Un reto importante al que se enfrentará pronto el Papa León XIV será cómo decida gestionar las restricciones que el Papa Francisco impuso a la misa tradicional en latín (TLM, por sus siglas en inglés).
Desde que el Papa Francisco publicó su carta apostólica Traditionis Custodes («Custodios de la Tradición») en julio de 2021, la libertad para celebrar la misa anterior a 1970 se ha visto restringida –en algunos casos, de forma severa– con el objetivo a largo plazo de permitir únicamente la nueva misa.
Cardenales, obispos, sacerdotes y muchos laicos, incluidos algunos que no asisten a la TLM, se han opuesto enérgicamente a estas restricciones, considerándolas insensibles, injustas y divisorias en lugar de unificadoras.
Tras la carta apostólica de 2007 del Papa Benedicto XVI, Summorum Pontificum («De los Sumo Pontífices»), cualquier sacerdote con un grupo estable de fieles unidos al antiguo rito romano tenía libertad para celebrarla sin necesidad de permiso especial del obispo. Pero el decreto de 2021 del Papa Francisco cambió radicalmente esa situación, derogando Summorum Pontificum, obligando a los sacerdotes a obtener el permiso del obispo y, desde 2023, exigiendo además que los obispos obtuvieran la aprobación expresa del Vaticano para permitir la TLM en sus diócesis.
Otras disposiciones de Traditionis Custodes incluían la prohibición general de celebrar la antigua misa en iglesias parroquiales, lo que obligó a muchas comunidades TLM a oficiar sus liturgias en gimnasios y salones sociales o parroquiales. El documento también prohibió la formación de nuevos grupos tradicionales, vetó a los sacerdotes recién ordenados celebrar la antigua misa sin aprobación vaticana y prohibió la administración de confirmaciones y ordenaciones según el rito antiguo.
El Papa Francisco afirmó que estas medidas eran necesarias para fomentar y salvaguardar la unidad de la Iglesia, alegando que la proliferación de la TLM contribuía a la división, ya que algunas comunidades utilizaban el rito antiguo para rechazar o cuestionar el Concilio Vaticano II y sus reformas litúrgicas. Dijo haber tomado la decisión tras conocer los resultados de una consulta mundial a los obispos, cuyos resultados fueron posteriormente objeto de controversia.
El obispo Michael Martin, de Charlotte (Carolina del Norte), ofreció una muestra del rechazo a la TLM cuando, en una carta pastoral filtrada recientemente, escribió que no comprendía el uso del latín, ya que este provocaba que «muchos de nuestros fieles [simplemente] se alejen al no entender la lengua».
Añadió que, para él, introducir el latín «no es pastoralmente sensible» y que da lugar a «dos tendencias inaceptables»: la primera, un «rechazo del Novus Ordo Missae»; y la segunda, que genera «una división entre los que tienen y los que no tienen: los que entienden y los que no». Esto fomenta un «clericalismo inaceptable», afirmó, añadiendo que cree que también «disminuye el papel de los laicos en la misa».
Sin embargo, en lugar de preservar la unidad, muchos consideran que Traditionis Custodes ha producido el efecto contrario: acentuar las divisiones existentes y profundizar heridas ya abiertas. El hecho de que las restricciones sigan imponiéndose, tanto en Charlotte (donde el periódico diocesano informó el martes que las nuevas medidas se han pospuesto) como en otras partes, ha provocado llamamientos para que el Papa León revoque, o al menos reconsidere, el edicto de su predecesor.
El antiguo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Gerhard Müller, fue uno de los primeros en subrayar la urgencia de abordar Traditionis Custodes tras la elección del Papa León XIV, calificando el decreto de «dañino» e innecesario para la Iglesia, y pidiendo que levantar las restricciones a la misa en latín fuera uno de los primeros actos del nuevo pontífice.
El cardenal William Goh, de Singapur, declaró al New Daily Compass el 22 de mayo que no veía «motivo para impedir que quienes prefieren la misa tridentina la celebren», ya que «no están haciendo nada malo ni pecaminoso». Si rechazan las enseñanzas del Concilio Vaticano II, «deberían ser corregidos», añadió, aunque no cree que deban ser discriminados.
