La Iglesia está viva, es joven, tiene futuro

El Papa Francisco con gestos y con palabras, pregonero del Evangelio de Jesucristo, ha abrazado ese mundo de la pobreza y la miseria, de las nuevas pobrezas en los barrios marginados, en las cárceles de jóvenes y menores, en los hospitales de los drogodependientes que se rehabilitan y ha lanzado a toda la Iglesia, especialmente a los jóvenes, un mensaje misionero.

La Jornada Mundial de la Juventud 2013 en Río de Janeiro acaba de ponerlo ante nuestros ojos. Multitud de imágenes y de palabras del Papa nos han llegado en estos días, donde la Iglesia ha manifestado su presencia entre los pobres, a los cuales aporta una esperanza que nadie más puede darles. Sólo Jesucristo ha bajado hasta la situación del hombre concreto, cargando incluso con sus cruces y llevando en sus hombros la Cruz que a todos nos trae el perdón de Dios y nos hace solidarios con los demás. Sólo Jesucristo tiene palabras de vida eterna e ilumina con su vida todas las situaciones humanas para transformarlas. Sólo Jesucristo es capaz de encender de nuevo la esperanza en tantos jóvenes que no encuentran sitio en esta sociedad que los excluye.

La presencia y la palabra del Papa Francisco en estos días han puesto de nuevo en primer plano que el Evangelio tiene vigencia y es capaz de inspirar un mundo nuevo, mientras que las ideologías ofrecen propuestas cansadas que no resuelven. Un mundo sin Dios no tiene futuro. Un mundo inspirado en el Dios, cuyo rostro humano nos ha presentado Jesucristo, es un mundo que ofrece esperanza, dando espacio para todos y ofreciéndoles motivación para actuar.

La JMJ2013 de Río de Janeiro, como las anteriores, ha convocado a miles de jóvenes del mundo entero y ha conectado a otros muchísimos jóvenes más a través de los medios de comunicación y las redes sociales. ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Es posible construir un mundo mejor? ¿Los jóvenes tienen un lugar en esta sociedad? El Papa Francisco con gestos y con palabras, pregonero del Evangelio de Jesucristo, ha abrazado ese mundo de la pobreza y la miseria, de las nuevas pobrezas en los barrios marginados, en las cárceles de jóvenes y menores, en los hospitales de los drogodependientes que se rehabilitan y ha lanzado a toda la Iglesia, especialmente a los jóvenes, un mensaje misionero: salid al encuentro de estas personas que sufren, anunciadles que Dios los abraza con amor, sed testigos de una humanidad nueva que brota de la fidelidad a Cristo y de la fraternidad evangélica. No os contentéis con vivir vuestra fe en vuestros círculos de amigos, de parroquia o de comunidad. Salid a buscar a los que no vienen, para hacerles partícipes de los dones de la Casa de Dios.

Es el mensaje de siempre, es el mensaje de Jesucristo, es el mensaje de la Iglesia, capaz de renovar el mundo y hacerlo nuevo con la savia del Evangelio. Y este mensaje atrae a los jóvenes. No se trata de un sentimiento pasajero o de una emoción momentánea, de fin de semana. Se trata de palabras de vida eterna, que dan vida y que generan vida alrededor, porque van cargadas de esperanza. En un cambio de época como el que estamos viviendo, el mensaje evangélico es capaz de ofrecer esperanza y poner en camino a tantos jóvenes que no quieren quedar al margen del escenario que vivimos.

A escala menor ha sucedido algo parecido en El Rocío 2013. La realidad ha superado con creces las previsiones. María Santísima, Madre de la Iglesia, ha convocado a sus hijos jóvenes para mostrarles a Jesús, el fruto bendito de su vientre. Los jóvenes necesitan no sólo palabras, sino el testimonio creíble de quienes siguen a Jesucristo. Los jóvenes se fían de la Iglesia, que les pone al alcance el Evangelio de Jesús y se sienten comprometidos cuando vale la pena. Los jóvenes se convierten así en misioneros de sus propios contemporáneos. Han asistido a las catequesis de los obispos, responsables como sucesores de los Apóstoles de transmitir la pureza del Evangelio, han participado en diferentes talleres que suscitan su interés para vivir su vida cristiana, se han acercado uno por uno a recibir el perdón de Dios que regenera sus vidas y les hace experimentar una misericordia que los renueva, se han alimentado del Cuerpo de Cristo en la Eucaristía, han sabido madrugar para adorar a Jesús Sacramentado, han convivido con otros jóvenes y han hecho nuevos amigos, han recibido la invitación que la Iglesia les propone de construir un mundo nuevo, en el que Dios esté presente, porque sólo El es garante de los derechos humanos, sólo El es capaz de mantener una solidaridad que no se agota. Los jóvenes de El Rocío son jóvenes sanos, alegres en sus expresiones juveniles, serios en los momentos de oración, capaces de comprometerse con Jesucristo y con su Iglesia para anunciar a sus contemporáneos que es posible un mundo mejor y más fraterno. La JPJ de El Rocío 2013 ha sido en Andalucía una preciosa ocasión para vivir una Iglesia viva, una Iglesia joven, una Iglesia que tiene futuro.

Recibid mi afecto y mi bendición:

 

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

 

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