Undécimo motivo de agradecimiento en el Año del agradecimiento.
Agradecer a Jesús por su Pasión y Muerte
Santiago Martín –
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La Pasión y Muerte de nuestro Salvador nos obliga, hemos contraído con Él una deuda de gratitud. He aquí que hemos sido echados al mar de las tormentas, el mundo se estremece de espantos presentes y por venir. RESPONDAMOS.
Vivimos una ECLOSIÓN escatológica de la HISTORIA, un PARTO DE LOS TIEMPOS, CONMOCIÓN EXTERIOR Y CONMOCIÓN INTERIOR, EL APOCALIPSIS EN PLENO, INTERROGANTES Y RESPUESTAS DEL CIELO QUE NOS SOBREPASAN, TRESCIENTOS AÑOS DE DEMOLICIÓN, TERRORES EN LA IGLESIA, TERRORES EN EL MUNDO, Y UNA INMENSA ESPERANZA: QUE SEA DADO A LUZ EL “MUNDO NUEVO QUE VIENE”.
Se nos pide DESPERTAR, asumir nuestra responsabilidad de combatientes victoriosos, de trabajadores jornaleros de un REINO ETERNO. ¿O, preferimos continuar en el mundo que termina disolviéndose en el precipicio? ¿No advertimos que los secuaces del infierno atacan sin control, sin plan, a tontas y a locas? ¿No prevemos que tal estado de confusión y descontrol amenaza a la humanidad por muchos flancos, incluidos los misiles? Per
S. L. de Montfort: "Si queréis comprender a la Madre, dice un santo, comprended al Hijo, es digna Madre de Dios: Calle aquí toda lengua" (San Euquerio) ( 12). Vale decir otro tanto de Cristo, parangonando lo que Él dice respecto al Padre, (Mat 11, 27), pues, nadie conoce al Hijo sino la Madre, y a quien Dios le permite conocerlo. Porque sólo la Virgen ha alcanzado una UNIDAD DE ORDEN HIPOSTÁTICO con Cristo. Por esto, para alcanzar las profundidades de Cristo, de su Vida, Pasión y Muerte, necesitamos partir de María, “santuario y reposo de la Santísima Trinidad…y no es permitido a ninguna criatura, por pura que sea, entrar allí sin un gran privilegio” (S. L. de Montfort, 5). Y como nos dice Cristo: “Yo te alabo Padre…porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos y las revelaste a los pequeñuelos” (Mat 11, 25).
Así, podemos meditar: El Verbo, luego del Sí de la Virgen, en esos instantes de la Eternidad que contienen más realidad que varios siglos, escucha, dispone su Majestad y se encamina, acompañado de la corte celestial, a María, para entrar en Ella y tomarla en posesión como Madre. Mientras tales cosas sucedían en lo más alto de los cielos, María suspiraba vehemente en su Corazón Inmaculado por recibir a Quien sería su Hijo, y le d
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