El escándalo de «Fiducia Supplicans»
James Martin jactándose de aplicar Fiducia supplicans

El escándalo de «Fiducia Supplicans»

Aquí está el contexto relevante para Fiducia Supplicans: el mundo secular odia la enseñanza de la Iglesia sobre moralidad sexual quizás más que cualquier otra de sus doctrinas. Constantemente la insta a abandonarla, muchos suponiendo que es simplemente cuestión de tiempo hasta que la abandone. La mayoría de los eclesiásticos rara vez hablan de ello, y en las ocasiones en que lo hacen, la tendencia es a dar un reconocimiento vago y superficial seguido de una apasionada petición de aceptación de quienes no la obedecen.

A estas alturas todo el mundo ha oído hablar de Fiducia Supplicans y de la polémica mundial que ha generado, que puede acabar siendo la más agria de todas las controversias suscitadas en la última década por las palabras y acciones del Papa Francisco. La Declaración, emitida por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe (DDF) bajo su nuevo Prefecto, el cardenal Víctor Manuel Fernández, permite por primera vez « la posibilidad de bendiciones de parejas en situaciones irregulares y de parejas del mismo sexo». Se revisa así la declaración al respecto emitida en 2021 bajo el mandato del predecesor de Fernández, el cardenal Ladaria, que reafirmaba la doctrina tradicional de la Iglesia de que «no es lícito impartir una bendición a relaciones, o a parejas incluso estables, que implican una praxis sexual fuera del matrimonio (es decir, fuera de la unión indisoluble de un hombre y una mujer abierta, por sí misma, a la transmisión de la vida), como es el caso de las uniones entre personas del mismo sexo.»

Lo bueno

Lo primero que hay que señalar es que en la Declaración se hace hincapié en que no hay ningún cambio en los principios doctrinales, que reafirma explícitamente. También subraya que no se puede aprobar ninguna bendición o rito litúrgico que pueda implicar tal cambio. Estos son los pasajes pertinentes:

La presente Declaración se mantiene firme en la doctrina tradicional de la Iglesia sobre el matrimonio, no permitiendo ningún tipo de rito litúrgico o bendición similar a un rito litúrgico que pueda causar confusión.

Por lo tanto son inadmisibles ritos y oraciones que puedan crear confusión entre lo que es constitutivo del matrimonio, como «unión exclusiva, estable e indisoluble entre un varón y una mujer, naturalmente abierta a engendrar hijos», y lo que lo contradice. Esta convicción está fundada sobre la perenne doctrina católica del matrimonio. Solo en este contexto las relaciones sexuales encuentran su sentido natural, adecuado y plenamente humano. La doctrina de la Iglesia sobre este punto se mantiene firme.

Esta es también la comprensión del matrimonio ofrecida por el Evangelio. Por este motivo, a propósito de las bendiciones, la Iglesia tiene el derecho y el deber de evitar cualquier tipo de rito que pueda contradecir esta convicción o llevar a cualquier confusión. Tal es también el sentido del Responsum de la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe donde se afirma que la Iglesia no tiene el poder de impartir la bendición a uniones entre personas del mismo sexo.

La Iglesia… no tiene potestad para conferir su bendición litúrgica cuando ésta, de alguna manera, puede ofrecer una forma de legitimidad moral a una unión que presume de ser un matrimonio o a una práctica sexual extramatrimonial.

