Los dioses acarrean a Tántalo un terrible y eterno castigo: sumergido en un lago hasta el cuello bajo un árbol cargado de frutos maduros, tanto el agua como la comida se retiraban de él cuando, acuciado por la sed o el hambre, intentaba saciarse. El «informe Matic» del Parlamento Europeo preconiza esta maldición: la comunidad humana se retira indefensa a la soledad de la muerte, amenazada por la guerra semántica del «derecho a decidir», que presiona a la mujer a abortar, y por la coacción hacia el sanitario, obligado a volverse contra el sentido de su actividad, menoscabando el derecho a la objeción de conciencia.
El Parlamento Europeo decide, por un lado, que el aborto es un «derecho humano». En realidad, ni es derecho, porque el aborto no es una exigencia fundamental de la persona que deba ser reconocida jurídicamente; ni es humano, porque el aborto no participa de ningún bien objetivo, intrínsecamente valioso. ¿Cómo puede proclamarse al mismo tiempo un derecho humano el derecho a la vida y a la integridad corporal, y el derecho al aborto? Los derechos humanos han de comprenderse en un sentido ontológico antes que jurídico: la verdadera fuente de esos derechos del hombre no es la decisión política o una agenda social alternativa a un supuesto Estado opresor patriarcal, sino la misma realidad humana. La manipulación y la constante violación de los derechos humanos exige una permanente revisión de cualquier programa ideológico que constituya una flagrante violación a los derechos objetivos o inviolables del hombre.
Por otro lado, ¿existe la obligatoriedad ética de la objeción de conciencia por parte del médico frente a la solicitud del aborto? El «informe Matic» exhibe su identidad coactiva cuando pretende pedirle al médico que coopere con matar, cuando por su profesión está llamado a lo contrario. ¿Cómo es posible compatibilizar el derecho a la libertad de conciencia con la coacción para no poder expresarlo? Entre las distintas formas de objeción de conciencia la referente al aborto por parte de los médicos es la más inequívocamente lícita y obligada: el médico está obligado por su profesión y su propia deontología a cuidar y sostener la vida y a ser respetado en su propia autonomía. La objeción de conciencia debe considerarse un deber por parte de cualquier agente sanitario. El derecho a la objeción de conciencia es reconocido incluso en cualquier legislación abortista.
En el reconocimiento del derecho a la vida se fundamenta la convivencia humana y la misma comunidad política. Detrás de cada postura política hay una antropología implícita, una teoría de la libertad y del bien capaz de enmarcar una correcta fundamentación de los derechos humanos. No nos equivocamos al afirmar que la «ideología de género» se ha convertido en la nueva forma de comprender al ser humano. En esta ideología si no estás a favor del aborto estás a favor de la explotación de la mujer, si no apoyas la agenda LGTB eres un perseguidor de las minorías. Este victimismo vindicativo impide el diálogo racional, porque traslada el debate al terreno maniqueo: el abortismo es bueno porque libera a la mujer y los opresores no desean que la mujer conquiste derechos. En el colmo del victimismo se precisa que abolir la familia e impedir la maternidad serán pasos necesarios para la construcción del mito del hombre nuevo.
El Parlamento Europeo es el fiel reflejo de una ideología de género donde se visualiza sin tapujos un conjunto de intereses de grupos sociales y políticos impulsados por motivos económicos, además del acceso a importantes puestos de poder y dirección política. El «informe Matic» del Parlamento Europeo no puede condenarnos al suplicio de Tántalo sin mostrar nuestra más justa subversión en la defensa de la vida, el matrimonio, la familia y la religión, que es aquello que se pretende finalmente deconstruir.
Roberto Esteban Duque