Está de moda hablar contra la Iglesia católica. Quizá porque ya muchos se han dado cuenta que es una fórmula barata para hacerse famoso y salir en la prensa.
Ya no importa quién hace las declaraciones o si son parte de sus temas de dominio y competencia. Si es contra la Iglesia, cualquiera puede hacer un comentario en contra y ¡ay de aquel que quiera poner en discusión las afirmaciones!
Hablan contra la Iglesia en conferencias, ponencias o entrevistas, no importa que no sea el tema central o ni siquiera lo comprenda. Y es que quizá de otro modo, todas esas palabras pasarían desapercibidas.
Hablar contra la Iglesia llega a ser un forma de supervivencia mediática para muchos: cuando ya nadie se interesa por el pensamiento de tal o cual autor, investigador, teólogo, filósofo o periodista, siempre será recurrente el expresar el muy personal y negativo punto de vista sobre cualquier palabra del Papa, de los cardenales, de los obispos, incluso de cualquier monja o cura de a pie, o sobre alguna situación embarazosa pero del todo extraordinaria y, no pocas veces, buscada con lupa.
Es comprensible que algunos busquen aparecer en un rincón de periódicos y telediarios, pero no se justifica colgarse del nombre de una institución para no quedar sumidos en el anonimato y dar a entender que aún se vive.
Jorge Enrique Mújica, L.C.