Aquí le envío, padre, los vídeos de la Primera Comunión de nuestra hija, Jimena. Hemos derramado abundantes lágrimas de emoción... El sentido mensaje de mi amigo, militante católico todo terreno y, también, colega periodista, me sorprendió cuando estaba por rezar las Primeras Vísperas de la Santísima Trinidad. Y como era consciente de que también me movería a darle gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo, quise verlo, en mi dispositivo móvil, frente al Santísimo.
Los envíos, cuidadosamente editados contenían, con las debidas explicaciones, los momentos culminantes de la Celebración: el ingreso procesional de las niñas del curso de la pequeña, con ella tomada de la mano; la genuflexión ante el Sagrario; la recepción del Santísimo Sacramento, y la ulterior Consagración a la Santísima Virgen. Incluían, también, imágenes de la Segunda Comunión de la niña; recibida en la actual parroquia de su anterior párroco. Intercalados estaban los comentarios de su exultante progenitor; quien fue narrando lo que las cámaras no pudieron reflejar como, por ejemplo, la Comunión espiritual de su hija, mientras se dirigía a recibir al Señor. Y, también, los auxilios que debieron prestarle compañeritas, y sus propios hermanos y primos, ante las dificultades motrices que padece.
Y sí, yo también, al final, derramé abundantes lágrimas. ¡Cómo no llorar de emoción ante semejante derroche de Fe, Esperanza, y Amor! ¡Cómo no conmoverse ante la emoción de un ángel que, lleno de felicidad, iba por primera vez hacia el Altar, por ángeles guardado; como reza ese bello canto de Primera Comunión, que venimos cantando desde hace varias generaciones! ¡Cómo no darle gracias al Señor por esa familia numerosa, con tres adolescentes varones, y con la Princesa de la Casa, como se la llama a la niña! Miles de kilómetros mediaban --jamás podríamos decir, en un caso así, que nos separaban- entre ellos, y un servidor. La Eucaristía, odiada más que nunca por los globalistas anticristianos, en estos tiempos de plandemia, volvía a mostrar, con todo su esplendor, su Belleza e inagotable poder… Ante el Sagrario, unos y otros, estábamos adorando a Jesús Sacramentado, que estará todos los días, con nosotros, hasta el fin del mundo (cf. Mt 28, 20).
Tuve la gracia de conocer a Jimena, a sus tres hermanos, y a sus padres, hace un año y medio; en mis días de misión por Europa. Y compartí con ellos intensos momentos de plegaria; y, posteriormente, deliciosos platos típicos… Los esposos, de una sólida fe y concreto compromiso en realidades eclesiales específicas, bien lejos están de ser católicos a su manera --como suelen presentarse algunos-; que no es ninguna manera de ser católicos… Son de esos matrimonios de a tres: él, ella, y Cristo en el centro, y arriba. Y, por eso, fueron bendecidos con tres muchachos creyentes; y con el plus extraordinario de uno de los tantos ángeles con Down, que Dios sigue regalando al mundo, para facilitar el camino de los hombres hacia el Cielo.
Nosotros estamos muy felices con Jimena --me confesaron los esposos-; y estamos convencidos de que el Señor la mandó a nuestra familia para ayudarnos en nuestra salvación, y para crecer en santidad. Sólo Él sabe cómo nos preserva de tantos males, a través de ella... Por cierto, sus palabras no hacen más que refrendar los amorosos cuidados que le prodigan; y que la pequeña les devuelve en abundancia. Verla, además, jugar con sus hermanos; e, incluso, sorprenderlos con ocurrentes bromas, e inesperadas salidas, constituye también un motivo de honda satisfacción, que arranca generosas sonrisas.
Va la niña a un colegio católico común; y está totalmente integrada a sus compañeritas. Por supuesto, recibe una instrucción especial, adaptada a sus condiciones. Y tiene, en las demás pequeñas, generosas auxiliares en sus necesidades. Sus maestros, asimismo, destacan cómo es fuente de unión entre todas; y, por lo tanto, su aula está bien lejos de episodios violentos, de desprecio y marginación propios de otros ámbitos. Se vive, allí, en un clima de comunión que, claro está, preparó del mejor modo sus corazones para la Primera Comunión.
Sus padres, como la gran mayoría de los padres, no ocultan sus temores para el día en que ellos no estén… Es comprensible que así sea. ¡Conozco casos de personas mayores, con hijos de casi 50 años, sin discapacidades, que manifiestan idéntica preocupación, por sus nenes…! Pero, en el caso de estos esposos, la mirada sobrenatural les da la respuesta adecuada. Toma la palabra la señora y me dice, llena de esperanza: Le pedimos al Señor que los muchachos encuentren buenas esposas; dispuestas a colaborar en su cuidado. Además, si Dios nos la regaló como un extraordinario ángel custodio, tampoco se lo hará faltar a ella.
Todos los días este Nuevo desOrden Mundial nos agravia con noticias atroces sobre los niños por nacer. Y mientras se legaliza en distintos países, con premeditados y siniestros planes del mundialismo financiero, el abominable crimen del aborto, los concebidos con síndrome de Down son los que más sufren este genocidio; con claros tintes eugenésicos. De hecho, en algunos de los países que se consideran civilizados, y respetuosos a rajatablas de las libertades, los diagnósticos prenatales se convierten, en la inmensa mayoría de los casos, en una clara sentencia de muerte, para los niños con esta u otras patologías similares. Bien cabe recordarles las memorables palabras del brillante científico francés Jérôme Lejeune --en proceso de beatificación-; descubridor de la trisomía 21, y padre de la genética contemporánea: Si por medio de la técnica pudiera observar los cromosomas de ese niño y viese alguna anomalía, yo diría que eso es una enfermedad. Pero, al observar los otros 46 cromosomas normales, vería la humanidad de ese niño. Ahí está la clave: los campeones de los derechos humanos, terminan negando la humanidad de esos niños; que, vistos desde una satánica inspiración, son considerados una carga insoportable, por no ser aptos para la producción, y constituir un peso para la sociedad… Crueldad pura y dura; propia de los más atroces totalitarios.
Volviendo a nuestra protagonista, le damos gracias a Dios porque no deja de enviarnos mensajeros como ella; que nos recuerdan nuestro único, común e irrenunciable destino de eternidad. Y porque son la verdadera inyección que necesitamos, frente a esta gigantesca anticultura de la muerte; que busca devorarnos. Y, obviamente, desde el Señor les damos las gracias a tantos padres con coraje que, incluso desde la inicial sorpresa, jamás soñaron con ser los verdugos de sus propios hijos…
¡Gracias, querida Jimena, por traer algo más de luz, a este mundo en tinieblas! ¡Que Jesús te dé, cada vez que lo recibas, la misma felicidad de este día! Y te pido que le ruegues por todos nosotros, los sacerdotes; que en cada Santa Misa lo hacemos descender del Cielo al Altar. Que nos conserve, o nos devuelva, la felicidad que tú derramaste en tu Primera Comunión… ¡Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar: sea por siempre bendito y alabado!
+ Padre Christian Viña
Cambaceres, lunes 31 de mayo de 2021
Fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen María
Día de oración y reparación por la matanza y explotación de los niños por nacer.