Cómo la tesis poco conocida de León XIV arroja luz sobre su visión para la Iglesia
Brendan Towell con el P. Robert Prevost, hoy papa León XIV

Cómo la tesis poco conocida de León XIV arroja luz sobre su visión para la Iglesia

Uno de los referentes clave de su tesis es san Juan Pablo II. El pasaje más extenso citado en todo el trabajo es de un discurso que el Papa polaco pronunció en 1982 ante los agustinos, en la capilla de su Colegio Internacional en Roma.

Antes de convertirse en Papa, León XIV era el padre agustino Robert Prevost, un fraile discreto que estudiaba a fondo los entresijos de la vida religiosa. Obtuvo la licenciatura en Derecho Canónico en la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino (Angelicum) en Roma en 1984, y el doctorado en 1987. Su tesis, titulada «El oficio y la autoridad del prior local en la Orden de San Agustín», puede parecer un tema marginal a primera vista, pero ahora podría ofrecer una valiosa perspectiva sobre el tipo de Papa que será.

Tuve la oportunidad de leer la tesis del Papa León gracias al apoyo de la Provincia de San Tomás de Villanueva y al equipo de la Biblioteca y Archivo Falvey de la Universidad de Villanova. Quizás deseaban ver cómo uno de los suyos —formado en la tradición agustiniana— afronta su ministerio como Papa, y por eso me dieron acceso. No todos los investigadores habrían recibido esa confianza, y no la doy por sentada. Estoy agradecido a la comunidad agustiniana y espero que este texto esté a la altura de la riqueza de lo que descubrí.

Lo que sigue es una breve reflexión sobre cómo aquel trabajo académico puede arrojar luz sobre los instintos y la visión del nuevo Papa.

La autoridad silenciosa del Papa León XIV

Conforme el Papa León XIV va conociendo a su rebaño, también los fieles empiezan a conocer mejor al nuevo pastor. Las encíclicas, exhortaciones apostólicas, discursos y homilías llegarán con el tiempo. Pero incluso ahora hay señales de que posee algo más profundo: una visión teológica modelada por los ritmos pausados y deliberados de la vida agustiniana.

Esa visión se hizo especialmente evidente mientras leía su tesis. El trabajo no se centra en estructuras globales ni en cuestiones políticas dentro de la Iglesia, sino en la unidad más pequeña y cercana de la vida religiosa: la comunidad local. Al analizar cómo un prior (superior) guía a sus hermanos, el padre Prevost desarrolla una teología de la autoridad que es tan antigua como el Evangelio y tan necesaria hoy como siempre.

Cuando escribe sobre el prior local, no se limita a hacer observaciones sobre el liderazgo monástico. Está planteando un modelo de gobierno que se puede aplicar a escalas mayores. Ahora, como Papa, su “comunidad” es la Iglesia universal. Los mismos principios de unidad, discernimiento y servicio que aplicaban a un convento, ahora se trasladan a toda la Iglesia.

Uno de los referentes clave de su tesis es san Juan Pablo II. El pasaje más extenso citado en todo el trabajo es de un discurso que el Papa polaco pronunció en 1982 ante los agustinos, en la capilla de su Colegio Internacional en Roma. En él les recordaba que su identidad no se basaba solo en la Regla de san Agustín, sino también en la estructura jurídica que la Iglesia les había dado: «Vuestra Orden… tiene a la santa Madre Iglesia como fundadora de su realidad jurídica.»

Para el padre Prevost, esta afirmación no supone una contradicción, sino una integración: el carisma espiritual de san Agustín y la autoridad institucional de la Iglesia no se oponen, sino que juntos definen lo que significa liderar. La exhortación del Papa —«Actuad de manera que lo que la Iglesia es en términos generales… se haga realidad en cada una de vuestras comunidades»— se convierte en una consigna clave. La autoridad, desde esta perspectiva, siempre es eclesial: se recibe, se estructura y se vive para la comunión.

En el centro de esta visión hay una eclesiología concreta: una forma de entender cómo se estructura y se guía la Iglesia. La tesis de León XIV no concibe la Iglesia como una pirámide de mando, sino como una comunión de comunidades, unidas por una autoridad que es a la vez jurídica y pastoral, espiritual e institucional.