Fin de las citas. Hasta aquí ningún problema. ¿A qué se debe pues la polémica? ¿Y qué ha cambiado exactamente? Para entenderlo, hay que considerar a continuación que la Declaración sostiene que lo que se ha dicho hasta ahora no puede ser el final de la historia, dada la naturaleza del acto de petición de una bendición. Dice así:

Para ayudarnos a comprender el valor de un enfoque mayormente pastoral de las bendiciones, el Papa Francisco nos instó a contemplar, con actitud de fe y paternal misericordia, el hecho que «cuando se pide una bendición se está expresando un pedido de auxilio a Dios, un ruego para poder vivir mejor, una confianza en un Padre que puede ayudarnos a vivir mejor».Esta petición debe ser, en todos los sentidos, valorada, acompañada y recibida con gratitud. Las personas que vienen espontáneamente a pedir una bendición muestran con esta petición su sincera apertura a la trascendencia, la confianza de su corazón que no se fía solo de sus propias fuerzas, su necesidad de Dios y el deseo de salir de las estrechas medidas de este mundo encerrado en sus límites.

Cuando las personas invocan una bendición no se debería someter a un análisis moral exhaustivo como condición previa para poderla conferir. No se les debe pedir una perfección moral previa.

¡Dios no aleja nunca al que se acerca a Él! Al fin y al cabo, la bendición ofrece a las personas un medio para acrecentar su confianza en Dios. La petición de una bendición expresa y alimenta la apertura a la trascendencia, la piedad y la cercanía a Dios en mil circunstancias concretas de la vida, y esto no es poca cosa en el mundo en el que vivimos. Es una semilla del Espíritu Santo que hay que cuidar, no obstaculizar

Fin de las citas. Dejemos de lado el párrafo del medio, que ataca a un «hombre de paja». Nadie sostiene que la perfección moral o el análisis moral exhaustivo deban ser requisitos previos para bendecir a alguien. El principio clave aquí es que el acto de pedir una bendición expresa «un pedido de auxilio a Dios, un ruego para poder vivir mejor, una confianza en un Padre que puede ayudarnos a vivir mejor», etc. De nuevo, hasta aquí todo bien. No conozco a nadie que niegue que sea así.

Lo malo

El problema viene de la afirmación de la Declaración de que este principio es una «contribución específica e innovadora al significado pastoral de las bendiciones» que implica «un verdadero desarrollo de lo que se ha dicho sobre las bendiciones en el Magisterio y en los textos oficiales de la Iglesia». En particular, afirma Fiducia Supplicans, supone «la posibilidad de bendecir a las parejas en situaciones irregulares y a las parejas del mismo sexo.» Más adelante, la Declaración repite que lo que se contempla es «la posibilidad de bendecir a parejas en situación irregular y a parejas del mismo sexo». Y más adelante, la Declaración habla de casos «cuando la oración de bendición la solicite una pareja en situación irregular» o «la bendición es solicitada por una pareja del mismo sexo», y en los que la petición puede ser concedida siempre que se cumplan ciertas condiciones. (Énfasis nuestro en cada caso)

Ciertamente, Fiducia Supplicans hace claras salvedades sobre el espíritu y el modo en que pueden impartirse tales bendiciones. Dice que una bendición para una pareja así puede permitirse «sin convalidar oficialmente su status ni alterar en modo alguno la enseñanza perenne de la Iglesia sobre el Matrimonio». Reconoce que tales parejas pueden encontrarse en «situaciones moralmente inaceptables desde un punto de vista objetivo». Contempla casos en los que tales parejas, al solicitar una bendición, «no pretenden la legitimidad de su propio status.» Y en cualquier caso, dice la Declaración, al permitir tal bendición, «no pretende sancionar ni legitimar nada». Además, no se autoriza nada más que una bendición informal, y no debe interpretarse como si fuera la bendición de una unión civil o de un pretendido matrimonio. La Declaración afirma:

La forma [de estas bendiciones] no debe encontrar ninguna fijación ritual por parte de las autoridades eclesiásticas, para no producir confusión con la bendición propia del sacramento del matrimonio.

Precisamente para evitar cualquier forma de confusión o de escándalo, cuando la oración de bendición la solicite una pareja en situación irregular, aunque se confiera al margen de los ritos previstos por los libros litúrgicos, esta bendición nunca se realizará al mismo tiempo que los ritos civiles de unión, ni tampoco en conexión con ellos. Ni siquiera con las vestimentas, gestos o palabras propias de un matrimonio. Esto mismo se aplica cuando la bendición es solicitada por una pareja del mismo sexo.

