Todos somos conscientes de que la situación actual por la que atraviesa Europa no es la mejor de las últimas décadas. Hundida en una crisis económica que ahoga a todo mediano inversor, los analistas buscan soluciones mágicas que saquen adelante a la sociedad del viejo continente. Pero no son ellos los que parecen hurgar al fondo de la llaga: son más bien los pensadores y líderes espirituales quienes mejor parecen describir esta caída.
En su reciente discurso a los representantes de todas las naciones acreditadas ante la Santa Sede, el Papa Benedicto XVI refería que, ante el panorama mundial, «los jóvenes se han sentido desorientados y frustrados en sus aspiraciones de un futuro sereno» y que la crisis «puede y debe ser un acicate para reflexionar sobre la existencia humana y la importancia de su dimensión ética por encima de los mecanismos que gobiernan la vida económica». Importancia de la dimensión ética, existencia humana. El Papa ahonda mucho más de lo que los simples mercados bursátiles indican. Después de todo, la crisis no es solamente económica, sino sobre todo humana, moral, espiritual.
Mons. Carlos Osoro, arzobispo de Valencia, también compartía esta visión en el reciente balance que hizo de su estancia en su diócesis. Aunque habla directamente del campo económico («el esfuerzo que hemos iniciado hay que hacerlo ahora ya mucho mayor, con más caridad pero también con más creatividad, porque lo vamos a pasar peor y nadie puede quedarse atrás») su visión se centra de modo particular en la familia: «Urge trabajar para que las familias cristianas descubran la belleza y la grandeza que tiene el ser eso mismo, familia cristiana, donde aprendemos lo mejor y lo más necesario en nuestra vida»; y añade que «saber amar, saber perdonar, saber servir, saber entregarse, saber ponerse a disposición de los demás, saber encontrar en el otro a alguien que es más importante que uno mismo se encuentra en esa 'iglesia pequeñita' que es la familia».
Con este panorama ante nuestros ojos, cabe preguntarse: ¿qué pasos se están dando en España? Las recientes elecciones han dado mucho de qué hablar. En general, se han tomado con un suspiro de alivio. Pero, ¿realmente se están dando pasos para salir adelante? ¿Se está priorizando las decisiones que hay que tomar? Porque ante un panorama como el que se nos ha descrito, parecen apremiar la valentía de la coherencia y la hondura de una legislación basada en esos valores fundamentales que cimienten la sociedad española. No basta con las medidas económicas…
Subrayo que quien escribe estas líneas no es español –no de nacimiento, aunque sí de corazón– y que son los no españoles los que en ocasiones marcan mejor los puntos sobre las íes. Tal vez sea este cariño que sentimos a la península ibérica lo que nos hace mirar con preocupación el futuro. Pero permitidme poneros un botón de muestra…
Durante la época de la Guerra Civil, el inglés Christopher Dawson, converso al catolicismo, quiso sacar partido al conflicto bélico en España para hacer un llamamiento a toda la sociedad europea. Para ello, escribió un artículo, del que quisiera destacar estas palabras (y que pueden, sin ningún problema, ser leídas también para nuestro tiempo):
«No se trata de un simple conflicto de fuerza bruta, como en tiempo de las invasiones bárbaras: se trata de una batalla de deseos y creencias; y es en España, que ha sido siempre el baluarte de la Europa cristiana y que soportó, en el pasado, el peso de la guerra contra el Islam, donde hoy se libra el combate contra el nuevo enemigo del cristianismo. Puede ser que el resultado de la lucha entablada en España decida el futuro de Europa.
La victoria del comunismo en España representaría la victoria del comunismo en su aspecto más peligroso, porque no significará la victoria sobre el capitalismo, relativamente poco importante en España, sino sobre el catolicismo, que es la auténtica raíz de la tradición española…
Si España fuera capaz de volver a encontrarse a sí misma después de este triste siglo de desunión y debilidad –si pudiera recuperar el puesto del que su historia y su genialidad la hacen merecedora–, no significaría sólo la victoria de España, sino la de Europa. Esto devolvería a la sociedad un elemento esencial sin el cual la civilización europea está incompleta y falta de equilibrio» (Christopher Dawson, citado en CHRISTINA SCOTT, A Historian and His Work: A Life of Christopher Dawson, Londres, 1984, p. 128).
Nosotros como españoles (y perdonad que me incluya) tenemos un peso importante en el resto de Europa. La batalla que libramos hoy en nuestra sociedad de cara a la crisis que vivimos será importante y de vital importancia para toda Europa. No pueden haber medias tintas en este sentido: es importante ser católicos en toda su dimensión y con todas las letras.
¿Y cómo podemos contribuir nosotros? La respuesta la da la Madre Teresa de Calcuta en una anécdota tal vez ya conocida de algunos de vosotros. Cuando le preguntaron qué cambiaría para mejorar la Iglesia, ella se señaló a sí misma diciendo: «Me cambiaría a mí misma». ¿Qué elementos podemos mejorar de nosotros como personas, como ciudadanos, como católicos? La respuesta a esta pregunta, hecha en oración y con firmeza, será la mejor reforma a la crisis actual… pues las grandes sequías muchas veces se solucionan gota a gota.
P. Juan Antonio Ruiz, LC