Autoridad como servicio — anclada en la ley

Uno de los momentos más reveladores de la tesis llega al final: «A lo largo de toda la tesis se ha puesto, de manera evidente e intencionada, un énfasis primordial en los aspectos jurídicos del oficio y los deberes del prior.» El padre Prevost no se disculpa por ello. Para él, la ley no es un obstáculo para la vida espiritual, sino uno de los medios por los que esa vida se hace tangible.

«La vida religiosa, al igual que la Iglesia en su conjunto, es una realidad compuesta por elementos visibles y concretos, y también por elementos espirituales y carismáticos. Con frecuencia, es en y a través de lo visible como se hace realidad lo carismático.»

En esta concepción, la ley no limita la gracia: la hace posible en la vida concreta de comunidad.

El núcleo de su tesis es claro: la autoridad en la Iglesia no se ejerce para dominar o controlar, sino para servir y construir comunión. Como escribe:

«El oficio del Prior en la Orden no es un cargo de poder, sino de amor fraterno; no de honor, sino de obligación; no de dominación, sino de servicio.» (Constituciones, 15)

No se trata de una apelación genérica a la bondad o la buena voluntad. La visión del padre Prevost es rigurosamente canónica. Sus argumentos están firmemente fundamentados en la tradición jurídica de la Iglesia: el Código de Derecho Canónico y las Constituciones de la Orden de San Agustín. Su modelo de liderazgo tiene un enfoque pastoral claro, pero no es improvisado.

Cita el canon 618: la autoridad es un «poder… recibido de Dios a través del ministerio de la Iglesia». Es un poder que debe ejercerse con límites claros, guiado por la ley y orientado al bien común.

Este enfoque contrasta con el estilo de su predecesor. Mientras el Papa Francisco promovía una sinodalidad basada en el discernimiento pastoral —a menudo sin estructuras precisas—, la tesis del padre Prevost indica que no ve contradicción entre sinodalidad y estructura. El discernimiento necesita forma. El diálogo requiere reglas. El superior no suspende la ley en nombre de la misericordia: la interpreta y la aplica con justicia y amor.

Escribe:

«El discernimiento de la voluntad de Dios y la recepción de luces como don del Espíritu no están reservados al superior… Es esencial que la búsqueda o el discernimiento de la voluntad de Dios se realice dentro de un contexto de diálogo… El superior y la comunidad a la que sirve deben trabajar juntos para tomar decisiones que reflejen una auténtica colaboración con el plan divino para cada situación.»

Y en otro lugar añade:

«La esencia del oficio del superior es obedecer: obedecer la voluntad de Dios y esforzarse al máximo en conocerla, formularla y concretarla para sus hermanos.»

El padre Prevost muestra claramente que escribía en un momento de cambio en la Iglesia y en la sociedad. Observa cómo el mundo estaba adoptando un “personalismo” creciente, a menudo desconectado de la teología de la obediencia y la ley. Y afirma:

«Libertad y ley no son términos opuestos. Son valores que deben integrarse entre sí.»

En un tiempo marcado por el escepticismo hacia la autoridad —y hacia las figuras que la ejercen— el padre Prevost insiste en que el Evangelio no elimina la autoridad, sino que la instituye:

«La autoridad se pone al servicio del bien de los demás… no porque derive de la comunidad, sino porque se recibe desde lo alto para gobernar y juzgar.»

Este planteamiento refleja una confianza en la iniciativa local —lo que la Iglesia llama subsidiariedad— equilibrada con la responsabilidad del Papa de garantizar la unidad y el cuidado de toda la Iglesia. Ese equilibrio entre atención descentralizada y custodia central parece ser un rasgo central en la eclesiología que desarrolla Prevost.

La forma espiritual del liderazgo

Aunque todo este enfoque en el derecho y la estructura pueda parecer frío, el padre Prevost lo enraíza en algo profundamente humano: la relación.

«La autoridad solo tiene sentido si existe una buena relación entre quien la ejerce y quienes forman la comunidad.»

En su visión, la autoridad no se entiende como algo impersonal o distante. Solo puede dar frutos dentro de relaciones reales de confianza, escucha y servicio mutuo.

Por eso, su tesis no es un texto seco de derecho canónico. Está impregnada de sensibilidad pastoral. Repite una y otra vez que el liderazgo debe basarse en el amor, ejercerse con capacidad de escucha y orientarse hacia la unidad.