Fin de la cita. Estas calificaciones refuerzan la insistencia de la Declaración en que no hay ningún cambio a nivel de doctrina y, por tanto, ninguna aprobación de cualquier acuerdo sexualmente inmoral. De lo que se trata es simplemente de reconocer que pedir una bendición implica un reconocimiento de la necesidad de la ayuda de Dios, así como una súplica «para que todo lo que hay de verdadero, bueno y humanamente válido en sus vidas y relaciones, sea investido, santificado y elevado por la presencia del Espíritu Santo», por parte de aquellos «cuya culpabilidad o responsabilidad pueden estar atenuadas por diversos factores que influyen en la imputabilidad subjetiva». Por lo que sé, nadie tiene inconveniente en dar la bendición a cualquier individuo que la pida con este espíritu. De hecho, la declaración vaticana de 2021 emitida bajo el Cardenal Ladaria decía explícitamente que prohibir la bendición de parejas «no excluye que se impartan bendiciones a las personas individuales con inclinaciones homosexuales, que manifiesten la voluntad de vivir en fidelidad a los designios revelados por Dios así como los propuestos por la enseñanza eclesial, pero declara ilícita toda forma de bendición que tienda a reconocer sus uniones» (énfasis nuestro).

Lo que ha generado controversia son las palabras que he puesto en negrita y cursiva más arriba. De hecho, «controversia» es una palabra demasiado suave. En el momento de escribir estas líneas, los obispos de Polonia, Ucrania, Hungría, Nigeria, Malawi y Zambia han indicado que no aplicarán la Declaración. El cardenal Ambongo, arzobispo de Kinshasa, ha pedido una respuesta africana unida a esta problemática novedad. La Declaración ha sido criticada por el cardenal Müller, el cardenal Sturla, el arzobispo Chaput, los arzobispos Peta y Schneider, y la Cofradía Británica del Clero Católico. Entre los sacerdotes y teólogos, las críticas han sido planteadas por el P. Thomas Weinandy, el P. Dwight Longenecker, el Prof. Larry Chapp y otros muchos.

Los problemas de Fiducia Supplicans pueden resumirse en tres palabras: incoherencia, abuso e implicaciones. Consideremos cada uno de ellos por separado.

La incoherencia proviene del hecho de que, como ha señalado Dan Hitchens en First Things, la Declaración contradice el documento vaticano de 2021. La contradicción es evidente cuando comparamos las dos afirmaciones siguientes:

2021: «No es lícito impartir una bendición a relaciones, o a parejas incluso estables, que implican una praxis sexual fuera del matrimonio, como es el caso de las uniones entre personas del mismo sexo»

2023: «En el horizonte aquí delineado se coloca la posibilidad de bendiciones de parejas en situaciones irregulares y de parejas del mismo sexo»

Confío en que la contradicción sea obvia para cualquiera que lea las dos afirmaciones desapasionadamente, pero en caso de que no lo sea, he aquí una explicación. Una «pareja» es lo mismo que dos personas en una «relación» o «asociación». «Situaciones irregulares» es un eufemismo común en el discurso católico contemporáneo para referirse a relaciones que implican fornicación, un matrimonio inválido, actividad sexual entre personas del mismo sexo o similares. El documento de 2021 excluye claramente y de forma perentoria cualquier bendición para una pareja en este tipo de situación, mientras que el documento 2023 la permite claramente en determinadas circunstancias. Al ser contradictorias, la nueva Declaración supone una clara revocación del documento de 2021.

