Estamos a un mes de plebiscitar el proyecto de nueva Constitución Política de la República de Chile, «elaborada y aprobada por el Consejo Constitucional», democráticamente «elegido el 7 de mayo de 2023, a partir del anteproyecto elaborado por la Comisión Experta, nombrada por la Cámara de Diputadas y Diputados y el Senado».
Quiero exponer algunas consideraciones desde una perspectiva antropológica y moral, sin entrar en otros aspectos de orden propiamente político, en los que los especialistas tendrán que ofrecer sus conocimientos para que todos podamos tomar una decisión informada y responsable.
Sin embargo, más allá de los diversos y legítimos modos de configurarse políticamente una Nación, es necesario estar bien informado respecto a las ideas fundamentales que están a la base de la propuesta concreta de una Constitución Política que no sólo afectará al Estado en sus instituciones, sino por sobre todo a las personas, a quienes el Estado está llamado a servir.
El Papa Benedicto acuñó la expresión «principios no negociables», para señalar los límites que no pueden ser traspasados al momento de ponerse a debatir acerca de las normas emanadas desde el poder político que buscan regular las relaciones personales, sociales y laborales entre los ciudadanos de un país. El sentido de estos «principios no negociables» es reconocer que existe una verdad objetiva de quién es la persona humana según un orden natural de la realidad establecido por el Creador de todas las cosas. Un sistema político basado en esta verdad objetiva estará en condiciones de promover el auténtico bien de cada persona y de la sociedad en su conjunto.
Entre los «principios no negociables» están la familia fundada sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer, la tutela de la vida humana desde la concepción hasta su muerte natural, y el derecho y obligación de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones morales y religiosas, lo que conlleva asegurar la auténtica libertad de educación y religiosa.
A la luz de la actual propuesta constitucional, es importante resaltar el tratamiento de estos aspectos esenciales, que interesan particularmente a una nación fundada sobre los principios cristianos y, específicamente, como han quedado propuestos los relativos a la dignidad de la persona humana, el respeto a la vida, la familia, la educación y la libertad de enseñanza y la libertad religiosa, de pensamiento y de conciencia.
En sucesivas columnas me propongo exponer a la consideración de los ciudadanos la adecuación de la nueva propuesta de Constitución a estos «principios no negociables» y a la verdad del hombre y del orden natural. Corresponderá a cada uno discernir con conciencia recta cómo votará en el Plebiscito.