Resulta curioso que en una sociedad democrática, con libertad de culto, cuya Constitución expresa que el Estado tiene el deber de permitir las manifestaciones públicas de la fe, a monseñor Reig Pla lo vapuleen los lobbies mediáticos acusado de homófobo por una homilía sobre el pecado. Los ladrones, avariciosos, adúlteros y demás adláteres de la sociedad corrompida, por eso que monseñor denomina sin tapujos “pecado”, podrían empapelar al prelado acusándolo qué se yo. Tal vez de inmiscuirse en su libertad. O posiblemente de incitar al odio contra una parte de la sociedad. Están en el mismo derecho que los homosexuales a protestar. Y ya puestos, podrían demandar a toda la Iglesia con el Papa a la cabeza, por atreverse a llamar a la confesión a tan osados personajes. Estamos entrando en un estado de delirio social donde es posible el linchamiento mediático sin el mínimo rigor.
Que una Televisión Pública al emitir los oficios religiosos dentro de una Catedral donde su obispo se dirige al pueblo creyente, no a toda la sociedad, sino a los fieles que debe pastorear, se encuentre ahora deliberando en su Consejo sobre la homilía de monseñor, causa cuanto menos cierto grado de estupor. Es como si a un médico le denuncian por recetar un medicamento que ha provocado efectos secundarios. Se está haciendo un juicio peyorativo sobre la fe de muchos creyentes. Pero sobre todo, se está sacando de contexto una frase, dándole un sentido malicioso que nadie de buena fe puede percibir cuando escucha de manera íntegra la citada homilía.
Cuando comencé este blog supuse que se podía llamar diálogos sin fronteras, por aquello de que la red llega a todos los sitios. “Craso error”, porque muchos entendieron que diálogo es todo aquello que se puede hablar sin llegar a ningún punto en común. Y así se establecen las discusiones bizantinas, donde no es posible un mínimo de buena fe entre ambas partes. Pues de eso se trata ahora. El pecado forma parte de la naturaleza del creyente cristiano. Es Jesucristo quien nos redime con su muerte. Lo hemos celebrado esta semana santa. Una muerte preciosa que nos hace caer en la banalidad del mal. Y cuando se proclama desde el púlpito la conversión, se sienten perseguidos aquellos pecadores que buscan estar más allá del bien y del mal.
No creo que se pueda establecer ningún puente de diálogo con quienes de facto si sitúan fuera de la Iglesia. Es más, me pregunto qué hacían escuchando una homilía religiosa si con su vida manifiestan que no tienen reparo en vivir al margen de la fe de la Iglesia. Se puede rastrear la doctrina católica para convencerse de que nunca se condena al pecador. Su papel precisamente reside en trasmitirle la salvación, perdonando sus pecados. Esa función mediadora es la que cuestionan muchos agnósticos y ateos. ¿Pero tiene sentido hablar desde la asimetría del pensamiento?. Es imposible razonar con quien de hecho está negando la fe que nosotros profesamos. ¿No hay cierto totalitarismo entre quienes deciden que su condición sexual debe ser admitida incluso dentro de una creencia que pertenece a lo más íntimo y personal?. Nadie es obligado a permanecer en la fe de la Iglesia.
El gobierno británico es una muestra más de este delirio social que convierte en un problema l llevar signos religiosos en el trabajo. ¿Desde cuándo una cruz puede resultar molesta?. Pues en esas estamos, se persigue aquello que representa lo que nos cuestiona o nos reta. La cruz es un símbolo religioso y se quiere suprimir de los espacios públicos. ¿Qué mejor modo de evitar las emisiones de carácter religioso que creando un conflicto social, aunque sea ficticio?.
En el paroxismo de la incongruencia la sociedad juzga perniciosa la fe que no admite las relaciones homosexuales. Es un juicio mediático sin abogado defensor. Las mismas leyes que permiten el matrimonio homosexual se constituyen ahora en jueces que acusan de homófobo a quienes no piensen como ellos. Es un paso más hacia el totalitarismo rosa, con la adquisciencia de los poderes públicos.
En ese mismo contexto se sitúa el aborto. Que esté despenalizado no presupone otra cosa que no se condena a la mujer a la cárcel por homicidio. ¿Pero exime del cargo moral?. Para las católicas por el derecho a decidir es una cuestión de conciencia que sólo les compete a ellas y a Dios. De esa manera el pensamiento de la Iglesia se convierte en peligroso para la libertad de decisión de un grupo cuyo criterio moral reside en un decreto ley. ¿Pero es el César quien convierte un homicidio en el eufemismo de interrupción del embarazo?. Ya digo, difícil dialogar desde la asimetría el pensamiento.
Sólo pido que en este pin, pam, pun, nadie pierda los papeles. La Iglesia no condena a los homosexuales, abortistas, adúlteros, borrachos, ladrones, asesinos, etc. Tan sólo les señala el camino de la salvación, que mira por dónde pasa por cambiar la orientación de vida. Por reconocer el pecado y dejarse lavar por la gracia. ¿Podrá la sociedad actual, completamente mediatizada y manipulada, entender la grandeza de la fe?. Permitan que sueñe que alguien pueda llegar a encontrar la luz entre tanta oscuridad.
Carmen Bellver
Publicado originalmente en "Dialogos sin fronteras"