He visto en redes sociales varios intentos extraños, tortuosos y totalmente poco convincentes de sortear este problema. Algunos dicen que el nuevo documento autoriza bendecir «parejas» pero no «uniones». El problema, por supuesto, es que la distinción es meramente verbal. Tanto el documento de 2021 como el de 2023 se refieren a relaciones románticas. Y en ese contexto, ser una «pareja» implica tener una «unión» de algún tipo (un vínculo emocional, ser novios, compartir cama y comida, o lo que sea). Decir que se puede bendecir a las parejas pero no a las uniones es como decir que se puede bendecir a los jóvenes no casados sin bendecir a los solteros.

¿Y si por «uniones» se entiende «uniones civiles», en sentido jurídico? En efecto, aquí aparece un significado distinto del de «parejas», ya que no todas las parejas son uniones civiles. Pero esto no resuelve el problema, porque el documento de 2021 descarta bendecir cualquier unión del mismo sexo o irregular, no sólo las uniones civiles en el sentido legal. De hecho, Fiducia Supplicans es doblemente incoherente, porque reitera la enseñanza del documento 2021 de que «la Iglesia no tiene potestad para impartir bendiciones sobre uniones de personas del mismo sexo». Esta afirmación contradice la afirmación de que las parejas pueden ser bendecidas, porque una «pareja» y una «unión» son la misma cosa. Así pues, la nueva Declaración no sólo contradice el documento de 2021, sino que se contradice a sí misma.

Algunos han afirmado que las parejas y las uniones no son lo mismo, alegando que «pareja» puede referirse simplemente a un par de cosas individuales, como cuando se habla de beber «un par de cervezas» o de haber dormido «un par de horas». Pero el problema es que el contexto se refiere, de nuevo, a parejas en el sentido de una relación romántica. Y una pareja en ese sentido es algo más que un par de individuos. Es, de nuevo, una pareja que tiene algún vínculo emocional o similar. Sería absurdo pretender que Fiducia Supplicans se refiere a «parejas» en un sentido sutil que podría incluir a dos completos extraños que simplemente se encuentran uno al lado del otro mientras cada uno pide la bendición al mismo sacerdote.

Algunos han afirmado que Fiducia Supplicans sólo autoriza a bendecir a los individuos que componen la pareja, no a la pareja en sí. Pero el documento habla explícita y repetidamente de bendecir a las parejas, no sólo a los individuos que las componen. Además, el documento de 2021 ya decía explícitamente que se podía bendecir a los individuos. Por tanto, el nuevo documento no sería necesario y, en particular, no habría nada en él que pudiera considerarse «innovador» o «un verdadero avance» sin la referencia específica a las «parejas».

Algunos han afirmado que no hay contradicción entre los documentos de 2021 y 2023 en la medida en que se puede, dicen, bendecir a una «pareja» sin bendecir la «relación» entre los individuos que forman la pareja. Pero, de nuevo, el documento habla de bendecir parejas, no sólo a los individuos que las componen. La bendición se imparte a la pareja como pareja, no sólo como individuos. Por eso, como he dicho, el documento puede pretender ser «innovador» y «un verdadero avance». Pero, ¿cómo se puede bendecir a una pareja como pareja sin bendecir la relación que hace que sean una pareja?

El documento de 2021 también dice explícitamente que, aunque se puede bendecir a los individuos en una unión, «declara ilícita toda forma de bendición que tienda a reconocer sus uniones». Pero bendecir parejas como parejas y no meramente como individuos es precisamente «reconocer sus uniones». Por lo tanto, incluso si se pudiera entender la idea de bendecir a una pareja sin bendecir la relación, seguiría existiendo una contradicción entre los documentos de 2021 y 2023. Incluso reconocer la unión al bendecirla, no menos que la propia bendición, está prohibido por el documento de 2021 pero permitido por el documento de 2023.

