La libertad religiosa: tiranía abortista y pro-gay
Después de introducir el tema de la libertad religiosa y del derecho de cada persona a obrar en conciencia, la Declaración de Manhattan resalta que “es irónico que los que hoy reclaman el derecho a matar a los no nacidos, ancianos y discapacitados”, y requieren que la ley les reconozca su derecho a participar en prácticas sexuales promiscuas e inmorales, “estén en la vanguardia de los que pisotean la libertad de otros a expresar sus convicciones religiosas y morales acerca de la vida y de la dignidad del matrimonio como unión conyugal de marido y mujer”.
“Todo esto lo observamos en el empeño en recortar o eliminar las cláusulas de conciencia para obligar a hacer abortos o derivar para que otros los hagan a las instituciones pro-vida (incluidos los hospitales y clínicas con ideario religioso), y también en algunos casos, para coaccionar a los médicos, los cirujanos, las enfermeras, y otros profesionales de la salud, a realizar o participar en abortos. Lo mismo vemos en el recurso de acudir a los reglamentos antidiscriminatorios para obligar a instituciones religiosas, empresas y proveedores de servicios a realizar actividades que consideran gravemente inmorales o en su defecto cerrar sus puertas”.
“Por ejemplo en Massachusetts, después de la imposición judicial del ‘matrimonio entre personas del mismo sexo’, Catholic Charities debió optar, con gran renuencia, a poner fin a su trabajo de más de un siglo ayudando a colocar a los niños huérfanos en hogares de bien, porque -según los principios morales- no podía obedecer el mandato legal de entregar niños a parejas de homosexuales. En Nueva Jersey, después de la creación de las "uniones civiles" cuasi-maritales, una institución metodista fue despojada de su exención de impuestos cuando se negó, por una cuestión de conciencia religiosa, a que en sus instalaciones se realizaran ceremonias de bendición de uniones homosexuales. En Canadá y en algunos países europeos, clérigos cristianos han sido perseguidos por predicar la doctrina bíblica en contra de la práctica de la homosexualidad. Las nuevas leyes sobre el delito de odio en los Estados Unidos hacen aparecer el espectro de la misma situación en este país”.
La Declaración destaca que así, en las últimas décadas, creció la falta de respeto a los valores religiosos en los medios de comunicación, en ambientes académicos y políticos, avalada por una jurisprudencia espuria que restringe el derecho a la libertad religiosa. Este hecho ominoso amenaza también la cultura de la libertad, propia de los Estados Unidos. “Las restricciones a la libertad de la conciencia o de la capacidad de las instituciones para contratar a personas de la propia fe o con las mismas convicciones morales y religiosas, por ejemplo, quebrantan la viabilidad de las estructuras intermedias de la sociedad, que son la salvaguarda esencial contra la autoridad arrogante del Estado, y anuncian la desintegración de la sociedad civil, preludio de la tiranía del despotismo blando”, anunciada por Tocqueville.
“Como cristianos, debemos tomar en serio la admonición bíblica de respetar y obedecer a las autoridades. (…) Reconocemos la obligación de cumplir con las leyes si nos gustan o no nos gustan, a menos que las leyes sean gravemente injustas, u obliguen a hacer algo injusto o inmoral (…) como mandan las leyes que socavan el bien común, en lugar de servirlo”.
La Declaración remite al pasaje de los Hechos de los Apóstoles 4, cuando Pedro y Juan recibieron la orden del Sanedrín de los judíos de dejar de predicar en el nombre de Jesús, “su respuesta fue: ‘Juzgad en la presencia de Dios si es justo obedeceros a vosotros antes que a Dios. Porque no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído’. A través de los siglos, el cristianismo ha enseñado que la desobediencia civil no sólo está permitida, sino que a veces es necesaria. (…) Las leyes injustas degradan a los seres humanos y no tienen ningún poder para obligar en conciencia”, concluye el documento.
“Porque honramos la justicia y el bien común, no vamos a cumplir ningún edicto que pretenda obligar a nuestras instituciones a participar en abortos, en la investigación destructiva de embriones, en el suicidio asistido o en la eutanasia, ni en cualquier otra ley anti-vida, ni nos someteremos a ninguna norma que pretenda obligarnos a bendecir inmorales parejas sexuales, o a tratarlas como a matrimonios o su equivalente, o que no proclame la verdad sobre la moralidad y la inmoralidad y sobre el matrimonio y la familia. Plenamente y sin retaceos queremos dar al César lo que es del César. Pero en ningún caso vamos a dar al César lo que es de Dios”.
FIN.
P. Juan Carlos Sanahuja
Fuentes: http://www.manhattandeclaration.org.