El pasado viernes se hizo público el informe de la Comisión que constituyó el abad de Montserrat, a raíz de la denuncia de Miguel Hurtado respecto a los abusos sexuales cometidos por el hermano Andreu Soler. Sobre el papel se trata de un informe exhaustivo, que ha analizado las denuncias presentadas, que ha hablado con doce víctimas, que dice haber recibido más comunicaciones y llega a la conclusión que el comportamiento de dicho fraile, al menos entre los años 1972 y 1999, fue el de un auténtico depredador sexual. Depredador sexual de menores. Y en el interior del Santuario. Agravantes manifiestos.
Pero si se examina detenidamente el informe y se cohonesta con otras informaciones publicadas, resulta que el objeto preferente del mismo es blanquear la actitud del abad Soler desde el año 2000 al 2019. En primer lugar, de forma poco elegante, el informe distingue la actitud del abad Soler de la de su antecesor Sebastià Bardolet, del que simplemente dice que «no consta ningún tipo de actuación» y que existen contradicciones entre los relatos de Bardolet y del padre Josep M. Sanromà «sobre la gestión de la denuncia realizada por un noi de servei en 1998». La falta de delicadeza respecto a su antecesor se constata todavía más en la entrevista que ha publicado La Vanguardia este domingo con Soler, en la que se despacha diciendo que el anterior abad «tiene 86 años, toma una medicación muy fuerte y no recuerda los detalles». Cabe decir que Bardolet asiste a todos los oficios en la abadía y preside las celebraciones al lado del abad.
Así como deja claro que el abad Bardolet no tomó medida alguna, el informe se entretiene en contar las actuaciones del actual mitrado desde que tuvo conocimiento de la denuncia de Hurtado, a finales del año 2000 y así recoge que lo apartó de los scouts, lo desterró al monasterio del Miracle, donde no tenía contacto con menores y se puso a disposición de la víctima, manteniendo contacto con él y su madre. Pero el informe calla sobre los otros hechos que ya se conocen y han sido confesados -y acreditados- por Miguel Hurtado. Porque está incuestionablemente demostrado – y el informe no dice nada- que, en el año 2003, el abad compró la voluntad de la víctima y le entregó 8.600 euros. 7.200 para el joven y 1.400 para su abogado; dinero que se le entrega en efectivo y para que no quede rastro, se lo hacen llegar en tres ocasiones, en billetes de 500. Del 2003 al 2015 no pasa nada. El informe tampoco dice nada. A Hurtado ya se le había pagado, el monje Soler trasladado a El Miracle y a todo se le había echado tierra por encima. El encubrimiento perfecto, ideado y dirigido por el abad Soler.
Tan oculto había quedado el hecho que en 2007 la editorial de la Abadía le publicó un libro a Andreu Soler titulado «L’escoltisme i Montserrat», ¡prologado por Jordi Pujol! A nadie se le escapa que ese libro no se habría publicado si se hubiese denunciado al autor del libro, al menos por la vía canónica ante la Santa Sede. Un libro presentado con toda la pompa y circunstancia, prologado por el ex presidente de la Generalitat, que escribe «La lectura de este libro me ha rejuvenecido y me ha hecho sentir alegría. ¿Por qué? Porque he visto que siguen vivos un montón de valores y de actitudes muy positivos, de los que dan calidad a las personas y dan consistencia y nobleza a todo un país. Y además lo hacen viable. Valores, nobleza y país.
¿Qué sucedió después? En el año 2015 Hurtado anuncia personalmente al abad que va a denunciar el caso y le devuelve el dinero. Esa entrevista queda grabada y fue reproducida este 2019 en los medios. En esta entrevista el abad admite que tenía sospechas sobre el monje Soler desde los años 70 y que lo había puesto en conocimiento del abad Cassià M. Just, el cual tampoco tomó medida alguna. A partir de la devolución del dinero y la amenaza de romper el silencio por parte de Hurtado, el abad Soler pone los hechos en conocimiento de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El hermano, denominado hoy como depredador sexual, ya había fallecido en 2008.
De la actitud del abad Soler se desprende un encubrimiento de manual. Traslada al pederasta, compra el silencio de la víctima y cuando esta le devuelve el dinero y le anuncia que va a denunciar el caso, activa los protocolos y denuncia el tema a Roma. Pero el abusador había fallecido ya. En vida jamás se actuó contra él. Después de más de treinta años de sospechas, incluso denunciadas por Josep María Soler cuando era un simple monje.
De todo ello el informe no dice ni pío. Del 2003, en que se entrevista Soler con Hurtado y su madre, hasta 2015 no sucede nada. Y en esos años es cuando el encubrimiento fue manifiesto. Años en los que el ahora llamado «depredador sexual» se hallaba vivo y vistiendo el hábito benedictino. A nadie se le puede escapar que, pese a los esfuerzos blanqueadores del informe, la situación del abad Soler es absolutamente insostenible. Su encubrimiento es tan manifiesto como grosero: quiso tapar con dinero los abusos de un monje, del cual él mismo sospechaba desde hacía casi 30 años.
A uno que ha sido montserratino desde su más tierna infancia, pasando muchos veranos en las celdas de Nuestra Señora, este caso solo le produce dolor y vergüenza. Dolor y vergüenza por la pederastia desvelada y por el manifiesto encubrimiento de las personas responsables. No puede aferrarse más al cargo el abad Soler, por muchos informes que pretendan blanquear su encubridora actitud.
Oriol Trillas
Publicado orignalmente en Germinans germinabit