La conclusión es que bendecir «parejas» en el documento de 2023 equivale a «bendecir personas como miembros de una relación». La prohibición del documento de 2021 de bendecir «relaciones» es obviamente un modo de prohibir «bendecir personas como miembros de una relación». Las diferencias de fraseología entre los documentos son meramente verbales. Tal vez el nuevo documento utiliza las palabras que utiliza con la esperanza de evitar una contradicción. La cuestión, sin embargo, es que de hecho no evita la contradicción, dada la forma en que términos como «pareja», «relación» y similares se utilizan realmente para describir situaciones románticas y sexuales. Tampoco se trata de usos teológicos especiales, ya que los términos en cuestión no tienen ninguno de esos usos.

Así que, a mi juicio, es un puro sofisma negar que Fiducia Supplicans permita la bendición de parejas del mismo sexo y otras relaciones irregulares, y negar que esto contradiga el documento de 2021. En Twitter, el P. James Martin declaró triunfalmente:

«Re: Declaración del Vaticano sobre las bendiciones a parejas del mismo sexo. Desconfíe de la respuesta «Nada ha cambiado» a la noticia de hoy. Es un cambio significativo. En resumen, ayer, como sacerdote, yo tenía prohibido bendecir a parejas del mismo sexo. Hoy, con algunas limitaciones, puedo hacerlo».

Se puede y se debe lamentar que el P. Martin tenga razón, pero no se puede negar razonablemente: Fiducia Supplicans sí marca un cambio significativo, y precisamente porque permite lo que antes estaba prohibido.

Lo feo

Ha sido el P. Martin quien pasó inmediatamente a bendecir a una pareja del mismo sexo de una manera que incluso algunos defensores de Fiducia Suplicans han dicho que es un abuso de la Declaración. Esto nos lleva al segundo problema con la Declaración, que es que tal abuso era inevitable. Porque, de nuevo, el nuevo documento convierte en incoherente la política actual de la Iglesia. Por un lado, el documento insiste en que no hay ningún cambio doctrinal, y que no hay ningún cambio implica que la Iglesia no puede reconocer la aceptabilidad de las «parejas» del mismo sexo y otras «parejas» irregulares hoy, tal y como lo ha hecho en el pasado. Por otra parte, bendecir a esas parejas como parejas (y no simplemente como individuos) implica que su condición de pareja es de algún modo aceptable (y no simplemente que se les acepta como individuos). Esto «tiende a reconocer sus uniones como tales», lo que el documento de 2021 prohibía.

De ahí que muchos se vean obligados a juzgar que la Iglesia acepta ahora de algún modo las «parejas» del mismo sexo y otras irregulares -de nuevo, como parejas y no meramente como individuos- y sacarán naturalmente la conclusión de que la Iglesia ya no se toma muy en serio el comportamiento sexual inmoral que define tales relaciones. Sin duda, Fiducia Supplicans rechaza explícitamente cualquier aprobación de tal comportamiento. Pero eso es algo que el ciudadano de a pie no entiende. Si uno tiene que tener conocimientos teológicos especiales incluso para intentar dar un sentido coherente a Fiducia Supplicans -y es probable que fracase incluso en ese caso-, no puede sorprender que la gente saque de ella precisamente las conclusiones heterodoxas que el documento dice que pretende evitar.

Esto me lleva al último problema de la Declaración, que es sus implicaciones. Una implicación es un acto comunicativo que, en virtud de su contexto o forma, transmite un significado que va más allá del significado literal de las palabras que se utilicen. Por poner un ejemplo, supongamos que tienes una cita a ciegas y un amigo te pregunta qué tal te ha ido. Haces una pausa y respondes rotundamente, con una leve sonrisa de satisfacción: «Bueno, digamos que me gustó el restaurante». No hay nada en el significado literal de esta frase, considerada en sí misma, que afirme o implique algo negativo sobre la persona con la que saliste a comer o, de hecho, nada en absoluto sobre ella. Aun así, dado el contexto, has dicho algo negativo de ella. Has «enviado el mensaje» de que te gustó el restaurante, pero no la persona. O supongamos que alguien te enseña un cuadro que acaba de terminar y, al preguntarte qué te parece, respondes: «Me gusta el marco». La frase en sí no implica que el cuadro sea malo, pero lo que has dicho transmite igualmente ese mensaje.

