Si hace unos años a cualquier persona con un mínimo de cultura, se le hubiese preguntado: ¿qué celebramos en Navidades?, la respuesta que nos hubiese dado es que festejamos el nacimiento de Nuestro Salvador Jesucristo. Incluso si no fuese creyente nos diría: celebramos el nacimiento de Jesús. Pero hoy me temo que muchos nos contestarían que no tienen ni idea o, simplemente, lo que ellos celebran la venida de Papá Noel, Santa Klaus o unas fiestas familiares en las que se hacen regalos a los niños.
Hace unos años leí en un periódico una Carta al Director en la que la autora contaba que con un grupo de amigas decidieron celebrar una fiesta de cumpleaños en felicitación a una amiga, pero cuando la amiga no apareció se dieron cuenta que ninguna le había avisado, por lo que suspendieron la fiesta. Aquí el problema es distinto, pero parecido. Celebramos por todo lo alto el nacimiento de Jesús, o si queréis, porque es lo mismo, su cumpleaños, pero con la condición expresa y deliberada, no de olvido involuntario ni despiste, de considerar a Aquél por quien es la fiesta, persona no grata, por lo que ni se le invita, ni se desea su presencia y, cada vez más, ni se le menciona. Hoy buena parte de las felicitaciones navideñas no tienen nada que ver con lo religioso y se limitan a desearnos unas felices Fiestas, e incluso en las luces navideñas que alumbran a muchas de nuestras ciudades, se elimina todo símbolo religioso: Dios, Jesús, Navidad son palabras prohibidas.
Lo curioso es que esto se hace por algunos que todavía se consideran cristianos, en nombre de la libertad y de la tolerancia. No se vayan a molestar los no cristianos, no les ofendamos con nuestra fe, dicen algunos creyentes especializados en avergonzarse de Jesucristo y hacer todo lo contrario de lo que Él nos pide. El récord de esta idiotez me la contó un obispo que en una guardería infantil de la Iglesia una maestra le pidió que no se pusiese el Belén, por si había alguna alumna musulmana a la que pudiese molestar (ni siquiera sabía si la había o no). A mí eso me recordó la rendición preventiva de la que algunos se han hecho consumados maestros (no sé de qué tengo que rendirme, pero por si acaso me rindo. Nunca se me olvidará una chica que en un país musulmán se encontró sola con un grupo de chicas y por si acaso les dijo que ella era musulmana). Pero en la misma categoría está, como sucede con los belenes del Ayuntamiento de Barcelona, cuando lo que se pretende es ofender gratuitamente los sentimientos religiosos de los creyentes.
Pero no hemos de ser negativos. Las Navidades son en muchas familias unas fiestas de sentido indiscutiblemente religioso, en las que hay una expresión de sentimientos religiosos cristianos. En ellas los belenes nos muestran que Jesucristo no está totalmente olvidado, y en muchas casas son todavía los Reyes Magos o el Niño Jesús quien trae los regalos a los niños e incluso en las iglesias se nota una mayor afluencia de fieles y de recepción de los sacramentos.
Una de las cosas que más deseamos los seres humanos es la Paz. En el Antiguo Testamento el profeta Isaías nos dice «La obra de la justicia será la paz, su fruto reposo y confianza para siempre» (32,17, y en el nacimiento de Jesús, en la aparición a los pastores de los ángeles, éstos dicen : «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombre de buena voluntad» (Lc 2, 14). Fomentemos estos aspectos positivos y procuremos que la Navidad no sea sólo porque Cristo ha nacido, que se ha hecho hombre para abrirnos las puertas del cielo y de nuestra felicidad eterna, sino también y sobre todo porque le damos entrada en nuestros corazones y en nuestras almas, aceptando su don de Paz, redención y Salvación. Por todo ello podemos decir: «Bienvenido seas, Jesús».
Pedro Trevijano
