Desde luego, las corruptas elites europeas han decidido suicidarse y llevarse a nosotros con ellas.
A una enfermera británica que llevaba un pequeño crucifijo colgado del cuello desde hacía décadas, la dirección del hospital público en el que trabajaba le ordenó que se lo quitase por "salud e higiene". La enfermera protestó ante los tribunales, porque consideraba que la orden era injusta. El tribunal falló a favor del hospital.
Un triunfo del laicismo, dijeron los tontos. La ley es igual para todos, añadieron.
Ahora hemos sabido que los mandamases de la Sanidad pública británica (NHS), de izquierdas, claro, han permitido excepciones a las normas de seguridad e higiene del personal en función de las creencias religiosas no cristianas del personal.
Female staff who follow the Islamic faith will be allowed to cover their arms to preserve their modesty despite earlier guidance that all staff should be "bare below the elbow".
The Department of Health has also relaxed rules prohibiting jewellery so that Sikh members of staff can wear bangles linked with their faith, providing they are pushed up the arm while the medic treats a patient.
¡Huuy! Que a las musulmanas les da vergüenza que los hombres vean sus antebrazos desnudos, porque se excitan y las miran con lascivia y lujuria.
Cada día la estupidez alcanza mayores cotas. Así que un crucifijo de metal que no está en contacto con la piel produce más daño a los pacientes de un hospital que los brazos sin desinfectar y las pulseras sucias.
Y luego hay más bobos que no creen que los europeos estamos bajo una campaña anticristiana en general y anticatólica en particular.
Hoy, que se cumple el quinto año del espléndido pontificado de Benedicto XVI, por cuya salud y ánimo pido oraciones, conviene recordar, como hizo un bloguero amigo, el contenido de su homilía en la misa de inauguración de su mandato.
Queridos amigos, en este momento sólo puedo decir: rogad por mí, para que aprenda a amar cada vez más al Señor. Rogad por mí, para que aprenda a querer cada vez más a su rebaño, a vosotros, a la Santa Iglesia, a cada uno de vosotros, tanto personal como comunitariamente. Rogad por mí, para que, por miedo, no huya ante los lobos. Roguemos unos por otros para que sea el Señor quien nos lleve y nosotros aprendamos a llevarnos unos a otros.
Y me permito añadir por mi parte su homilía en la misa pro eligendo Pontifice
Mientras que el relativismo, es decir, dejarse «llevar a la deriva por cualquier viento de doctrina», parece ser la única actitud adecuada en los tiempos actuales. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos. Nosotros, en cambio, tenemos otra medida: el Hijo de Dios, el hombre verdadero.