Una de las preguntas que seguramente nos hemos planteado más de una vez es: ¿qué es y qué significa el pudor?: Éste, por sí sólo es un sentimiento natural, un hábito, pero que puede transformarse en virtud, haciendo percibir a la persona cuanto se opone a su dignidad en lo referente a la sexualidad, sea en pensamientos, imaginaciones o actos y alejándola de cuanto favorece curiosidades morbosas. Su sentido profundo es la intuición de la dignidad del ser humano, y trata de preservar la propia intimidad, no permitiendo que esté al alcance de cualquiera, así como respeta la de los otros. Supone una actitud de estima del cuerpo humano (nuestro o de los demás) y su entorno en cuanto expresión de la persona. Positivamente es pureza del corazón y valoración adecuada en el respeto a los demás de los comportamientos sexuales, mientras que negativamente trata de evitar que se cosifique el cuerpo, y en consecuencia el ser humano, impidiendo un lenguaje corporal inapropiado y que pueda ser considerado sólo como un mero objeto de placer sexual y no como expresión personal. El pudor, por tanto, protege a la castidad.
El pudor puede considerarse como una salvaguarda de la dignidad del hombre y del amor auténtico. Tiende a reaccionar ante ciertas actitudes y a frenar comportamientos que ensombrecen la persona. Es un medio necesario y eficaz para dominar los instintos, hacer florecer el amor verdadero y situar la vida afectiva y sexual en el marco armónico de la persona. El pudor entraña grandes posibilidades pedagógicas y merece, por tanto, ser favorecido. Es una característica del ser humano, porque los animales carecen de él.
El pudor no es mojigatería ni pudibundez, ni hay que confundirlo con la vergüenza lógica que se experimenta cuando mi intimidad sexual o personal no es respetada. Por ello, no es un avergonzarse del cuerpo, ni de las manifestaciones carnales del amor; sino que es una defensa de sí contra el deseo o la invitación erótica que no se revela aún como lenguaje del amor. No está dirigido a preservarnos frente a la desnudez, sino que es una protección ante la posible utilización del erotismo para fines incorrectos. Por ello deja de tener su razón de ser, cuando de lo que se trata es de expresar en la intimidad matrimonial el amor mutuo.
Las formas que reviste el pudor varían de una cultura a otra, con manifestaciones externas muy diversas e incluso aparentemente contradictorias. Sin embargo, en todas partes constituye la intuición de una dignidad espiritual propia del hombre. Inspira una manera de vivir que permite resistir a las solicitaciones de la moda y a la presión de las ideologías dominantes. Nace con el despertar de la conciencia personal y se debe mantener hasta que la fuerza del cariño permita superarlo. Educar en el pudor a niños y adolescentes es despertar en ellos el respeto a la persona (Catecismo de la Iglesia Católica (2523-2524).
Es tarea del pudor defendernos contra lo que ataca al amor. Quien no tiene sentido del pudor, tampoco tiene sentido de su propia dignidad. Impúdica, según esto, es toda forma de comportarse que al acentuar el sexo, disminuye el valor de la persona. Nuestro cuerpo sólo es obsceno cuando se le reduce a cosa u objeto de diversión, que sirve para la gratificación de apetitos desordenados de placeres deshonestos. El pudor psicológico protege el centro íntimo del hombre, mientras que el pudor sexual mantiene una atmósfera de respeto y de reverencia hacia el cuerpo.
Quienes no tienen en cuenta el pudor piensan que se puede usar del cuerpo como instrumento de goce exclusivo, cual si se tratara de una prótesis añadida al Yo. Desprendido del núcleo de la persona, y, a efectos del juego erótico, el cuerpo es declarado zona de libre cambio sexual, exenta de toda normativa ética; nada de lo que ahí sucede es regulable moralmente ni afecta a la conciencia del Yo más de lo que pudiera afectarle la elección de este o de aquel pasatiempo inofensivo. La frívola trivialización de lo sexual es banalización de la persona misma, a la que se humilla muchas veces reduciéndola a la condición de objeto de utilización erógena, siendo también la comercialización y explotación del sexo o su abusivo empleo como reclamo publicitario formas nuevas de degradación de la dignidad de la persona humana.
“Existe un pudor de los sentimientos como también existe un pudor del cuerpo. Este pudor rechaza, por ejemplo, los exhibicionismos del cuerpo humano propios de cierta publicidad o las incitaciones de algunos medios de comunicación a hacer pública toda confidencia íntima” (CEC 2523).
Por supuesto que no hay que confundir, si no queremos inútiles problemas de conciencia, lo que hace referencia a la castidad y al pudor con la decencia de las cosas relacionadas con el aparato digestivo. También hemos de tener clara la distinción entre sexualidad y genitalidad. La sexualidad es el conjunto de características universales y específicas que determinan nuestra conducta sexuada, mientras que la genitalidad hace referencia a la base biológica de la sexualidad y al ejercicio de los órganos sexuales-genitales.
En las sociedades donde reina una estricta segregación de sexos y una clara distinción de funciones sexuales, el pudor adquirirá la forma de tabúes y actitudes estereotipadas; liberalizándose a medida que la comunicación sea más fácil y normal entre hombres y mujeres. El pudor nace del amor y nos hace más libres, ya que un corazón puro no se avergüenza de amar, pero sí de sentirse instrumentalizado. El equilibrio sexual impone o la aplicación de las energías sexuales al servicio del amor, o bien la abstención completa de lo puramente genital con la polarización de las energías hacia el amor en que lo sobrenatural está también presente.
P. Pedro Trevijano