El arzobispo Salvatore Cordileone, de San Francisco, respaldó las palabras del cardenal, afirmando que «levantar las restricciones al uso del Misal de 1962 sería algo grandioso, sanador y unificador». En declaraciones posteriores al Register el 25 de mayo, el arzobispo recordó que tanto el Papa Francisco, como sus predecesores e incluso el Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos –responsable de Traditionis Custodes–, «han insistido en una mayor reverencia en la liturgia».
«Quizá una mayor familiaridad con esa misa podría ayudar a aportar más belleza y reverencia a todas las celebraciones eucarísticas que tienen lugar en nuestras parroquias y demás comunidades de culto», dijo el arzobispo Cordileone.
Opciones disponibles
¿Cuáles son entonces las opciones de que dispone el Santo Padre y cómo podría aplicarlas?
Según varios expertos en la materia consultados, todos coinciden en que el Papa debe tomar alguna medida y no dejar que la situación continúe como hasta ahora.
El escritor católico y experto en liturgia tradicional Peter Kwasniewski afirmó que, aunque no es bueno para la estabilidad de la Iglesia que haya «vaivenes continuos de un papado a otro», cree que el Papa León no tiene más opción que «revocar abiertamente» Traditionis Custodes.
Aseguró que suavizar su aplicación sin rectificar sus postulados «no hará desaparecer las falsedades subyacentes del documento», sino que más bien enviaría un «mensaje sutil de que ‘todo vale’». Propuso que, si el Papa León quisiera «salvar las apariencias», podría emitir otro documento que clarificara o ajustara Traditionis Custodes, en el que «devolviera esencialmente a los obispos su autoridad para aprobar la misa tradicional en latín y elogiara sus beneficios para los fieles que la aman por las razones correctas».
Otra opción, señaló, sería declarar: «Los últimos cuatro años han puesto de manifiesto las dificultades y sufrimientos ocasionados por la política de mi predecesor, y consideramos oportuno restaurar la política del Summorum Pontificum de Benedicto XVI».
La escritora católica y colaboradora del Register Amy Welborn también apoyó un posible retorno al Summorum Pontificum, diciendo que, aunque «no era perfecto», parecía estar funcionando. El Papa, sugirió, podría ofrecer «una declaración sencilla» diciendo que, en el contexto actual y teniendo en cuenta «las necesidades del momento», Traditionis Custodes ya no es útil, y que volver al Summorum Pontificum «sería un buen comienzo».
En línea con el enfoque misionero del Papa León y de la Iglesia, Welborn también cree que podría recordarse la convicción de Benedicto XVI, expresada claramente en su carta que acompañaba al Summorum Pontificum, de que «ambas formas son válidas». Podría hacer un llamamiento a la «caridad más profunda, quizá incluso sacrificial, por parte de laicos y clérigos para vivir esto en la vida eclesial, y que, sea cual sea la forma –y sea cual sea el rito, latino u oriental–, los católicos se nutran con alegría de Cristo en el don de la Eucaristía y se vean fortalecidos para salir al mundo, tan necesitado del amor de Cristo».
Una alternativa a volver al Summorum Pontificum podría ser una interpretación y aplicación vinculante de Traditionis Custodes, dijo Joseph Shaw, presidente de la Latin Mass Society del Reino Unido, quien aboga por un «documento breve» que devuelva la toma de decisiones a los obispos y permita a todos los sacerdotes celebrar la antigua misa en todas las iglesias.
Cree que eso «rebajaría mucho la tensión» y permitiría adaptarse a las condiciones locales, aunque reconoció que algunos obispos sentirían presión, ya fuera para permitirla o para prohibirla, por parte de ciertos fieles.
Otros prevén un posible distanciamiento gradual del tratamiento que dio Francisco a la antigua liturgia. Stuart Chessman, experto estadounidense en la misa tradicional, no prevé que la paz vuelva a la Iglesia «en un futuro cercano», pero se pregunta si esta «guerra de aniquilación contra el tradicionalismo», que considera en realidad una guerra contra su «propio patrimonio», puede «sostenerse a largo plazo».
Gestos y señales
Otras opciones mencionadas al Register para promover la unidad y sanar las divisiones provocadas por Traditionis Custodes incluyen que el Papa León realice gestos y señales más que emitir documentos o pronunciamientos. Estos podrían mostrar o dar a entender que es partidario de poner fin a lo que muchos consideran una «persecución» de la misa tradicional y adoptar en su lugar una actitud de paz, destacando la necesidad de reverencia y oponiéndose al vaciamiento de las tradiciones.
