Sonó el timbre y, como si faltara tiempo, la escuela comenzó a vaciarse de chavales llenos de satisfacción y con caras sonrientes, porque llegado el 19 de junio se dio por finalizado el curso escolar. Lo increíble es que al llegar tan esperado día, a los alumnos les desaparece todo tipo de preocupaciones, olvidando con rapidez el mayor o menor éxito de sus resultados académicos. Lo único que les importa son los casi tres meses que quedan por delante, con sus videojuegos, piscina, playa, deporte, descanso…
Y mientras los chavales se sienten felices, muchos padres empiezan a estrujarse el cerebro –y en muchos casos también el bolsillo- buscando la mejor manera de tener a sus hijos ocupados a lo largo de todo el verano. La sociedad ha cambiado, hoy en día en la mayoría de los hogares trabajan padre y madre, donde no siempre coinciden sus propias vacaciones, y compatibilizarlas con el cuidado de sus hijos no resulta nada fácil. En estas fechas resurge de nuevo el debate, sobre si las vacaciones escolares son demasiado largas, si hay que replantearse el calendario escolar, si deberían volver los exámenes de septiembre, etc. Para todo ello, hay opiniones para todos los gustos.
Si preguntamos a los profesores, dirán que no, que ya está bien. Y además, defenderán su tiempo distinguiéndose de las vacaciones de sus alumnos. La idea de que maestros y profesores tienen tres meses de vacaciones es falsa, porque en julio se disponen para preparar las clases del curso siguiente y deben dedicar un período a su formación continua. Ante esta tesitura se deduce con claridad que el problema no radica en la extensión de las vacaciones del cuerpo docente, sino en la extensión de las vacaciones de los alumnos que es lo que comporta el problema para muchas familias.
Por otra parte, cabe añadir que está demostrado que los alumnos con una parada escolar tan larga se dispersan y acaban olvidando muchos de los conocimientos adquiridos a lo largo del curso anterior. Los trabajos y deberes que suelen recomendarse para la época estival acaban siendo poco afortunados y son insuficientes para resolver dicho problema.
Quizás la solución esté en reorganizar los tiempos de descanso durante el año, al igual que se está haciendo en algunos países europeos. Aunque cabe tener en cuenta que según el estudio “Organización del tiempo escolar”, publicado por la Comisión Europea el año pasado, las escuelas españolas no salen tan mal paradas si se comparan con las vacaciones de otros países de Europa.
De todos modos, hay factores que acaban determinando la sucesión de las vacaciones, como es el caso de la climatología, por ejemplo. Este sería el caso de Alemania, donde empiezan el curso a primeros de agosto y lo terminan a finales de junio.
Hay países donde las vacaciones de otoño e invierno son más largas que en España. En el caso de Francia empezaron el 3 de septiembre y acaban el 4 de julio. Pero por otra parte acostumbran a hacer dos semanas de pausa escolar para el Carnaval de invierno.
Italia, que es un país que tiene una climatología parecida a la de Cataluña, arranca el curso a mitades de septiembre y lo termina a mediados de junio, muy parecido a lo que hacemos aquí. Además no tienen pausas por vacaciones distintas a las de los colegios españoles.
Está claro que las vacaciones son un período nada fácil de manejar, y que debe ser la Administración quien debería ocuparse de buscar la solución más adecuada. Porque no es un problema de la escuela, es un problema social, cuya solución debería pasar por una mayor racionalidad de los horarios laborales para que los adultos puedan atender a sus hijos, y por un mayor gasto social en forma de colonias y actividades extraescolares gratuitas, por ejemplo.
Y mientras tanto, para este verano… ¡a sobrevivir cómo se pueda!
Oscar A. Matías, historiador.