Tuve la gracia de rencontrarme, este Lunes Santo, en Buenos Aires, con un hermano Sacerdote, hoy misionero en Francia; a quien no veía desde hace más de una década. Como seminaristas solíamos asistir a Misa, en una pequeña capilla de religiosas; y ahí trabamos amistad. Ya desde entonces mostraba, sin complejos, su fervor; y su pasión por Cristo, y su amadísima Iglesia. Y ahora, ya con un poco más de un año de Ordenado, aquel entusiasmo de sus años de formación va dando interesantes frutos.
Ambos teníamos poco tiempo; pero, por eso mismo, nos hicimos tiempo para compartir experiencias de apostolado. De paso por Argentina, hasta poco después de Pascua, él debía ir a visitar a una tía enferma; y, un servidor, a buscar donaciones de ropa y libros para la parroquia. Debíamos caminar poco más de tres kilómetros, cada uno; y, en lo que tuviésemos de recorrido común, nos propusimos rezar el Santo Rosario.
Ambos con sotana, encaramos la porteñísima avenida Callao, rezando en voz alta. Dios, que jamás se deja ganar en generosidad, nos fue haciendo, en poco más de media hora, un montón de regalos.
A poco andar, en la intersección con avenida Corrientes, nos interceptó un joven «cartonero»; que se dedica a juntar cartones y papeles, por la vía pública, para después venderlos, y ganar tan solo para comer, y un poco más. Padres, me pueden bendecir, a mí, y a mi carro, nos preguntó. Por supuesto que lo hicimos; y de paso, aprovechamos para preguntarle sobre su trabajo. La situación es muy mala –nos soltó, entre lágrimas–; hay mucha pobreza, y hasta hambre… Yo, de cualquier modo, no me quedo quieto. Soy católico; y sé que me debo ganar el pan, con el sudor de mi frente. Si Dios quiere, el próximo 19 iré al Santuario de San Expedito, para implorar, también su ayuda… Nos dio un abrazo, y siguió su marcha.
Hicimos otros pasos, y una anciana, con bastón, nos dijo: ¡Qué alegría ver dos curas juntos, rezando por la calle! ¡Qué bueno! ¡Qué testimonio!... Otro intercambio de palabras; una breve reseña sobre su parroquia, y actividades; regalo de estampitas, y a continuar la marcha…
Íbamos por el tercer misterio gozoso, cuando notamos que detrás de nosotros nos seguían otras personas; que rezaban, también, en voz alta, la mitad de cada oración, como se hace en el Coro. Algunas, en determinado momento, se apartaban para seguir su camino (era «hora pico» de trabajo, y actividades escolares, en el centro porteño); otras nos acompañaron en casi todo el trayecto, y un joven permaneció con nosotros, hasta el fin.
Concluido el Rosario con el canto de la Salve Regina, di la Bendición. Y este muchacho, también muy emocionado, nos agradeció las oraciones. Nos contó que es de Jujuy, y que hace poco vive en Buenos Aires. Y que, por supuesto, trata de crecer, cada día, en la fe católica; en la de sus padres y abuelos. Iba a realizarse unos estudios médicos, que lo tienen un poco preocupado. Rezar con ustedes, queridos padres, me trajo mucha paz, nos dijo antes de despedirse. Fuerte apretón de manos; y, también, los deseos de una muy piadosa Semana Santa, y muy feliz Pascua.
Ya era hora de despedirnos; cada cura debía seguir –por llamarla de algún modo– con su «hoja de ruta». Que estaría llena, también, de nuevos imprevistos, de situaciones sorprendentes y, sobre todo, de hermanos que buscan encontrar en nosotros, «otros Cristos». No podían faltar, de cualquier modo, algunos insultos; de quienes, amparados por la muchedumbre, o por un exceso de alcohol, o droga, descargaran, en dos curas de «periferia», los reales o supuestos errores, pecados, y escándalos de dos milenios de cristianismo. Es así: salvando, claro está, las infinitas distancias, en tan solo unos minutos, nosotros también experimentamos la euforia popular del Domingo de Ramos, y el desprecio del Viernes Santo. Y, a la hora del abrazo de hermanos, solo atinamos a decirnos: ¡Qué maravilloso es ser curas! ¡Gracias, Señor, por tus Sacerdotes…!
+ Pater Christian
Parroquia Sagrado Corazón de Jesús, de Cambaceres
Miércoles Santo (13 de abril) de 2022.