Una reflexión pastoral
Mientras avanzamos por el Camino Sinodal que conduce al Sínodo de 2023, se ha abierto una herida en el Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia. Nos referimos, por supuesto, al dolor espiritual y a la injusticia que se ha infligido a un número considerable de buenos católicos de todas las edades, tanto laicos como clérigos, mediante la publicación del motu propio Traditionis Custodes del Papa Francisco, el 16 de julio de 2021, y la Responsa ad Dubia de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el 4 de diciembre de 2021. La inmensa mayoría de los fieles laicos y del clero adscrito al rito romano tradicional se mantienen alejados de las polémicas eclesiales y litúrgicas, y respetan y rezan por el Papa y por sus obispos. Sólo piden el derecho a poder seguir viviendo plenamente, tanto en lo que se refiere a la celebración de la Santa Misa como a la celebración de todos los demás sacramentos y rituales, el patrimonio litúrgico en el que ellos, y generaciones de jóvenes católicos, han crecido. De hecho, la Sede Apostólica, con un generoso gesto pastoral, les había garantizado este derecho durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Esta herida espiritual y sus dolorosas consecuencias (tanto pastorales como personales) para muchos miles de católicos son públicamente conocidas. Y todo el precioso y antiguo patrimonio litúrgico de la Iglesia romana (que es un bien espiritual común de toda la Iglesia que no debe perderse) está amenazado. Los obispos tienen, por tanto, el deber de expresar pública y francamente sus profundas preocupaciones, de acuerdo con el modo que se está fomentando en el actual Camino Sinodal. En su discurso de apertura del Camino Sinodal, el 9 de octubre de 2021, el Papa Francisco dijo: «Si no nos convertimos en esta Iglesia de la cercanía con actitudes de compasión y amor tierno, no seremos la Iglesia del Señor».
Que el Papa Francisco se dé cuenta de que ha sido mal aconsejado, y que demuestre coraje pastoral, humildad y verdadero amor por estos hijos e hijas de la Iglesia marginados, anulando las disposiciones canónicas estipuladas en los dos documentos mencionados. Al hacerlo, ciertamente estará «vendando las heridas y curando los corazones rotos con el bálsamo de Dios» (Discurso para la apertura del Sínodo, 9 de octubre de 2021).
En este contexto, haremos bien en recordar a un gran santo que pasó a la historia de la Iglesia como un verdadero pacificador: San Ireneo de Lyon (+202). En un momento crítico de la historia de la Iglesia, cuando a finales del siglo II la Sede Apostólica quiso imponer a un grupo de clérigos y de fieles una expresión única de la lex orandi (relativa a la fecha de celebración de la Pascua), rechazando así otras tradiciones litúrgicas legítimas, san Ireneo intervino y protestó respetuosamente ante el Papa Víctor I (+197), recordándole la magnanimidad y moderación pastoral de sus predecesores, especialmente la del Papa Aniceto (+168), quien a pesar de tener una perspectiva litúrgica diferente a la de San Policarpo (discípulo del Apóstol Juan), permitió que otra tradición litúrgica continuara sin ser perturbada (cf. Eusebio de Cesarea, Historia eclesiástica V: 23). El Papa Víctor I parece haber escuchado el llamamiento fraternal de San Ireneo.
El Papa Francisco anunció recientemente la feliz noticia de que tiene previsto proclamar a San Ireneo Doctor de la Iglesia, con el significativo título de Doctor unitatis (Discurso al Grupo de Trabajo conjunto ortodoxo-católico de San Ireneo, 7 de octubre de 2021). Recordando el ejemplo de San Ireneo, el pacificador y futuro Doctor unitatis, así como el de sus predecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI, el Papa Francisco debería escuchar la voz de los numerosos niños, jóvenes, padres y madres, seminaristas y sacerdotes adscritos a los antiguos ritos de la Iglesia romana y garantizar su derecho establecido al culto según todos los libros litúrgicos del rito romano que estaban en uso hasta la reciente reforma litúrgica. De este modo, estos hijos e hijas de la Iglesia marginados se sentirán «parte de la vida de la comunidad sin ser obstaculizados, rechazados o juzgados» (Homilía del Papa Francisco en la Santa Misa de Apertura del Camino Sinodal, 10 de octubre de 2021).
El Papa Francisco ha llamado a todos en la Iglesia a «dejarnos alcanzar por las preguntas de las hermanas y los hermanos, ayudarnos para que la diversidad de los carismas, vocaciones y ministerios nos enriquezca» (Homilía en la Santa Misa de Apertura del Camino Sinodal). Que Dios conceda al Papa Francisco la gracia de ser verdaderamente un Papa de la paz litúrgica, promoviendo «todo lo que es verdadero, todo lo que es honorable, todo lo que es justo, todo lo que es puro, todo lo que es hermoso» (Fil. 4, 8). Si el Papa Francisco actuara con esa caridad y humildad pastoral, nada se perdería y todo se ganaría. Y el «Dios de la Paz» estaría con él y con todos los fieles (cf. Fil. 4, 8).
+ Athanasius Schneider, Obispo Auxiliar de la Archidiócesis de Santa María en Astana
Publicado en One Peter Five en inglés y en InfoVaticana en español