¿Elevará el nuevo León al cardenal Newman de León XIII a Doctor de la Iglesia?

¿Elevará el nuevo León al cardenal Newman de León XIII a Doctor de la Iglesia?

El papa León XIV es hijo de san Agustín, a quien Newman describió como «un hombre cuya lentitud para comenzar un camino era una garantía de su celo una vez iniciado». Esa frase podría aplicarse también, en cierto sentido, a su autor, cuyo camino hacia la Iglesia católica fue cuidadoso y reflexivo, pero que con el tiempo dio impulso al mayor renacimiento del catolicismo inglés en cuatro siglos.

El 12 de mayo de 1879, el papa León XIII elevó a John Henry Newman al Colegio Cardenalicio. El biglietto que recibió de la Secretaría de Estado notificándole la decisión del Santo Padre llevó a Newman a pronunciar uno de sus discursos más significativos en respuesta.

El plan del duque de Norfolk, uno de los defensores de Newman en Inglaterra, era pedir al Papa León que reconociera la fidelidad de Newman a la Iglesia de Roma —que había sido injustamente puesta en duda por algunos de sus propios correligionarios— nombrándole cardenal. Sin embargo, incluso antes de ser elegido Papa, el entonces arzobispo Pecci ya conocía la influencia de Newman a través del Movimiento de Oxford.

En 1845, poco después de que Newman fuera recibido en la Iglesia católica en Littlemore, a las afueras de Oxford, por el sacerdote pasionista beato Dominic Barberi, el arzobispo Pecci se reunió con Barberi en Bélgica, donde ejercía entonces como Nuncio Apostólico. Ian Ker, biógrafo de Newman, ha sugerido que el Papa León tenía la intención de nombrar a Newman su primer cardenal tras su elección a la Cátedra de San Pedro, pero que esto se frustró porque algunos decían que «era demasiado liberal».

En su discurso del biglietto, pronunciado al ser elevado por León XIII a la dignidad del púrpura sagrada, Newman abordó precisamente esta cuestión. De pie en el Palazzo della Pigna, residencia romana del cardenal Edward Henry Howard, Newman declaró con firmeza: «Me alegra poder decir que me he opuesto desde el principio a un gran mal. Durante treinta, cuarenta, cincuenta años he resistido, con todas mis fuerzas, al espíritu del liberalismo en religión».

Newman describía ese liberalismo como «la doctrina según la cual no existe una verdad positiva en religión, sino que cualquier credo es tan válido como otro». Está claro que Newman se opuso firmemente a esa idea durante toda su vida, mientras buscaba y seguía la «benigna luz» de la verdad, primero rechazando su vida anterior y, con el tiempo, abrazando plenamente una vida nueva y más profunda con Jesucristo en la plena comunión de la Iglesia católica: «el único redil verdadero del Redentor».

Hace apenas unos días, en la Capilla Sixtina, otro León tomó el testigo de Newman, haciendo suya la profesión de san Pedro al Señor en el Evangelio de san Mateo: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». El resultado de esa confesión, dijo el papa León XIV, es que «Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo: el único Salvador que revela el rostro del Padre». En ese acto, nuestro Papa León hizo, junto a Newman, un compromiso con la unicidad y la verdad del Evangelio, y con el camino pleno y completo de salvación que se ofrece a la humanidad únicamente en y por medio de la persona de Jesucristo, en comunión con su cuerpo místico, la Iglesia.

Ya son varios los que han comentado el tono claramente cristocéntrico de las primeras palabras del papa León XIV: desde la Logia de las Bendiciones tras su elección —cuando pronunció palabras del propio Cristo, palabras de paz para la Iglesia y el mundo entero—, en su homilía en la Capilla Sixtina, y en sus palabras dirigidas al Colegio Cardenalicio. Al hablar a los cardenales, describió los acontecimientos de las últimas semanas como una manifestación de «la verdadera grandeza de la Iglesia, que vive en la rica diversidad de sus miembros en comunión con su única Cabeza, Cristo, “el pastor y guardián” (1 Pedro 2,25) de nuestras almas». Una vez más, Cristo es la «única Cabeza», el único y verdadero Dios; el camino, la verdad y la vida.

En la medida en que ha comenzado a delinear las prioridades de su pontificado, en ese mismo discurso el papa León mencionó temas de Evangelii Gaudium a los que el propio Newman contribuyó notablemente: «el retorno al primado de Cristo en el anuncio; la conversión misionera de toda la comunidad cristiana; el crecimiento en colegialidad y sinodalidad; la atención al sensus fidei, especialmente en sus formas más auténticas e inclusivas, como la piedad popular; el cuidado amoroso hacia los últimos y los rechazados; el diálogo valiente y confiado con el mundo contemporáneo en sus diversas dimensiones y realidades».

El papa León XIV es hijo de san Agustín, a quien Newman describió como «un hombre cuya lentitud para comenzar un camino era una garantía de su celo una vez iniciado». Esa frase podría aplicarse también, en cierto sentido, a su autor, cuyo camino hacia la Iglesia católica fue cuidadoso y reflexivo, pero que con el tiempo dio impulso al mayor renacimiento del catolicismo inglés en cuatro siglos.

La comparación entre san Agustín y Newman no es nueva, pero quizá merezca ser retomada ahora que un agustino asume el ministerio petrino. Y será especialmente interesante ver en qué medida esto se manifiesta, especialmente teniendo en cuenta que el sucesor —en nombre— del Papa que hizo cardenal a John Henry Newman, se espera que en su momento lo proclame Doctor de la Iglesia.

P. James Bradley

Publicado originalmente en el Catholic Herald

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