Desde hace algunos años, diversos países promueven y utilizan un programa llamado ABC para contrarrestar la propagación de enfermedades de transmisión sexual como el SIDA.
Detrás de cada una de las siglas hay un significado: A= abstinente (abstinencia); B= be faithful (fidelidad); y C= condoms (condón).
Durante el vuelo que condujo a Benedicto XVI a su peregrinación apostólica a África, el pasado mes de marzo de 2009, un periodista francés le dijo al pontífice que la postura de la Iglesia respecto al modo de luchar contra el SIDA era considerada poco realista por algunos. Y le preguntó concretamente si abordaría esta cuestión durante el viaje. Después de ponderar el trabajo real, activo y eficaz de la Iglesia en este campo, el Papa afirmó: “No se puede solucionar este flagelo sólo distribuyendo profilácticos: al contrario, existe el riesgo de aumentar el problema”.
La tergiversación de la respuesta ocasionó una creciente contestación por parte de diferentes sectores, algo que quedó ampliamente reflejado en los medios de comunicación. Más allá de la polémica gratuita y el oportunismo político, la respuesta de Benedicto XVI invitaba a plantearse tres consideraciones más de fondo: el comportamiento hacia el propio cuerpo (abstinencia) y hacia el del prójimo (fidelidad), además de la dudosa eficacia por el uso del condón.
Ya en abril de 2008, ante la Cámara de Representantes, el congresista republicano Chris Smith había dado a conocer evidencias innegables de los resultados positivos de programas de prevención del SIDA basados en la práctica de la dupla abstinencia-fidelidad. Datos del Departamento de Estado y del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos llegaron a reconocer la importancia y necesidad de abstinencia y fidelidad como puntos clave en la lucha contra el VIH.
Un informe publicado en la edición de febrero de 2006 en la revista Science indicaba que, tan sólo en Zimbabwe, había descendido en un 23% el número de contagios de VIH entre los jóvenes de entre 17 y 29 años, de 1998 a 2003, y en 49% en las mujeres de entre 15 a 24 años, en el mismo periodo, gracias a la práctica de la abstinencia y la fidelidad.
Basados, sobre todo, en los valores de la abstinencia y de la fidelidad, nueve países del África subsahariana (Lesoto, Malawi, Mozambique, Namibia, Sudáfrica, Suazilandia, Tanzania, Zambia y Zimbabwe) lanzaron a inicios de 2009 la campaña “Un solo amor”. En la mayoría de esos países, el índice de personas contagiadas de SIDA está por encima del 15% de la población adulta total y, en algunos casos, incluso arriba del 20%. Hasta ahora, gracias a la promoción de la dupla A-B, la Iglesia católica ha logrado bajar el índice de contagios en países como Uganda, lugar donde organizaciones y grupos católicos, en colaboración con el gobierno, implementaron el programa en los años 80´s.
La importancia de la aportación de la Iglesia en la lucha contra el VIH quedó manifestada cuando, a inicios del pasado mes de junio de 2009 (tres meses después de las palabras del Papa sobre la ineficacia del condón), la Unión Europea instó al gobierno de Zambia a colaborar con la Iglesia católica en la divulgación de información sobre la abstinencia y la fidelidad para reducir el número de contagios de SIDA en ese país, informó la agencia FIDES.
En la línea de la opción preferencial por la fidelidad y la abstinencia iba también el informe 2009 del Programa Conjunto de Naciones Unidas sobre VIH (ONUSIDA), si bien no renunciaba al uso del condón. La afirmación de este organismo de las Naciones Unidas coincidió con las declaraciones del Papa a propósito del profiláctico en su viaje a África: el condón no es totalmente eficaz ni resuelve el problema de fondo.
Ciertamente Science no es la única que avalaba la promoción de la dupla abstinencia-fidelidad para una lucha efectiva contra las enfermedades de transmisión sexual. Edward Green es director del Proyecto de Investigación para la Prevención del SIDA en la Universidad de Harvard y una de las voces más respetadas e importantes en cuanto a este tema en concreto se refiere.
En entrevista al National Review Online, Green explicó que, efectivamente, la monogamia (fidelidad) era la mejor respuesta al SIDA: “Nuestras investigaciones muestran que la reducción del número de parejas sexuales es el más importante cambio de comportamiento asociado a la reducción de las tasas de contagio del Sida”, declaró. Nadie se atrevió a contestar las afirmaciones de este afamado investigador, realizadas apenas unos días después de las de Benedicto XVI.
Pero no es todo. Green está poniendo el dedo en la llaga: tras 20 años de investigación en numerosos países, sobre todo africanos, pronto publicará un libro titulado “SIDA e ideología”. En él pondrá de manifiesto los millones de dólares que están recibiendo empresas que producen y distribuyen preservativos no tanto para solucionar un problema real cuanto para beneficiarse a costa de los enfermos.
Así las cosas, tal parece que la inclusión del uso del condón no es más que un modo seguro de garantizar entradas de dinero a ciertos empresarios que ensanchan las arcas de sus bienes materiales gracias a una ideología falaz que no admite cuestionamientos. Abocarse por la abstinencia y la fidelidad no sólo reduce y garantiza al 100% la nulidad de contagio –al menos por la vía sexual, por causas lógicas– sino que además modifica comportamientos a niveles más profundos. Eso es justamente lo que defendía el Papa: “No se puede solucionar este flagelo sólo distribuyendo profilácticos: al contrario, existe el riesgo de aumentar el problema”.
Otras bondades de la dupla AB
En la edición de enero de 2009, la reconocida revista PEDIATRIC publicó un estudio de Janice Rosembaum, firme opositora a los programas para la abstinencia sexual e investigadora de la Escuela Johns Hopkins Bloomberg de Salud Pública. Ante sus propias constataciones, la autora se vio obligada a reconocer que la religiosidad es un factor decisivo al grado de llevar a los jóvenes a mantener la abstinencia sexual y, en consecuencia, a evitar embarazos no deseados y contagio de enfermedades sexuales.
En el segundo semestre de 2008, la Agencia Nacional de Estadísticas de Canadá (ANEC) ofreció los resultados de un estudio que revelaba la cada vez más amplia elección de los adolescentes de ese país por la abstinencia. Según la Encuesta Nacional de Salud y la Encuesta de Salud Comunitaria Canadiense 1997-2005, las jóvenes sexualmente activas han disminuido de un 51% a un 43%.
¿Los motivos? El condón, además de ser “seguro” sólo en el 90% de los casos, induce a ver al otro como un objeto que procura placer, más que como un ser humano con el que se desea compartir la intimidad y darle el regalo de sí mismo para toda la vida.
En Abstinence Education: assesing the evidence, un informe realizado por Robert Rector y Christian C. Kim para la Heritage Foundation, queda revelado que los programas de formación para la abstinencia no sólo afectan el comportamiento sexual sino que aportan a los jóvenes aptitudes para tomar decisiones adecuadas, fundamentar su responsabilidad y desarrollar relaciones interpersonales maduras.
Jorge Enrique Mújica, LC