En estos casos, quien habla tiene la intención de expresar algo negativo, pero la implicación puede existir incluso sin esa intención. Supongamos que dices «Bueno, me gustó el restaurante» o «Me gusta el marco» sin querer ofender a nadie y, de hecho, con la intención de evitar la ofensa que supondría decir directamente lo que realmente piensas. Aun así, habrías enviado un mensaje ofensivo, aunque fuera sin querer, porque esas afirmaciones serían de hecho ofensivas, dado el contexto. El hecho de que no pretendieras ser ofensivo es irrelevante. Y sería poco sincero o, al menos, ingenuo por tu parte protestar tu inocencia alegando que el significado literal de tus palabras no es en absoluto ofensivo. Porque el significado literal no es lo único relevante para el mensaje que transmite una expresión. Aunque no tuvieras intención de ofender, eres culpable de descuido o, al menos, de ingenuidad.

Las implicaciones siempre han sido importantes para la Iglesia a la hora de evaluar las proposiciones teológicas (aunque los eclesiásticos y los teólogos no suelen utilizar la palabra «implicatura», que es un término técnico de la lingüística y la filosofía). Incluso afirmaciones que no son estrictamente heréticas ni erróneas, han sido condenadas como problemáticas de alguna manera. Por ejemplo, pueden estar mal expresadas; o ser ambiguas; o propensas a causar escándalo; o «tener sabor a herejía» aunque no sean estrictamente heréticas; u «ofensivas a oídos piadosos». Éstas son algunas de las «censuras teológicas» bien conocidas por los teólogos católicos de generaciones pasadas, aunque no siempre resulten familiares a los escritores contemporáneos. Una proposición moral o teológica cuyo significado literal no es necesariamente herético o falso, puede estar «mal expresada» o ser «propensa a causar escándalo» o algo similar, en la medida en que, dado el contexto en el que se afirma, implica una implicación herética o falsa.

Así pues, aquí está el contexto relevante para Fiducia Supplicans: el mundo secular odia la enseñanza de la Iglesia sobre moralidad sexual quizás más que cualquier otra de sus doctrinas. Constantemente la insta a abandonarla, muchos suponiendo que es simplemente cuestión de tiempo hasta que la abandone. La mayoría de los eclesiásticos rara vez hablan de ello, y en las ocasiones en que lo hacen, la tendencia es a dar un reconocimiento vago y superficial seguido de una apasionada petición de aceptación de quienes no la obedecen. El Papa actual tiende a favorecer y promover a los eclesiásticos que restan importancia a la enseñanza tradicional sobre el tema, y a desfavorecer a los eclesiásticos que tienen fama de defenderla. También se le percibe como proclive a suavizar la doctrina de la Iglesia en otras áreas. Los que más se han pronunciado a favor de la bendición de parejas del mismo sexo y otras parejas «irregulares» son precisamente los que rechazan la doctrina tradicional de la Iglesia sobre la moral sexual, mientras que los que más se han opuesto a esas bendiciones son los más partidarios de mantener esa doctrina. Mientras tanto, nadie podía dejar de darse cuenta antes de publicar un documento como Fiducia Supplicans de que las reservas que hace serían consideradas por pocos y entendidas por menos, que para la mayoría de los laicos que se enterarían de estas reservas, éstas sonarían confusas y legalistas y causarían mucha menos impresión que la nueva política en sí.