Esto podría incluir, según Shaw, permitir la TLM en la basílica superior de San Pedro o conceder su bendición apostólica a la popular peregrinación tradicional de Chartres, en Francia, programada del 7 al 9 de junio. Por segundo año consecutivo, esta peregrinación, muy valorada por los jóvenes fieles, ha sido desbordada por la participación y ha experimentado un crecimiento exponencial, lo que obligó a suspender temporalmente las inscripciones. La peregrinación ha sido objeto de oposición por parte de algunos miembros de la jerarquía debido a su creciente popularidad.
Otras sugerencias apuntan a que el Papa podría al menos insinuar su oposición, o incluso detener directamente las muy criticadas restricciones impuestas por el obispo Martin, que limitarían la TLM a una sola capilla a partir del 3 de octubre.
El Papa también podría optar por publicar los resultados de la consulta mundial a los obispos que dio lugar a Traditionis Custodes. El Vaticano afirmó que los resultados recopilados por la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe mostraban que la TLM era divisiva, pero fuentes internas y análisis independientes revelaron que los resultados no respaldaban de forma uniforme esa narrativa. Kwasniewski acogió con agrado la posibilidad de su publicación, afirmando que «sería motivo de alegría ver algo de esa ‘transparencia’ tantas veces prometida y pocas veces cumplida». Shaw fue más cauto, preocupado de que «podría reabrir viejas heridas».
En general, Kwasniewski es escéptico sobre la posibilidad de lograr unidad, dada, según él, «la profundidad del odio hacia la tradición» que existe entre «cierta generación y cierto tipo de progresista». Cree, no obstante, que lo que sí es posible es que León, a imitación de san Agustín, invoque el principio de «pluralismo armónico», reconociendo que «muchas buenas costumbres pueden florecer, según las necesidades diversas de los fieles».
Añadió: «Podría decir que la unidad no es uniformidad y que, por tanto, no hay problema alguno en que existan más de una forma del rito romano, del mismo modo que ya existe el uso zaireño o el rito del Ordinariato».
El comentarista católico tradicionalista estadounidense Michael Matt confía en que el Papa León comprenda que «lejos de ser un factor de desunión en la vida de la Iglesia, la misa en latín ha sido un poderoso elemento unificador». En declaraciones al Register el 1 de junio, Matt reconoció que algunos católicos tradicionalistas rechazan el Vaticano II y creen que la nueva misa es inválida, pero afirmó que estos «ya viven fuera de las estructuras diocesanas de la Iglesia y, por tanto, ni siquiera tienen la oportunidad de sembrar discordia a través de la misa en latín».
«Creo que, como sacerdote misionero, nuestro Santo Padre comprenderá la necesidad de escuchar a los tradicionalistas cuando le dicen que no rechazamos el Vaticano II ni creemos que la nueva misa sea inválida», dijo Matt, que dirige el periódico católico tradicional The Remnant. «Lo único que queremos es adorar a Dios conforme al bello patrimonio litúrgico que Su Santidad el Papa Benedicto XVI nos aseguró que era nuestro y que no debía arrebatársenos».
Algunos han señalado signos de que el Santo Padre es sensible a la tradición: se refiere a los Padres de la Iglesia, eligió el nombre de León, ha recuperado atuendos papales tradicionales que Francisco había descartado, domina el latín y ha hablado en favor del misterio, en lugar del espectáculo, en la liturgia –misterio que, en uno de sus primeros discursos, dijo que «sigue vivo» en las liturgias de las Iglesias orientales–. En un mensaje a los obispos franceses por la conmemoración de tres santos del país, pidió que las celebraciones «no evoquen simplemente una nostalgia por un pasado que podría parecer superado, sino que despierten esperanza e impulsen un nuevo dinamismo misionero».
El Papa León parece plenamente consciente de las «guerras litúrgicas» como parte de las divisiones y el sufrimiento actuales en la Iglesia. El 31 de mayo, durante una misa de ordenación celebrada en la Basílica de San Pedro, habló a los sacerdotes sobre la necesidad de «reconstruir la credibilidad de una Iglesia herida».
«No podemos condenar ni prohibir absolutamente el derecho legítimo y la forma de la liturgia latina», declaró el cardenal Müller a la agencia Associated Press el 13 de mayo. «Por su carácter, creo que [León] es capaz de dialogar con la gente y de encontrar una solución muy buena que sea beneficiosa para todos».
Edward Pentin
Publicado originalmente en el National Catholic Register