Los evangelios de Mateo y Lucas nos narran que en un momento dado, Juan el Bautista mandó unos discípulos a preguntar a Jesús. “¿Eres tú el que viene o hemos de esperar a otro?”. En la respuesta de Jesús, y como signo de su venida, está “los pobres son evangelizados” (Mt 11,5 y Lc 7,22). En estos momentos, en los que estamos viviendo una gran crisis económica, y en la que se le exige a nuestro Gobierno que ahorre, a éste, en vez de empezar por donde debe empezar, es decir, por dar por terminados los dispendios inútiles, sólo se le ocurre empezar a ahorrar por los que menos tienen, por los que no llegan a fin de mes, quitando la subvención de 426 euros a aquéllos que más lo necesitan, a los parados de larga duración, a los que no tienen otros ingresos, con lo que se ponen todas las condiciones para crear una gran bolsa de delincuencia, pues la gente necesita comer y es un principio moral que en caso de extrema necesidad, todos los bienes son comunes.
Ya hace algún tiempo, en repuesta a uno de mis artículos, me encontré con la afirmación de alguien que me dijo. “es que nosotros, los de izquierda, creemos en la justicia, no en la caridad”. La afirmación me pareció francamente desacertada, y me gustaría saber si esa persona es capaz de repetir eso en un comedor popular de los que sostiene la Iglesia, sin policía delante. Probablemente lo pasaría muy mal. Y sin embargo, constantemente se nos hace la pregunta: ¿qué hace la Iglesia por los pobres?, y se da por supuesto que no hace nada.
Pero los datos son elocuentes y las cifras de la Iglesia de España son éstas: 5.141 Centros de enseñanza; 107 hospitales; 1.004 centros; entre ambulatorios, dispensarios, asilos, centros de minusválidos, de transeúntes y de enfermos terminales de SIDA; Cáritas atiende a 800.000 personas; Manos Unidas; Obras Misionales; 365 Centros de reeducación para marginados sociales: ex-prostitutas, ex-presidiarios y ex-toxicómanos; 937 orfanatos. En mi ciudad de Logroño, el comedor popular lo atienden las Hijas de la Caridad y están asistiendo al doble de personas que hace poco más de un año. Además tienen residencia para gente que se ha quedado sin piso, o gente que necesita ser ayudada parcial o totalmente, sin olvidar una guardería infantil. Y por supuesto, hay muchas más obras de caridad sostenidas por la Iglesia.
¿Qué se puede hacer más? San Vicente Paúl al final de su vida tuvo una conversación con la Reina de Francia. Ésta le preguntó: “¿Estará Vd. satisfecho con el uso que ha hecho de su vida?”. El santo le contestó con un no. La Reina, asombrada, le volvió a preguntar: “¿Qué hubiera deseado Vd. hacer”. El santo le respondió: “Más”.
No hace muchos días me comentaba una voluntaria de un comedor popular que le tuvo que parar los pies a un usuario que le venía con exigencias, porque para eso Vd. cobra. La otra le respondió que era voluntaria, que lo hacía gratis y que el motivo era fundamentalmente por amor a Jesucristo. Y es que ésta es la razón del voluntariado cristiano, porque evangelizar se hace con la oración, el ejemplo y la palabra. Como nos dice 1 Jn 4,20: “el que no ama a su hermano, a quien ve, no es posible que ame a Dios, a quien no ve”, si bien también es verdad que el amor a Dios, por la oración y los sacramentos, alimenta y ayuda a que amemos de verdad al prójimo. La Beata Teresa de Calcuta lo tenía muy claro: en cierta ocasión una de sus religiosas, le indicó que para atender mejor a los necesitados, sería conveniente disminuir en media hora la oración. La santa se lo pensó y respondió aumentando una hora la oración, porque en ella está el motor de la caridad cristiana.
Por ello cuando no se cree en el amor sobrenatural y se prescinde de Dios, porque se piensa que no existe, o aún peor, porque se le rechaza expresamente, las consecuencias afectan también al amor humano. Por mucho que presuman de boquilla, esa carencia radical de fe y amor afecta también al amor humano, por lo que no me extraña que, si se trata de hacer recortes en los Presupuestos, se empiece por los pobres y marginados, aunque se derroche en otras partidas, porque como son los más débiles, son los que lo tienen más difícil a la hora de poder protestar.
P. Pedro Trevijano, sacerdote