«Se espera que el superior sea un testigo vivo del amor de Dios ofrecido libre y generosamente a la comunidad.»

Esto no se parece a una buena gestión empresarial, sino más bien a una paternidad espiritual. Para el padre Prevost, liderar es parecerse a Cristo, construir comunidad y fomentar la santidad en la vida diaria. Lo llama “ministerio eclesial”, porque incluso el acto más humilde de liderazgo participa en la misión universal de la Iglesia.

De prior local a pastor universal

La visión de la Iglesia que León XIV plasma en su tesis afirma que, a todos los niveles, la Iglesia es más que una organización: es el Cuerpo de Cristo, guiado por el Espíritu Santo y sostenido por estructuras al servicio de la comunión. Su teología enlaza lo local con lo universal, convencido de que la Iglesia solo estará sana si tiene comunidades vivas y si el ministerio petrino garantiza la unidad.

Ahora, como Papa, sus decisiones probablemente no serán órdenes desde arriba, sino frutos de discernimiento en diálogo. Algunos definirán este estilo como “sinodal”, aunque con matices. No será una sinodalidad abierta y sin forma, sino una colaboración ordenada. En la tesis, el superior es “el principio de unidad para la comunidad”: alguien que escucha, sí, pero que también ejerce la autoridad con integridad.

La Iglesia, en esta visión, no es un foro de debate constante, sino un cuerpo vivo unido por una misión, guiado por la Revelación y la gracia.

Lo que dice la bibliografía

La bibliografía de la tesis es reveladora. Abunda en fuentes jurídicas, históricas y teológicas, lo que muestra a un autor que piensa desde la tradición pero con vocación de renovación:

  • Rigor jurídico: Su uso de los Códigos de 1917 y 1983, comentarios canónicos y trabajos especializados deja claro que para él, la estructura legal de la Iglesia es fundamental.

  • Raíces agustinianas: Cita obras sobre la Regla de san Agustín, las Constituciones de la Orden y su historia, lo que demuestra cómo su pensamiento está impregnado del ideal de comunidad fraterna y autoridad como servicio.

  • Recepción conciliar: Referencias a documentos del Concilio Vaticano II y a teólogos como Yves Congar muestran un compromiso con una renovación que no rompe con el pasado, sino que lo desarrolla.

  • Profundidad histórica: Cita fuentes patrísticas y medievales —como la Patrologia Latina, Suárez o Tierney—, reflejo de una mente que entiende el presente a la luz de la historia de la Iglesia.

Todo ello sugiere a un Papa que es canonista, teólogo, pastor y conocedor de la tradición: un pastor que no gobierna con consignas, sino con estructura y visión.

Un Papa para este momento

Hoy muchos católicos se preguntan: ¿aportará este Papa claridad donde reina la confusión? ¿Devolverá la confianza donde se ha perdido? Su tesis no es teórica: responde a estas preguntas. Muestra a un líder que valora el diálogo, pero no el caos; que busca escuchar, pero sin renunciar a la estructura. Un líder con mano firme y corazón formado en la ley, la oración y la vida comunitaria.

Su visión es la de una Iglesia que escucha, un pastor que camina con su pueblo, y un liderazgo que no silencia, sino que integra. Pero no es una sinodalidad desdibujada, sino anclada en la estructura. Su respeto por la vida local no significa desentenderse, sino confiar en la acción del Espíritu en cada comunidad, sin olvidar la misión universal del Papa.

Como escribe en la introducción:

«La lucha por encontrar la mejor manera de vivir la autoridad y la obediencia en la vida religiosa no ha terminado.»

Y bajo León XIV, esa búsqueda podría tomar una forma más clara, jurídica y profundamente eclesial: una forma que ve la ley de la Iglesia como un don, no como un obstáculo.

El fraile de blanco

La sotana blanca del papado puede ser nueva, pero el corazón que la lleva es el de siempre: el de un fraile agustino que ha dedicado su vida a servir a Cristo y a la Iglesia. Su tesis lo deja claro: ejercer autoridad no será para él cuestión de ambición, sino de cruz; no será dominio, sino servicio. Y no será improvisado: lo hará con firmeza, claridad y amor.

