El segundo don de Dios es su Poder, Él y sólo Él es el Todopoderoso. Eso significa que Él que es el bien supremo está por encima del mal.
No hay dos fuerzas enfrentadas en permanente combate, el bien y el mal, como si ambas fuerzas fueran iguales. Solo Dios es dios y el demonio no es más fuerte que Dios. Por eso no debemos apostar por el mal, por la corrupción, por la mentira, por la traición a nuestros ideales, pensando que al final será el mal quien venza.
El amor es más fuerte que el odio y el perdón es más vivificador que la venganza. Sólo el amor construye mientras que el odio y el egoísmo destruyen. Démosle gracias a Dios por su poder, que nos ayuda a creer en la fuerza del bien y apostar por él.
Propósito: darle gracias a Dios por ser Todopoderoso y rechazar la tentación de que usando el mal podremos conseguir obras buenas. Adorar solo a Dios y no al demonio, no caer en la trampa de que el fin justifica los medios.