No se puede negar razonablemente que, dado todo este contexto, la Declaración tiene la implicación de que la Iglesia está ahora, al menos en parte, aceptando las críticas de aquellos que rechazan sus enseñanzas, y que ahora aprueba de alguna manera ciertas relaciones entre personas del mismo sexo y otras relaciones «irregulares» (como las que implican fornicación y matrimonios inválidos). No puede dejar de enviar ese mensaje, sea o no el mensaje que se pretende. Y lo hace independientemente de todas las tontas disputas sobre el significado de «pareja» y de si se puede o no hacer una lectura forzada que reconcilie el nuevo documento con el de 2021. Incluso si la Declaración no fuera estrictamente herética, es manifiestamente «propensa a causar escándalo», está «mal expresada» y es «ambigua».

Merece la pena añadir que sólo estamos viendo el principio de las implicaciones de este desarrollo. Después de todo, las «parejas» no tienen nada de especial. Por lo tanto, no hay ninguna razón de principio por la que la lógica de la Declaración deba excluir la bendición de «tríos» o incluso de «uniones» poliamorosas más amplias, o de organizaciones como la pro-abortista Catholics for Choice. ¿Cómo podría suceder así? Los miembros de esos grupos también afirmarían que hay mucho «que es verdadero, bueno y humanamente válido en sus vidas y sus relaciones», y que por el mero hecho de pedir una bendición, están «expresando una petición de ayuda a Dios, una súplica para vivir mejor y confianza en un Padre que puede ayudarnos a vivir mejor». ¿Por qué se les ha de negar, si no se les ha de negar a las «parejas» del mismo sexo y a otras «irregulares»?

El cardenal Müller juzga la nueva Declaración «contradictoria». El arzobispo Chaput la califica de «doble moral». El P. Weinandy dice que «causa estragos». El Prof. Chapp la declara un «desastre». El Prof. Roberto de Mattei, aunque suele comentar con mesura las controversias que rodean al Papa Francisco, sin embargo escribe: «Me duele decir que un pecado muy grave fue cometido por aquellos que promulgaron y firmaron esta escandalosa declaración.» Todas estas conclusiones me parecen exactamente correctas.

Es extremadamente raro que tales cosas puedan decirse con justicia de las más altas autoridades doctrinales de la Iglesia, pero puede suceder cuando un Papa no habla ex cathedra, y no es algo sin precedentes. El caso más espectacular es el del Papa Honorio, cuya enseñanza ambigua dio apoyo y ayuda a la herejía monotelita Por ello fue condenado por tres concilios de la Iglesia y por sus sucesores. El Papa San León II declaró: «Anatematizamos a los inventores del nuevo error... y también a Honorio, que no intentó santificar esta Iglesia Apostólica con la enseñanza de la tradición Apostólica, sino que por traición profana permitió que se contaminara su pureza.» El historiador P. John Chapman, en su libro The Condemnation of Pope Honorius, señala que «la fórmula para el juramento prestado por cada nuevo Papa desde el siglo VIII hasta el XI añade estas palabras a la lista de monotelitas condenados: 'Junto con Honorio, que añadió combustible a sus malvadas afirmaciones'» (pp. 115-16).

El caso del Papa Honorio debería ser estudiado detenidamente por teólogos y eclesiásticos, y especialmente por el Papa Francisco.

 

Publicado originalmente en el blog de Edward Feser

11 comentarios

Desde Madrid Capital
Me alegra ver que Infocatólica da la bienvenida a un autor como Edward Feser. Lo que he leído de él me ha gustado, aunque no estuviera de acuerdo con la todo.