Esto no es una suposición: es una constatación. Su tesis no cambia lo que esperábamos de él, lo confirma. Estamos ante un Papa que concibe el liderazgo como una gracia ordenada, que valora la ley por su capacidad de generar comunión y que cree en la fuerza del servicio silencioso y fiel.

Quizá eso sea lo que más necesita la Iglesia ahora: no una revolución, sino un regreso a la claridad, a la caridad y a la sabiduría de un fraile que sabe liderar sirviendo.

Brendan Towell

Publicado originalmente en el Register

3 comentarios

Marta de Jesús
Pueden quitar el quizá del último párrafo. Quedaría, no sé si perfecto, pero sí mucho mejor.
No estamos para ser servidos. Estamos para servir a nuestro Creador y volver al Cielo. Donde Dios nos haya plantado. Algún día dejaremos el lenguaje del mundo (emponderarse, éxito, poder, hedonismo, interrupción..., letritas para no llamar pecado a los actos que conllevan, lucha de clases o de sexos, género, etc), para volver al de Dios. Somos de Dios. No del mundo. #Nuestra meta, el Cielo#, repetía un sacerdote que murió joven en la montaña. La Gloría de Dios a través de nuestro servicio por la Salvación de las almas, según ese mismo Dios vaya moviendo. No dejar solo a Cristo en la Cruz. No abandonar la ciudad de Dios, por muy dura que sea la travesía por el desierto. Él proveerá.

Muy interesante para conocer al nuevo pontífice, junto con otro artículo donde se mencionaba su pasado como misionero.
19/05/25 11:25 AM
Marta de Jesús
Sin relación directa, comentar que pienso mucho últimamente en SJXXIII y su loable defensa de la cara misericordiosa de la Bondad (Dios es pura Bondad). Alguien, quizá León XIV, haya de recordar la otra cara necesaria de la Bondad, sin perder de vista la primera. Estar en el filo de la moneda. Pues aunque el Papa bueno no lo hubiera previsto así, pues obviamente no pudo preveer el alcance de sus palabras, de momento no hay más misericordia, si acaso incluso menos. Sencillamente las piedras cambiaron de bando. De tirarse a infieles, a tirarse a fieles. De lanzarse contra la infidelidad, a lanzarse contra la fidelidad. La descristianización trajo persecución a través de una especie de neopaganización. Eso sí era previsible. Pero un ataque tan duro desde dentro... no sé si alguien lo esperaba. #Mucha purificación debíamos necesitar. Muy profunda debe de ser la crisis de Fe#. Pero ciertamente la verdad se abrirá paso, como creía ese mismo Papa, como pasa siempre, pues su Fe era grande, al menos como un grano de mostaza. No podrán negarla, y solo les quedará aceptarla o rechazarla. Hemos de suplicar que la acepten y poner lo demás en manos de Dios. Estar mar adentro, en el meollo de la tormenta, está siendo durísimo. Pero Cristo la calmará llegado el momento.

Dios nos ayude a ser individualmente y como Iglesia más como Él quiere. Dios guíe a nuestros pastores, empezando por la cabeza, el Papa.
19/05/25 11:34 AM
Luis I. Amorós
Deja varios recados Brendan Towell para el que los quiera oír:

"El superior no suspende la ley en nombre de la misericordia: la interpreta y la aplica con justicia y amor."

"Mientras el Papa Francisco promovía una sinodalidad basada en el discernimiento pastoral —a menudo sin estructuras precisas"

"un pastor que no gobierna con consignas, sino con estructura y visión."

"La Iglesia, en esta visión, no es un foro de debate constante, sino un cuerpo vivo unido por una misión, guiado por la Revelación y la gracia."
19/05/25 12:09 PM

Dejar un comentario



Los comentarios están limitados a 1.500 caracteres. Faltan caracteres.

No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia, discriminación o a cualesquiera otros actos contrarios a la legislación española, así como aquéllos que contengan ataques o insultos a los otros comentaristas, a los bloggers o al Director.

Los comentarios no reflejan la opinión de InfoCatólica, sino la de los comentaristas. InfoCatólica se reserva el derecho a eliminar los comentarios que considere que no se ajusten a estas normas.

Los comentarios aparecerán tras una validación manual previa, lo que puede demorar su aparición.