Todos los años, la Iglesia, celebra en este domingo entre Navidad y Año Nuevo la Fiesta de la Sagrada Familia, fiesta que está calando cada vez más profundamente en el pueblo cristiano, especialmente desde que hace unos años tenemos una legislación anticristiana y antifamiliar. Somos cada vez más conscientes de que la familia, especialmente la familia cristiana, es uno de nuestros más preciados valores que hemos de defender, frente a aquéllos que intentan, cada vez más descaradamente, destruir la vida, recordemos la infame foto de las ministras socialistas abrazándose tras la aprobación en las Cortes de esa ley criminal, y la familia.
Y es que nacemos y crecemos ordinariamente en el seno de una familia. Vivimos con nuestros padres, hermanos y, tal vez, algún otro familiar. Heredamos de nuestros padres algunas cosas, como los rasgos físicos y algunas características específicas de nuestro carácter. Pero también influyen en nosotros los factores ambientales y sociales, hasta el punto que podemos decir que, aunque todos nacemos personas, nuestra personalidad se hace, porque el desarrollo del ser humano es un proceso complejo en el que los aspectos relacionales son predominantes y determinantes. Nuestra evolución no se refiere únicamente a nuestro desarrollo personal, sino también a nuestro saber, conocer y querer.
La familia es un conjunto de relaciones interpersonales particularmente intensas: entre esposos, entre padres e hijos, entre miembros de diversas generaciones. La familia está constituida por personas que se hallan ligadas entre sí por tres tipos de lazos: la alianza matrimonial, la consanguinidad de los hermanos y la relación paternofilial. La familia tiene su origen y fundamento en el matrimonio. La familia, fundada sobre el matrimonio contraído libremente, es la más íntima y profunda sociedad natural fundada sobre el amor. La unidad matrimonial de los esposos con sus derechos y obligaciones supone una tarea común, que se inicia desde el momento mismo de contraer matrimonio y que se va realizando en las cosas de cada día. La comunidad conyugal no existe, sin más, por el hecho de casarse, sino que se va construyendo día a día. Por ello el amor hay que cuidarlo para que se mantenga y desarrolle y no desaparezca Supone en sí una convivencia estable, una residencia compartida, un reparto del trabajo y de los roles, relaciones sexuales abiertas a la procreación, ayuda mutua y educación de los hijos. Tal como Dios la ha fundado, la familia es un patrimonio de la humanidad, la agrupación humana primordial, un modelo para todas las demás formas de convivencia humana, siendo un bien para la sociedad y una institución natural anterior a cualquier otra, incluida la del Estado.
El papel de la familia en nuestro desarrollo es fundamental. La familia es el lugar donde se recibe el don de la vida y donde uno es querido simplemente por ser miembro de ella. El hogar familiar es el ámbito de por sí más humano para la acogida de los hijos: el que más fácilmente presta una seguridad afectiva, el que garantiza mayor unidad y continuidad en el proceso de educación e integración social. Es también una escuela de humanización y de virtudes, pero sobre todo el lugar ideal para aprender lo que es el amor, porque lo estamos viviendo día a día. Lo más importante que los hijos recibimos de los padres es amor, que se expresa en ternura, demostraciones de afecto y cuidados materiales. Son también ellos los primeros maestros y testigos en la fe. Amar y sentirnos amados, es lo mejor que nos puede pasar en la vida. Las familias felices no son consecuencia de la buena suerte, sino algo que se va haciendo gracias a una conducta ejemplar en la vida cotidiana. Una familia estable es la que garantiza seguridad efectiva y afectiva, emocional y psicológica a los hijos que van creciendo y desarrollándose con la ayuda de los padres y por ello no se le conoce ninguna alternativa mejor y es la institución más valorada en todas las encuestas por los adolescentes y jóvenes. En cambio lo que daña a las familias, hiere a las personas, dificultando su normal y sano progreso.
La convivencia exige una adaptación continua con los demás; es cuestión de tolerancia y flexibilidad, por lo que se requiere también una educación en valores. Y el primer valor es la superación del egoísmo. La Fe nos enseña que Dios es el Amor y la Generosidad Absoluta. Como estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, o amamos a los demás y somos generosos, o lo tenemos claro, o, mejor dicho, muy oscuro. Y es que el amar y ser amado, que es lo que da sentido a la vida humana, se realiza de modo especial en la familia, contando para ello la familia cristiana con la ayuda valiosísima de la gracia de Dios, de ese Dios que es amor e inventor del amor.
Pedro Trevijano, sacerdote