Cuando era niño, un día me dijeron en clase que lo primero que hay que hacer para resolver un problema es planteárselo. Es exactamente lo contrario de lo que ha hecho el Gobierno español ante la crisis económica: la ha negado hasta que era más que evidente, contradiciendo la famosa frase de Rubalcaba que ciertamente les dio muchos votos en las primeras elecciones que ganó Zapatero: "España no se merece un Gobierno que mienta".
En Enero la revista Alba recogía venticuatro declaraciones mentirosas de Zapatero sobre la crisis, a las que hay que añadir estos mismos días el intento de ocultarnos que Obama le había llamado para exigirle medidas sobre la crisis económica, diciéndonos a los españoles que la llamada era para interesarse por la salud del Rey. Tuvo que ser la propia Casa Blanca la que aclarase el motivo de la llamada. Desde luego la política que ha hecho el Gobierno tiene de todo menos de social, pues una política que destruye rápidamente empleo y nos lleva de momento a cuatro millones seiscientos mil parados no es precisamente, como alguien ha dicho acertadamente, una política a favor de los necesitados.
Esa capacidad de mentir está basada en una de las más famosas frases de Zapatero: “la libertad os hará verdaderos”. Esa frase contradice la afirmación de Jesucristo "la Verdad os hará libres" (Jn 8, 32). Aparentemente suena bien, pero si uno la examina detenidamente uno se da cuenta que lleva al relativismo y a la mentira, pues es la fidelidad a la verdad y no lo contrario, la que es garantía de la libertad y del desarrollo humano integral.
Otra de las grandes frases de Zapatero la dijo en una entrevista a una revista italiana el 24 de Febrero del 2006. Dice literalmente: "La idea de una ley natural por encima de las leyes que se dan los hombres es una reliquia ideológica frente a la realidad social y a lo que ha sido su evolución. Una idea respetable, pero no deje ser un vestigio del pasado". Es el triunfo del positivismo jurídico, la concepción que no son las personas las poseedores de los derechos, sino el Estado que los concede y por tanto puede quitarlos. Lo que está detrás es una concepción totalitaria, nada democrática e indica en quien sostiene esto una concepción totalmente amoral de la vida, concepción que supone también un desprecio hacia los desfavorecidos.
Con la que está cayendo, ¿creen Vds. que es decente gastarse seis mil quinientos euros en establecer un sistema de traducción simultánea en el Senado? Ya sé que algunos dirán que es el chocolate del loro, pero votar eso siempre me parece una idiotez, y ahora una inmoralidad, que contribuye a que nos hagamos una pésima imagen de quienes votan a favor de ese derroche, y aparte de que nos da la impresión que quienes votan una semejante imbecilidad se desinteresan de los problemas reales de la gente. O, como me dijo el otro día un genio de esos que chatean, cuando comparaba las obras a favor del prójimo de los creyentes y de los no creyentes: "es que nosotros los no creyentes somos partidarios de la justicia, y no de la caridad". Me gustaría que se atreviese a hacer esa afirmación delante de un comedor popular, sin policías delante.
La amoralidad, o creo que es más adecuado hablar directamente de inmoralidad, se nota en las leyes que, según Zapatero, amplían los derechos de la ciudadanía, como pueden ser la ley del aborto, como si el matar a un ser humano pueda ser nunca un derecho, o su intento de machacar la familia con leyes como la equiparación del matrimonio homosexual con el normal y el divorcio exprés, o simplemente con la educación afectivosexual que se pretende dar a nuestros niños, consistente en enseñarles la masturbación y la promiscuidad sexual y que se puede llamar desde luego corrupción de menores.
Ante esta situación, ¿qué hacer? Por supuesto creo en el valor de la oración pero también de la acción Por ello escribo estas líneas. Pienso que hay que desenmascarar al inquilino de la Moncloa, pero también creo que hay que trabajar a favor de los derechos humanos de verdad, y hacer todo lo posible para que España, a pesar de sus gobernantes, pueda salir adelante porque cada uno de nosotros se esfuerza en vivir los valores humanos y cristianos.
Pedro Trevijano, sacerdote
