Hombre y mujer

Hombre y mujer

La Biblia trata, de modo exacto y completísimo, los orígenes del hombre, que es en realidad un misterio. En primer lugar, una valoración general, de este tenor: «Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer lo creó». Pero enseguida se comprende el contenido de esa duplicidad. El hombre, varón, fue primero un muñequito de barro al que Dios infundió su espíritu: de la adamá (el polvo o barro de la tierra) salió Adám; este nombre designa al sujeto humano y no solo a la mitad masculina. La referencia original a la tierra la recuerda a los presentes la liturgia de la Iglesia Católica, al comenzar el tiempo de Cuaresma: «memento homo quia pulvis es et in pulverem reverteris». Somos polvo y al polvo volvemos, aunque este sea decorado con un inmenso monumento, o quede perdido en un rincón del cementerio. Pero el alma es inmortal, permanece y vuelve a presentarse ante el Creador.

Continúa el relato original en el libro del Génesis (en hebreo, por su primera palabra: Bereshit, que es entonces la primera palabra de la Biblia): No es bueno que el hombre (Adám) esté solo, «le haré un complemento». En algunas versiones se lee: «una ayuda adecuada». Es una ayuda complementaria. Entonces el mito apunta al tema de la costilla de Adám. Cuando este descubre a la mujer porque le es entregada, exclama alborozado: «Esta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta se llamará varona (ishshá) porque ha sido formada del varón (ish). Por su parte, Adám puso a su mujer el nombre de Jawwá (Eva, que viene del verbo jaw, que significa vivir) «porque ella es la madre de todos los vivientes».

Antes desfilaron ante el Adám los animales, y en ninguno de ellos reconoció su complemento, pero les impuso un nombre a cada uno, señal de su dominio. En estos viejos textos es revelada la verdad del hombre; se trata entonces de un enunciado filosófico, de valor universal. Se lo comprenderá mejor en el Nuevo Testamento (la segunda parte de la Biblia cristiana), donde se revela a Dios hecho hombre, enamorado de su imagen. Porque, como lo asevera la Revelación completa, Dios es el Uno y Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo Dios en tres Personas; de identidad distinta, pero iguales en dignidad. En la Encarnación del Hijo se revela en plenitud tanto Quién es Dios cuanto quién es el hombre. «Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida», proclama Jesús (Hodós, Alétheia, Zoé, en el griego del Evangelio).

Es admirable el papel del pueblo judío, un pueblo mínimo, destinado a iluminar a la humanidad entera. La extensión del mensaje es paralela a su intensidad. La verdad bíblica es verdad filosófica, universal. Polvo y costilla son imágenes de la verdad del hombre, que reluce asimismo en la especulación griega, en la sofía. La historia de la filosofía desarrolla el encuentro de ambas fuentes.

Hombre y mujer. Es preciso esclarecer nuevamente la proyección cultural de estos términos. Es verdad que en la historia las más de las veces la mujer ha sido perjudicada por una pretendida superioridad varonil; pero ahora se impone un feminismo que es, en realidad, una especie de venganza encubierta. Resulta ridículo que sean varones los que agiten semejante feminismo. Se trata, simplemente, de ignorancia u olvido de la realidad misteriosa del hombre, del Adám que Dios ha creado. Misterio de Dios y misterio del hombre. Se niega a Dios y se niega al hombre, o viceversa.

La Biblia esclarece también la relación original entre el hombre y el trabajo. Éste es una realidad postlapsaria, posterior al pecado (caída) original, ya que en el Paraíso no había que trabajar. De allí la condición laboriosa del trabajo (labor), lo cual equivale a una redundancia. El trabajo cuesta sobre las espaldas del hombre (sea varón o mujer), tal como lo registra la historia, desde las formas primitivas de capitalismo hasta los desarrollos modernos del capitalismo y el comunismo. Pero este será el tema de otro artículo. Urge, porque la realidad cotidiana está en juego. Así lo entendió la tradición cristiana: el mandato del Apóstol Pablo a los fieles de Tesalónica, fue en realidad una ley universal: «el que no quiera trabajar, que no coma».

+ Héctor Aguer
Arzobispo Emérito de La Plata.

Buenos Aires, miércoles 27 de agosto de 2025.
Santa Mónica. -

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