La expresión “el corazón le habla al corazón”, del Obispo francés San Francisco de Sales, fue tomada por el Cardenal Newman como lema cardenalicio (siendo más tarde, incluso, grabado en su propio ataúd) y ha sido también el lema de la visita al Reino Unido que el Papa Benedicto XVI culminó el pasado domingo 19 de septiembre con arrollador éxito.
“Deseo hablar con vosotros desde mi propio corazón, y os ruego que abráis los vuestros a lo que tengo que decir” pidió el Papa a los jóvenes ingleses en uno de sus discursos. Pero lo pedía no sólo a los jóvenes. Lo pedía a los más de seis millones de católicos que viven su fe en aquellas islas. Y al mundo entero.
Y el Santo Padre alzó la voz para que su eco, en esta histórica visita, resonara en el mundo entero, no para su propia vanagloria sino por amor a la verdad en cuyo servicio ha desgastado su vida entera: “quiero manifestar, por encima de todo, mi profundo pesar a las víctimas inocentes de estos crímenes atroces (los abusos a menores por parte de algunos clérigos), junto con mi esperanza de que el poder de la gracia de Cristo, su sacrificio de reconciliación, traerá la curación profunda y la paz a sus vidas […] reconozco con vosotros la vergüenza y la humillación que todos hemos sufrido a causa de estos pecados”; “jamás olvidemos cómo la exclusión de Dios, la religión y la virtud de la vida pública conduce finalmente a una visión sesgada del hombre y de la sociedad y por lo tanto a una visión «restringida de la persona y su destino" (Caritas in veritate, 29)»”; “la dictadura del relativismo amenaza con oscurecer la verdad inmutable sobre la naturaleza del hombre, sobre su destino y su bien último. Hoy en día, algunos buscan excluir de la esfera pública las creencias religiosas, relegarlas a lo privado, objetando que son una amenaza para la igualdad y la libertad. Sin embargo, la religión es en realidad garantía de auténtica libertad y respeto, que nos mueve a ver a cada persona como un hermano o hermana”; “la sociedad actual necesita voces claras que propongan nuestro derecho a vivir, no en una selva de libertades autodestructivas y arbitrarias, sino en una sociedad que trabaje por el verdadero bienestar de sus ciudadanos y les ofrezca guía y protección en su debilidad y fragilidad”.
El Papa de la razón y de la fe, perseguido por su amor y defensa de la verdad, terminó con la Beatificación del converso Cardenal Newman este histórico viaje. Algunos, desde semanas antes, habían intentado reventarlo. Aquellos que no soportan el gran afecto que el auténtico mundo de la cultura, del pensamiento, del ecumenismo, etc. profesa al Santo Padre, lo vapulearon con una terrorífica campaña mediática. Y durante la visita misma organizaron una “mini-manifestación” (a la que asistieron menos de dos mil personas) mientras -en ese mismo momento- ochenta mil aclamaban al Sucesor de Pedro en el londinense Hyde Park.
Los “defensores de la tolerancia”, del “respeto al diferente”, de “la libertad de pensamiento” se rieron de los católicos e insultaron gravemente al Papa. Richard Dawkins, promotor de la manifestación, comparó al Pontífice con Hitler y algunos calificaban al Papa como “puta de Babilonia” o “cerdo machista”. Disfrazados de monjas y de obispos, otros repartían preservativos y las feministas llevaban pancartas que decían “Papa Ratzi, no pongas tus rosarios en mis ovarios” o “quita tus sucias manos de mis huevos, Benedicto”.
El Papa llegó a Reino Unido a hablar de corazón a corazón a todos aquellos hombres y mujeres de buena voluntad que encuentran en sus palabras, llenas de profundidad y valentía, luz y fuerza para orientar la vida hacia Dios.
“El Papa está contento no porque hubo grandes muchedumbres (en los actos de la visita) sino porque tenemos la clara demostración de que la gente estaba interesada en lo que teníamos que decir” afirmó el portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, al concluir el viaje papal. El mundo está ansioso por escuchar palabras que sacien, que no dejen indiferente, que colmen de verdad el ansia del ser humano de dar un sentido profundo y último a la existencia. Benedicto XVI, desde el Evangelio, lo ha logrado. Una vez más ha logrado sacar brillo a la perla preciosa de la Buena Noticia.
El Papa fue a Reino Unido, convenció y venció. Y con él, Cristo y su Iglesia.
P. Rubén Tejedor, sacerdote