Veo algunas diferencias entre el típico cura mediterraneo y el cura norteamericano. El clero norteamericano es más disciplinado, más trabajador, muy ortodoxo, tiene su iglesia como un pincel, y además es un organizador nato. Pero percibo algunos problemas que tambien los ven los fieles, y es que la relación entre los fieles y el clero es más distante. El cura norteamericano tiene que dedicar muchísimas horas a trabajar con papeles en su despacho. El papeleo de una parroquia es impresionante. El trabajo administrativo de cualquier iglesia es tal que tienen que tener una secretaria contratada a tiempo completo. Normalmente cada parroquia no tiene menos de dos personas trabajando a tiempo completo. Muchas tienen a más gente. Hablar con cualquier parroco solo es posible llamando a la secretaria y apuntando una cita en la agenda. Cualquier feligrés que se acerque a un cura escuchara la tipica frase: hable con mi secretaria y pídale una cita.
Para mí sigue siendo un misterio como se pueden complicar tanto la vida, y creedme que he tratado de entender. Pero yo les diría: tratad de simplicar todo, reducid la estructura al mínimo. Y una vez que hayáis reducido todo al mínimo, al siguiente añoo volved a deciros: voy a reducir todo otra vez a la mitad. Y cuando acabéis, al tercer año, haced lo mismo.
Los parrocos se sorprenderían hasta qué punto el papeleo, el trabajo administrativo, los asuntos burocráticos, pueden reducirse a un mínimo esencial que no quita tiempo, que no supone una carga pesada.
Pero ellos no han conocido otra cosa. Les es inconcebible pensar que los gastos de una iglesia pueden ser tan pequeños como los de una parroquia española.
El cura español es más desorganizado, pasa más tiempo en el bar tomandose un café, pasa más tiempo en la plaza hablando con los ancianos, viste como un adefesio, es más, viste como un adefesio pobre. Pero ese cura barrigón con su boina es cercano, se dedica solo y exclusivamente a la pastoral, se levanta por las mañanas sin problemas organizativos, no recibe a la gente a las horas despacho sino que es abordado por la calle en cualquier momento.
Ciertamente me quedo con el producto español. El cura que vive con su familia (cosa inconcebible en Estados Unidos), el típico don Camilo que tan genialmente describio en su novela Gioanni Guareschi. El cura anglosajón con su despacho, su mesa de por medio, su cita apuntada en la agenda, impone distancia, uno no se imagina estar ante un hermano que le escucha, ante un pastor. El clero alemán ha caído en el mismo defecto. Debemos evitar por todos los medios posibles dar una impresión de funcionariado. Y para evitar esa impresión no hay que serlo.
Pero es muy difícil importar una mentalidad. En algunos países las costumbres de generaciones acaban fosilizandose. Ciertamente la espontaneidad de los curas de Italia, Portugal, España e incluso de los ortodoxos de Grecia forma parte de un mundo más sencillo, de unas relaciones que se basan en la cercanía.
Cada vez que vuelvo de paises anglosajones valoro más la figura del típico cura que con una gruesa chaqueta gris de lana sobre un jersey verde te escucha en un banco de una iglesia cuando las ancianitas se han marchado de la misa de seis.
P. José Antonio Fortea