Finalmente no ha habido acuerdo ni pacto escolar entre PSOE y PP, y no lo ha habido, porque tal como están hoy las cosas, es imposible. Indiscutiblemente, cada uno de los dos grandes partidos trata de echar la culpa al otro, pero lo que hay que preguntarse es cómo entiende el PSOE la Educación y, si es posible, en consecuencia, firmar un acuerdo que vaya más allá de pequeñas cuestiones de detalle.
Que la Educación en España va mal, es innegable. El primer problema a debatir es cuál es la finalidad de los Colegios e Institutos: centros de enseñanza o garajes para chicos. He sido enseñante toda mi vida y desde luego estoy convencido que un Colegio e Instituto que no sea un centro de enseñanza es un centro que no realiza la función para la que ha sido creado. Los garajes para chicos dificultan el desarrollo intelectual y la madurez humana de los que van a ellos.
El siguiente gran problema es: ¿a quién corresponde principalmente la tarea educativa: ¿al Colegio o Instituto o a la familia? Para cualquier persona con un mínimo de sentido común y convicciones democráticas la respuesta es clara: a los padres. Efectivamente el artículo 26.3 de la Declaración de Derechos Humanos declara: “Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”, mientras nuestra Constitución dice: “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones” (art. 27.3).
Otra gran pregunta es: ¿qué es lo que hay que enseñar? Aquí lo que nos encontramos es que tanto la LOGSE, como su sustituta la LOE, lo fundamental de ellas es que son leyes que lo que tienen es una gran carga ideológica y lo que pretenden es adoctrinar. Los dos grandes derechos, ambos constitucionales, en materia educativa son la libertad de enseñanza y la igualdad de enseñanza. A nuestras autoridades no se les oye hablar del derecho a la libertad de enseñanza, que en cambio sí practican cuando se trata de sus hijos, pues unos cuantos estudian o han estudiado en centros privados, por cierto, con frecuencia, bastante exclusivos. Sobre la obligatoriedad no hay problema, salvo que lo que pretenden es una escuela igual, única, una vez excluidos sus retoños, y laica, en el sentido de laicista. Es decir, los demás tienen que pasar por el aro de una enseñanza en la que la ideología es la de los gobernantes, no la que quieren los padres, y encima usan la palabra tolerancia a todas horas. A esto ya se refirió Unamuno, cuando dijo aquello de: “en Francia no se puede pensar libremente, hay que ser librepensador”. En cuanto a los contenidos de la enseñanza, diecisiete Comunidades Autónomas tienen diecisiete sistemas educativos, con el resultado que se rompe la igualdad y uno acaba ignorando las cosas más elementales de la geografía e historia de su patria, España, e incluso ignorando la lengua española, consecuencia del fanatismo y sectarismo nacionalista, que llega incluso a fomentar el odio a España, aunque los que van a pagar el pato son los alumnos víctimas de semejante instrucción y educación, no sólo porque se les quiere enseñar los antivalores del relativismo y hedonismo, sino porque se van a encontrar con las puertas cerradas en todas partes simplemente por ignorantes. Y conste que todavía no me he referido a los disparates de Educación para la Ciudadanía, pues muchos pensamos que su ideología de género es la puerta abierta a la pederastia y a la corrupción de menores, pues lo que no se enseña en ella es en qué consiste la verdadera sexualidad y el auténtico amor.
Por último ¿cómo hay que enseñar y educar? El modelo ha sido Rousseau, que envió a sus cuatro hijos a un orfanato y del que Voltaire dijo: “Jamás se ha empleado tanta inteligencia en convencernos que debemos volver a andar a cuatro patas”. A mí me gusta mucho más lo que dijo el ministro inglés laborista de Educación de Toni Blair, Sr. Blunkett: “Creo en la disciplina, en una aritmética sólida, en aprender a leer y escribir con corrección, en deberes para casa”. Y es que para aprender son necesarios el estudio, el esfuerzo y la fuerza de voluntad.
En pocas palabras, pienso que la Instrucción y Educación en España tiene que cambiar mucho para que sea posible un Pacto Escolar serio.
Pedro Trevijano, sacerdote