Felicitaciones a la casa, y al nuevo columnista.
28/12/23 12:09 PM
Pedro de Madrid
Estas parejas no necesitan bendiciones, tal vez oyeron algo sobre el Sacramento del Matrimonio y ellos, con nula formación religiosa, intentan que los bendigan para exclamar, ¡¡¡Ya hasta la iglesia nos equipara!!!, craso error vaticanista
28/12/23 1:05 PM
Cipriano. Venezuela
!Buenísimo!
28/12/23 3:08 PM
Batavus
La Fiducia supplicans dice: "Por lo tanto son inadmisibles ritos y oraciones que puedan crear confusión entre lo que es constitutivo del matrimonio, como «unión exclusiva, estable e indisoluble entre un varón y una mujer, naturalmente abierta a engendrar hijos», y lo que lo contradice."
Debería decir: "Por lo tanto son inadmisibles ritos y oraciones Y DOCUMENTOS MAGISTERIALES que puedan crear confusión entre lo que es constitutivo del matrimonio, como «unión exclusiva, estable e indisoluble entre un varón y una mujer, naturalmente abierta a engendrar hijos», y lo que lo contradice. "
Y así se anularía a sí misma.
28/12/23 3:44 PM
DJ L
Los que no somos doctos teólogos ni insignes moralistas sólo nos queda contrastar la Palabra de Dios de sus Evangelios y las palabras de los hombres para ver si chirrían o sintonizan melódicamente.

A ver, a ver, probemos : me cojo el Evangelio y leo que Jesús acoge amorosamente a la adúltera pero no la bendice sino que la exhorta a que no vuelva a su adulterio.

Conclusión: Las palabras aprobadas por el Papa no son de Dios sino de hombres. Su autoridad termina donde empieza el pecado.

28/12/23 4:23 PM
Isasa
Yo creo razonable suponer que el Papa y la jerarquía católica se han puesto del lado del lobby lgtb porque para los más poderosos del mundo (esa agenda 2030) ese tema es esencial y no se aceptan discrepancias .
Han tenido los últimos 2000 años para haberse preocupado por el tema de los homosexuales y caen en él ahora.
De lo anterior deduzco que no hace falta romperse mucho la cabeza con quien tiene la razón en este tema , hay dos grupos fieles y traidores.
Por la sencillez en el discernimiento de cuales son los buenos y cuales los malos para elegir un grupo al que apoyar le doy gracias a Dios.
28/12/23 10:26 PM
Nèstor
Brillante artículo.

Saludos cordiales.
28/12/23 10:37 PM
Giacomo Arlecchi
Suscribo lo de DJL
28/12/23 10:38 PM
Sara V
“Después dijo a sus discípulos: «Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. “
Lucas 17, 1-2
30/12/23 4:32 AM
Ricardo Moren
Lo unico bueno es que la mala hierba a quedado al descubierto y esta separada .solo falta echarla al fuego
30/12/23 8:14 PM
Pedro de Torrejónh
Hay muchos católicos ,que por sus circunstancias personales sufren una angustiosa soledad, cómo la que sufría el mismo Señor Jesucristo crucificado y abandonado.....

Muchos católicos nos abrazamos a la Cruz de Cristo y suplicamos ayuda enmedio de una solemne Soledad; porque somos católicos y cristianos. Y meditamos las Sagradas Escrituras ,y por supuesto en la Carta a los Romanos del Apóstol San Pablo.

Personalmente respeto a las personas que no pueden soportar ésta soledad ,y buscan compañía en otra persona que se encuentra en la misma situación ,y los dos se ayudan mutuamente para poder soportar la dureza de la realidad de la vida diaria.

Hay muchas personas en ésta situación ,que son ateos ,o contrarias a la Fe de la Iglesia,y son partícipes de una ideología izquierdista y progresista , etcétera , etcétera.... Pero hay muchas personas en ésta misma situación que son profundamente católicos y creyentes en Jesucristo: Señor y Salvador.

La Iglesia tiene el deber de atender a éstos cristianos ,y darles el consuelo y auxilio necesarios ,para que se mantengan firmes en la Fe ; y no se dejen arrastrar por la corriente modernista anticristiana,y terminen abandonando definitivamente a la Iglesia.

Solamente con el auxilio de la iglesia ; todo cristiano puede abandonar el error , y terminar abrazando la Cruz del Señor ,para ser crucificado juntamente con Él.

Un cordial saludo.
3/01/24 8:45 AM

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