hecho pública esta semana me ha llenado de dolor y eso que no conocía la respuesta que la propia institución hizo pública ayer y que es demoledora. Lo primero que sentí fue una enorme pena al ver la publicidad que se daba a una división eclesial, con grave daño en definitiva para la Iglesia y grave escándalo para muchos fieles, los cuales están confundidos al ver que la institución que aman no sólo está siendo inspeccionada por el Vaticano sino que se resiste a esa inspección. Luego me sentí herido por las acusaciones que se vertían contra monseñor Fernando Sebastián. Me gustaría decir que soy su amigo, pero no me creo merecedor de ese honor. Sin embargo, le conozco lo suficiente como para poner la mano en el fuego por su honestidad a toda prueba. La Santa Sede no pudo haber elegido mejor cuando le nombró comisario extraordinario para poner orden en el Lumen Dei. Acusarle de apoderarse ilegítimamente del dinero de la institución e incluso amenazarle con demandas judiciales sólo puede entenderse como una señal de que los que están detrás de esa carta han perdido el norte.
Los miembros del Lumen Dei que no aceptan el nombramiento del comisario tienen perfecto derecho -del cual han hecho uso- a interponer un recurso ante la misma Santa Sede. La Iglesia tiene un tribunal a propósito para casos como éstos, el de la Signatura Apostólica. Pero ese recurso no paraliza el nombramiento del comisario ni deja a éste sin atribuciones para actuar, como ha recordado la propia Signatura Apostólica.
Ruego a Dios para que esta tormenta se calme y vuelva a imperar el amor, la sensatez y la unidad. Si no hay nada que temer ni nada que ocultar, no hay motivo para desobedecer y mucho menos para atacar. Sin darse cuenta, están demostrando con su comportamiento que, efectivamente, la Santa Sede hizo bien en nombrar un comisario especial que investigara qué estaba pasando en esa obra de Dios. Podían tomar ejemplo de cómo se comportaron los Legionarios y lo suyo fue, sin duda, muchísimo peor.
¿Estaría el fundador del Lumen Dei contento con la forma de comportarse de algunos de sus hijos? Estoy seguro de que no.
Santiago Martín, sacerdote